LA ABUELA DE ANASAGASTI

La Voz

OPINIÓN

ANXO LUGILDE

17 nov 2000 . Actualizado a las 06:00 h.

Los patinazos, excesos verbales o incluso las barbaridades son comunes en la mayoría de los políticos, convertidos en emisores permanentes de declaraciones que alimentan un periodismo abúlico y plano. Y en este mundo cada vez más complejo que nos quieren obligar a ver de la forma más simple, Xabier Arzalluz forma parte del lado oscuro, de lo perverso. Tiene al acecho una legión de cazadores de materia prima que permita alimentar el mito del Milosevic vasco, el ex-jesuita jomeinista, que ha trazado un plan de exterminio de todo aquel que no comulgue con el racista credo sabiniano, programa en el que ETA es el brazo siniestro. Ya puede Aznar mofarse de un problema tan grave como el del submarino nuclear averiado en Gibraltar que su incontinencia verbal nunca generará tantas reacciones como las barrabasadas de Arzalluz cuando se dedica a la ciencia-ficción y habla de una Euzkadi independiente. «Si mi abuela tuviera dos ruedas, sería una bicicleta», dijo con razón Iñaki Anasagasti, para desmarcarse de las extemporáneas disquisiciones sobre esa futurista ciudadanía. Por cierto, ¿Anasagasti no era un talibán? ¿Ya no es de los malos? ¿Ahora es bueno? Lo peor que ha hecho Arzalluz, dando por válida la versión del Der Spiegel y su traducción al castellano, es equiparar los objetivos de ETA y los del PNV, pues esta ecuación permite a la banda terrorista erigirse en la portavoz del sentimiento mayoritario de los vascos. Se trata de un guiño al radicalismo abertzale que puede nutrir, según vaticinan las encuestas, el avance del PNV en las próximas autonómicas. Un desafortunado gesto electoral, enmarcado en un desquiciante escenario en el que el ministro encargado de perseguir el terrorismo vasco ejerce, al mismo tiempo, de candidato a lehendakari, con el indirecto respaldo de la propia ETA, fiel a su terrible máxima de cuanto peor, mejor. Arzalluz arriesgó como pocos para atraer a los blandos del mundo etarra, aún a expensas de perder votos. Fracasó. Si ahora gira hacia el electoralismo, todo será peor. O sea, mejor para ETA.