El genial pianista ruso ofrece hoy y pasado mañana sendos conciertos con un programa de Bach, Beethoven y Schubert
10 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.El gran pianista ruso Grigory Sokolov visita de nuevo España, país en el que debutó en directo en 1986, para ofrecer sendos conciertos hoy en San Sebastián, dentro de la Quincena Donostiarra (Auditorio Kursaal), y pasado mañana en Santander, en el marco de la programación del Festival Internacional de Música. Ambas citas, consolidadas y de larga trayectoria, saben de la excepcionalidad que rodea siempre las actuaciones de Sokolov (San Petersburgo, 1950), y del interés máximo que concita entre los amantes del gran pianismo.
Para hacer la ocasión todavía más especial, Sokolov se enfrenta a un programa de concierto que no solo presenta a tres gigantes de la música, sino que reúne a tres compositores que han marcado su carrera y con cuya música siente una empatía especial: Bach, Beethoven y Schubert. Así, del primero se ha incluido la Partita número 1, de Beethoven, la Sonata para piano número 7 op. 10, y de Schubert, la Sonata op. 143, D 784, además de los Seis momentos musicales op. 94, D 780.
Simbiosis
Pero si Sokolov mantiene una empatía extraordinaria, esa relación tiene como protagonista al piano. Con el instrumento llega a ligarse en una simbiosis, como lo califican los especialistas, lo que se traduce en unas interpretaciones donde la técnica y la emoción conviven sin anularse la una a la otra. Algunos de sus seguidores han observado también que desde el fallecimiento de su mujer, a comienzos del 2014, los movimientos lentos de las piezas se ejecutan con una condición de honra casi memorialística.
Son, por tanto, dos ocasiones únicas para ver y escuchar al genio del piano, que, pese a visitar con relativa frecuencia España -en marzo inauguró la temporada de grandes solistas de Zaragoza-, no se prodiga demasiado sobre los escenarios.
Sokolov fue descubierto y apadrinado en 1966 -cuando tan solo contaba 16 años- por Emil Gilels y desde entonces no ha dejado de asombrar tanto por su técnica pianística como por la hondura emocional que imprime a cada pieza que ejecuta. Música que, como alguien dijo una vez con acierto, suena a nueva en cada ocasión que Sokolov la interpreta, sea una partitura para teclado del Renacimiento como una tempestuosa melodía del Romanticismo. Ambas facetas, el virtuosismo técnico y la sensibilidad, tienen un nacimiento común, el estudio y rigor con el que Sokolov afronta la música.