SON COMO NIÑOS

La Voz

OPINIÓN

XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS

26 nov 2000 . Actualizado a las 06:00 h.

En un país que tiene dieciocho parlamentos, un senado, diecisiete gobiernos autónomos y un gobierno central, doscientos mil políticos en nómina y más de sesenta universidades, con todo el apoyo que eso representa, el debate sobre la estrategia antiterrorista está preso de una improvisada frase de Gemma Nierga, cuya autoridad moral le viene de que tenía a Ernest Lluch en su equipo de tertulianos. ¡Increíble! Enormes ristras de políticos que desfilan callados como muertos, haciendo patente su inmovilismo y su desconcierto, mientras toda España confía en que Victoria Prego, Imanol Arias o Gemma Nierga sean capaces de conmover el corazón de los terroristas a base de entonar discursos de tono colegial pactados sobre la base de que no digan nada. ¡Increíble, otra vez! Millones de manifestantes asidos al «¡Basta ya!», sin que a nadie se le ocurra pedir que hablen los parlamentos y que se expliquen los partidos, mientras tratan de interpretar si es más útil el «iros, no os queremos» improvisado por Imanol, o el «dialoguen por favor» improvisado por Gemma. ¡Increíble, por tercera vez! Líderes de partidos nacionales y regionales que interpretan en términos complejos las ocurrencias simples, tratando de oír en los gritos de la calle lo que ellos mismos no se atreven a decir. Y así estamos todos, enrocados en nuestras respectivas posiciones, pescando sin pudor en río revuelto, sustituyendo la acción política y parlamentaria por una lacrimógena estrategia de aguante que se parapeta detrás de un sentir popular vilmente manipulado. Cada comunicado es un nuevo despropósito, o un rejón que, soslayando la infernal dinámica de ETA, se hunde en las carnes del adversario político. Y así se deja que la situación se deteriore hasta límites desconocidos, no tanto por los muertos, que ya estamos acostumbrados a llorarlos, enterrarlos y olvidarlos, sino por el espectáculo político brindado después de cada asesinato. Por eso es útil que los pocos que nos hemos posicionado siempre frente al suicida autismo del Gobierno, pidiendo diagnósticos realistas y amplias estrategias de diálogo con todo el nacionalismo, alertemos ahora sobre el posible desenfoque del sentimiento de frustración (sic) que asomó en la manifestación de Barcelona. No vaya a ser que la nueva estrategia acabe donde algunos pretenden: un abrazo de Bergara entre Aznar e Ibarretxe. Porque, sólo de pensarlo, produce un ridículo espantoso.