El creador de ChatGPT fue despedido y luego readmitido por Open AI, un episodio que ha suscitado más dudas que certezas y que ha alimentado la sospecha de que el brillante ejecutivo tenía poderosas armas en su mano
10 dic 2023 . Actualizado a las 22:38 h.Las aguas han vuelto a su cauce en la industria de la inteligencia artificial (IA) después de las turbulencias que originó el fulminante despido de Sam Altman, creador de ChatGPT, de la empresa que ha desarrollado el famoso programa informático capaz de elaborar textos, guiones o resúmenes de manera precisa y coherente. El consejo de Open AI decidió el cese de su brillante cofundador y en apenas 48 horas volvió a reincorporarlo a la compañía. La amenaza de que la plantilla casi en su totalidad (unos 700 profesionales) iría tras él y el revuelvo provocado en el sector —sobre todo en los inversores— obligó a sus dirigentes a dar marcha atrás a una medida tan repentina como dramática. Las razones de la destitución del creador del chatbot más famoso del mundo no han quedado del todo esclarecidas.
La falta de confianza estaría detrás de una de las decisiones más controvertidas, pero induciría a pensar que el denominado hombre de oro, por su capacidad para levantar dinero, estaría detrás de algún proyecto de inteligencia artificial con potencial destructivo, capaz de superar a los humanos en tareas más complejas: la herramienta Q* (Q-Star). En principio, no sería más que una especie de programa capaz resolver sin esfuerzo problemas matemáticos al nivel de estudiantes de primaria. Sin embargo, los investigadores consideran que las matemáticas son una frontera en el desarrollo de la IA. No son lengua o traducción, sino que se le dotaría de mayores capacidades de razonamiento muy similares a la inteligencia humana. Y esa es una línea roja que, al menos de momento, los investigadores no están dispuestos a atravesar.
Quizás la ambición de Altman por comercializar todos lo avances que se iban logrando sin evaluar los riesgos le llevó a ese límite. Lo cierto es que ha regresado a su puesto de consejero delegado Open AI. Y su posición dentro de los gurús de la tecnología resulta incuestionable. A sus 38 años, y pese a que ya no cuenta con la juventud del clásico fundador tecnológico, ya ha llegado a lo más alto. Responde al perfil de emprendedor hecho a sí mismo, muy del estilo del fundador de Facebook. Nació en Chicago y se crió en la América profunda de Missouri. Con apenas ocho años destripó el primer Mac de Apple y su interés por la tecnología le llevó a estudiar Informática en la Universidad de Stanford, pero decidió posponer los estudios para probar suerte en el mundo de la empresa. Desde luego que no le fue nada mal. Creó Loopt, una aplicación basada en la ubicación que le reportó una suma respetable de varios millones de dólares. Años después, su exagerada confianza en la inteligencia artificial le llevó a fundar, con el apoyo Elon Musk, Open AI. No acabarían bien. El dueño de X (ante Twitter) quiso hacerse con el control y salió malparado, de ahí que ahora intente torpedear cualquier proyecto que proceda de la compañía de inteligencia artificial.
El dinero le gusta, pero como ha dicho en ocasiones, ya tiene el suficiente como para vivir de rentas hasta el final de sus días. Alquilar aviones para volar a California, donde tiene su residencia, y los coches de carreras son dos de sus aficiones más conocidas. De hecho, estaba en una cita de F1 cuando recibió el correo con la cita de la videoconferencia en la que le comunicarían su despido. En su garaje guarda un MacLaren y un Tesla. También le importa su físico, que cuida con una dieta vegetariana y ayunos intermitentes para mantener ese aspecto juvenil que le aporta el pelo alborotado, un mentón bien afeitado y las sudaderas y deportivas con las que acude a las reuniones de negocios.
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