HACIENDA TAMBIÉN ES ASÍ

La Voz

OPINIÓN

XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS

13 ene 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Si un equipo resulta favorecido por un penalti injusto, o sube al marcador un gol metido con la mano, los directivos que salen beneficiados acostumbran a zanjar la polémica con esta antológica frase: «El fútbol es así». Por eso, aprovechando la inercia creada, y lo bien que manejan la tautología, propongo esta brillante salida para el conflicto entre Hacienda y los clubes: se manda el inspector, se levanta el acta correspondiente, se añaden las sanciones y los intereses de la deuda, se aguanta el chaparrón mediático y, si alguno no paga en tiempo y forma, se le embargan los bienes y se manda el club a la historia. Y cuando los directivos empiecen a jurar en arameo y a levantar las hordas de hinchas contra la Administración, se les frena el ímpetu con la enjundia acostumbrada: «La Hacienda, como el fútbol, es así». Lo fue para Lola Flores y para mí. Lo es para las editoriales y los asilos. Lo es para los músicos, las universidades, la Cruz Roja y los oncólogos del Juan Canalejo. Y sólo faltaba que llegasen los futboleros y, metidos en transacciones de escándalo, y haciendo sus enjuagues coram populo, invocasen el derecho de exención frente a la Hacienda de todos. Ya es intolerable que, convertidos en fabulosos centros de poder y negocio privado, los clubes de fútbol sigan disfrutando de estadios de propiedad municipal, de aportaciones públicas que cuadran oportunamente sus cuentas, de amnistías fiscales que palían los efectos de gestiones corruptas e ineficaces, y de chanchullos y recalificaciones obtenidas con influencias dolosas ante la indiferencia del Ministerio Fiscal. Ya harta, también, que las televisiones públicas y privadas se hayan convertido en auténticas adormideras colectivas puestas al servicio del lucro privado. Y no parece de recibo, en modo alguno, que nos sigan chantajeando con la importancia simbólica de los colores, o con el servicio que prestan los clubes a las ciudades que les dan su nombre. Pero nada de eso sería comparable con esta intención evidente de chulearle a Hacienda 240 millones de euros. Cuenta Frontino que, en pleno apogeo del Imperio, el pretor de aguas de Roma se plantó ante el emperador y le impidió hacer una naumaquia con las aguas de consumo público. Y fue tal el cabreo del césar que, echando mano a su propio peculio, construyó un nuevo acueducto para abastecer el Circo Máximo. Ésa es la única salida razonable: si alguien considera que el fútbol es esencial para el pueblo, y que Hacienda lo pone en peligro, que haga testamento a favor de su equipo y deje a Montoro con un palmo de narices. Pero la pasta de todos, como el agua de Roma, es sagrada. Y antes de tirarla en la arena, se deja al pueblo sin circo, antes que negarle el pan.