XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS
13 oct 2001 . Actualizado a las 07:00 h.Así se decía cuando un niño era igualito a su padre: é cuspidiño a seu pai. Y así digo yo, que soy galegofalante, cuando veo las encuestas que se publican en Galicia antes de cada votación: son cuspidiñas ás de fai catro anos. Por eso he optado por plastificar los periódicos de 1993 y guardarlos en el vade. Y así, en vez de preocuparme por lo que se filtra o publica con la firma del CIS, de las empresas de opinión o de la cocina de los partidos, me limito a abrir el vade, sacar mis hojas plastificadas, y leer encuestas resesas. Y puedo jurarles -¡por la victoria de Fraga!- que no estoy peor informado que los que leen datos recién horneados. Claro que esto sólo se puede hacer en Galicia, en pura correspondencia con otros fenómenos electorales característicos del fogar de Breogán. Porque sólo aquí vivimos una calma chicha que nos tiene varados en el arrecife de nin arre nin xó, y sólo nosotros podemos enmarcar las encuestas como si, en vez de ser instrumentos de análisis sociométrico, fuesen auténticas obras de arte que, además de expresar la idiosincrasia del país, desafían, como los cuadros de Rembrandt, el paso del tiempo. Ya sé que en todas partes cuecen habas, y que la sociometría electoral española se ganó a pulso su desprestigio en todo tipo de consultas y análisis. Nadie predijo -ni olió siquiera- esta mayoría absoluta que disfruta Aznar y que, vista en su momento, era la expresión de una determinada realidad social, política y económica. Y también es evidente que las recientes elecciones vascas se hicieron en tal estado de ceguera que casi nos hizo pensar que el PNV había alcanzado su enorme victoria, como diría Reixa, en sitio distinto. Pero lo nuestro es diferente, y ni siquiera guarda paralelismo con las cinco legislaturas que ganó Pujol con fórmulas diversas: dos veces con mayoría, dos sin ella, la quinta salvada por d''Hont, y siempre con un PSC-PSOE que le pisa los talones y le propina sonoras malleiras en las municipales, generales y europeas. Aquí, en cambio, no se mueve nada ni nadie, ni en esta ni en otras elecciones. Lejos de haber diversas formas para llegar al poder, da la sensación de que no existe más que una vía y un solo maquinista que la circula. Y por eso cabe pensar que cualquiera puede hacer una buena encuesta si me pide mis periódicos plastificados, los fotocopia en colores, les disimula la fecha y los presenta encuadernados. Y eso, para un analista político, es pura agua bendita. Porque permite comentar los datos -como las pastorales de Gea- antes de que salgan, y escribir este artículo el mismo día en que nos dicen que el PP oscila entre 40 y 41 escaños, el BNG entre 18 y 20 y el PSOE entre 15 y 16. ¡Como siempre! ¡Para siempre!