ENRIQUE CURIEL CRÓNICAS HUSITAS
28 jun 2001 . Actualizado a las 07:00 h.José Luis Rodríguez Zapatero no tenía una tarea fácil el martes en el Congreso de los Diputados. Los objetivos a cubrir eran varios y Aznar no es adversario sencillo. Debía de superar la asignatura en la que tropezaron Borrell y Almunia en los últimos encuentros con Aznar; trazar las líneas maestras de una oposición que quiere mostrarse útil para los ciudadanos, recuperar el centro político y electoral, iniciar su camino hacia las elecciones del año 2004 y consolidar su posición como líder del PSOE, tras una dura caminata por el desierto que comienza en el año 1993 con la aparición de los asuntos que le cuestan el gobierno al PSOE. Y lo consiguió. La moderación en las formas no evitó que sus críticas hicieran mella en Aznar, al poner de manifiesto la crisis en servicios públicos esenciales como la sanidad, el deterioro de la enseñanza en sus diferentes niveles, la espiral de inflación que se come los salarios más escasos, los recortes en programas sociales y la falta de empuje y decisión en la modernización de España en lo referido a la sociedad de la información. Y Aznar se sintió relativamente incómodo, a la defensiva, cansado y sorprendido por el sesgo de la intervención del líder del PSOE. Frente a las críticas recibidas, Zapatero inició la oposición gradual que el PSOE debería de haber mantenido desde 1996; es decir, de una estrategia de menor intensidad a otra de mayor calado, a medida que avanzara la legislatura y fueran poniéndose de relieve los errores del gobierno. Pero no pudo ser por la crisis interna que atenazó al PSOE hasta el último Congreso. La clave de la tarea de oposición y de construcción de una alternativa creíble depende de su acompasamiento con la percepción que la sociedad tiene de los problemas cotidianos y de la gestión del Ejecutivo. El acierto político no depende de la mayor o menor agresividad de Zapatero, sino de que su actitud se vea acompañada por la comprensión de una sociedad que quiere cambios seguros como el producido en 1982 con González. Zapatero puso el martes los cimientos de una alternativa que necesita madurar y perfilarse. Ese es el trabajo de los próximos tres años. Por lo demás, el debate ofreció otros ángulos de interés. Llamazares no es Anguita, afortunadamente para Izquierda Unida. Por su parte, el enfrentamiento con Anasagasti puso de relieve la dificultad del PP para asimilar los resultados de las elecciones vascas. Pero en este caso resulta imprescindible pasar página y recomponer las relaciones entre el PP y el PNV, por necesidad del Estado democrático frente a la violencia de ETA.