La Voz ofrece en exclusiva el vídeo de la última fiesta a la que acudió el electricista en un furancho de Portonovo, donde celebró la gala de Eurovisión mientras lo vigilaba la Policía
11 jul 2012 . Actualizado a las 13:22 h.Sábado, 26 de mayo, Portonovo. Mientras media Europa hace apuestas sobre cuál es su canción favorita en Eurovisión, en el furancho de Dora, en la localidad pontevedresa, los invitados están preparados para lo que se ha convertido en una cita fija en el calendario: una fiesta eurovisiva que incluye cantar en play-back imitando a los artistas que han participado en el festival a lo largo de historia.
Entre los invitados de este año hay una pareja nueva: se acomodan en una esquina, ella aplaude las actuaciones mientras él capea el temporal casi sin alterar su semblante serio. Tenían, en aquel momento, una casa cerca de la localidad, y fueron invitados a la fiesta por otra pareja que prefiere seguir siendo anónima.
La pareja podría haber pasado al limbo de la historia de no ser que poco más de un mes después él fue detenido al finalizar la misa de siete en la catedral de Santiago y ella, junto al hijo de ambos, en su casa de O Milladoiro.
Un día más tarde, el equipo de investigación encontró en una plaza de garaje de su propiedad el desaparecido Códice Calixtino de la catedral de Santiago.
La fiesta de la noche eurovisiva fue larga en el furancho de Dora. Pero, además del movimiento en su interior, la dueña del local se percató de que había movimientos extraños fuera de su casa. A los invitados a la eurovisiva fiesta les contó que había visto «xente merodeando fóra».
Esa gente que rondaba la fiesta eran agentes policiales que hacían el seguimiento de Fernández Castiñeiras. Mientras la policía «escoltaba» las actividades del ladrón del Códice, en el interior del furancho los participantes se disfrazaban de Azúcar Moreno o de Massiel con su trío La, La, La. La diversión consistía en camuflarse, echar mano del micro y seguir lo mejor posible el play-back, aunque los momentos más divertidos se produjeron cuando los cantantes se equivocaban. La mujer de Fernández Castiñeiras, Remedios Nieto Mayo, se rio mucho más cuando los intérpretes asumían con soltura las dificultades. Si su marido se estaba divirtiendo no dejó que se le notase. Era tarde y tenía por costumbre levantarse temprano para ir a misa a la catedral.
Fernández Castiñeiras no cantó. No se movió de su sitio a lo largo de la fiesta y tampoco bailó cuando las canciones de Eurovisión tocaron a lentas y algunas de las parejas de la fiesta, sin abandonar la parodia, decidieron arrimarse un poco.
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