DROGAS

La Voz

OPINIÓN

CARLOS GARCÍA BAYÓN MERIDIANO DE ACTUALIDAD

21 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Anda en debate, ya desde hace tiempo aunque ahora más insistente, la liberación del mercado de drogas. La verdad es que cada uno tiene sus drogas para entusiasmarse. Contaba don Pío Baroja que a principios de siglo los bohemios, influidos por Baudelaire, se inyectaban morfina buscando el éxtasis. ¿No le daba Valle-Inclán al cáñamo índico y la pipa de kif pregonándolo en las tertulias? Todos sabemos lo bien que libaban bebidas de subido índice alcohólico Poe, Colerigde y Quincey. ¿Y los mejores versos de Rubén Darío no manaban de sus hontanares a la cuarta botella de Valdepeñas? Así que drogar nos drogamos todos, unos heretodoxamente, otros canónicamente. Yo he tenido para lograr mis entusiasmos la cajetilla de Ducados y en casos especiales le añadía un habano del Camagüey. Ahora tengo los mirlos del huerto, Albinoni, las sardinas asadas y sentarme en la terraza de un café a ver transitar la vida. Cada cual, repito, tiene sus drogas. ¿No véis a los Mesías, ahora más que nunca, transformando sus doctrinas en longanizas y tierras de Promisión? Cuenta Goethe en su viaje a Italia que para darle digno adiós a «las tierras donde crece el limonero» se fue a Roma, a la Academia Luca, a contemplar la calavera de Rafael. Se extasió como si fuese un eremita de la Tebaida y pidió un vaciado. Se lo mandaron a Alemania y puso el cráneo en la habitación de trabajo para contemplarlo y drogarse con su presencia. ¡Cómo le manaban las glándulas!