ORACIÓN ANTE EL BANCO

La Voz

OPINIÓN

08 abr 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

No es por quitar méritos a historias precedentes, pero el caso de las cuentas secretas del BBV reúne todos los ingredientes para la intriga. Se pudo hablar de fondos para pagar a ETA. Se puede hablar, y está publicado, de relación con las comisiones del AVE. Se puede hablar de financiación de partidos, que salpicaría otra vez la memoria de Felipe González. Se puede preguntar cómo fue posible ocultar tanto dinero al Banco de España y a la (CNMV). Se puede buscar emoción política, y detectar la mano de Aznar en el asalto a una entidad que tiene algo que ver con el nacionalismo vasco. Se puede echar emoción recordando que el señor Rodríguez Ponga ha sido asesor fiscal del banco... ¿Hay quien dé más? No hay quien dé ni pida más a una historia. Cada cual puede componer la tesis que más le guste. Sólo hay un aspecto claro: esas cuentas han financiado la campaña de Hugo Chávez. Y aquí empieza otra vez la intriga: ¿por qué sólo la campaña de Chávez? ¿Es que España ¿o el País Vasco¿ resultaba indiferente al BBV? Tardaremos años, desde luego meses, en descubrir toda la verdad. Hoy no se puede hacer otra cosa que pedir que esa verdad se aclare. Al final ¿ésa es mi apuesta¿, todo se quedará en la historia de unos señores que pusieron todo su talento en enriquecerse a través del acreditado procedimiento de burlar a Hacienda, pues nadie se hace rico con un sueldo ni pagando sus impuestos. Este comentarista, como es católico, se limita a esperar y a rezar. La oración dice: «Haz, Señor, que esta película sea la última de una época; el último coletazo de la cultura del pelotazo ; el último ejemplo de la España que, al decir de Carlos Solchaga, era el país de las riquezas más rápidas; el último episodio de los privilegiados que sacaban sus patrimonios de España con la mayor impunidad; el último caso de avaricia de unos consejeros que, además de ganar 85 millones al año por asistir a una docena de reuniones, construían un patrimonio sobre el fraude; la última acción de unos señores a quienes hemos respetado y ennoblecido, y hacían lo mismo que un delincuente menor. Eso sí: con 37.000 millones de pesetas. Siempre hubo clases, Señor».