El café nos va a matar

MOTOR ON

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19 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Me toca escribir esta columna a mediodía, después de haberme tomado un par de cafés y teniendo pendientes otros dos a lo largo de la jornada. Es la dosis de cualquier empedernido cafetero, de esos que, como yo, piensan que sin cafeína las sinapsis neuronales van más lentas y el ánimo más decaído. Otra cosa es lo que piensan los galenos, que siempre advierten de los efectos nocivos de la cafeína sobre la tensión.

Aunque en esta columna vamos a hablar de otro café, más dañino todavía para la industria del automóvil. Porque bajo las siglas de CAFE (Clear Air For Europe) se esconde una normativa de la Unión Europea que pretende reducir la emisión de niveles de dióxido de carbono de todos los vehículos que se venden en Europa hasta un nuevo límite de 93,6 g/km. Los coches que superen ese límite tendrán que pagar una multa de 95 euros por cada gramo que excedan. Y no es baladí la cuestión, porque actualmente la media de los coches en Europa está en 115 g/km, lo que supone que cada coche nuevo que fabriquen tendrá que pagar alrededor de 2.000 euros de multa. Si esta cantidad se multiplica por el número de coches que se fabrican a lo largo del año, salen unas previsiones de 15.000 millones de euros. Esas pueden ser las cifras que tendrán que pagar las marcas y que pueden acabar provocando que muchas cierren sus fábricas o supriman algunos modelos de sus gamas, por ser los que más se exceden en emisiones. Todo esto viene provocado por el error de la Unión Europea al calcular la velocidad de la electrificación del mercado de vehículos en nuestro continente. Todo esto ha provocado también que los grupos automovilísticos hayan tenido que acelerar la electrificación de algunos modelos y gamas.

Algunos directivos, como Luca de Meo, cabeza visible del grupo Renault, ya avisó de que podrían dejar de fabricarse dos millones de coches este año para evitar pagar esos 2.000 euros de multa por cada uno de ellos. Y dejar de fabricar lleva implícito cerrar fábricas y despedir a miles de trabajadores, como ya han anunciado algunas marcas.

Lo más curioso es que los fabricantes están preocupados, con razón; los consumidores europeos están despistados, con razón también, porque ahora tienen que elegir entre eléctricos e híbridos y olvidarse de la gasolina y el diésel, pero en la Unión Europea no parecen darse cuenta de sus errores al pensar que la electrificación sería un proceso más rápido y de que estas multas pueden acabar con la otrora poderosa industria europea del automóvil. Como es habitual, cuando se pisa moqueta política, los problemas de la vida real parecen más lejanos y nimios.

Total, que me voy a tomar otro café, menos amargo, para tratar de revertir la inquietud que me produce esta situación.