Tenemos que construir un relato propio

MERCADOS

XOSE CASTRO

29 may 2023 . Actualizado a las 17:53 h.

Cuando vives a los pies de una cascada de aguas limpias, quizá te puedas permitir algún desperdicio. La abundancia nunca ha estimulado la inteligencia, la eficiencia y la eficacia. Pero Galicia y sus ciudades no están en esa situación de excesos. Están inmersas en un declive demográfico que las conduce — lenta, pero inexorablemente—, hacia las tierras desérticas de la escasez del factor más relevante para el tejido productivo: el talento. Seremos así más ingeniosos, seguro. El programa Retorna de la Xunta de Galicia es un ejemplo de ello.

Si bien es cierto que Galicia debe tener su relato, también lo es que cada una de nuestras grandes ciudades debe tener el suyo. Porque todos juntos, como un gran coro, hemos de vender una nueva imagen de la comunidad, una que nos haga atractivos, que nos introduzca en el imaginario de los que desean salir de su país y buscar un nuevo hogar. Lo dije hace un mes en esta misma columna y lo vuelvo a decir: nos faltan valentías y nos sobran cobardías. Diseñar un relato, construir una misión, un propósito; añadir una visión, articular la forma en que se expresa. Todo ello con los pilares oportunos: armar las características reseñables supone todo un esfuerzo y constituye una valentía. Y lo es porque se trata de un riesgo y un posicionamiento. Indicar que nuestras ciudades estarán limpias, tendrán buenos servicios sociales y en ellas velará la seguridad — algo común en todos los programas de todas— está bien, muy bien, pero no es un relato. No son herramientas para que nuestras ciudades se comprendan a sí mismas y, en consecuencia, puedan dialogar con el resto; no construyen una historia compartida, no nos definen y, en consecuencia, no nos proyectan. Y lo que no está proyectado no existe para el mundo. ¿Nos lo podemos permitir? Pues ya no.

Hace 33 años, en 1990, nacían en nuestra autonomía 26.587 personas; en 2021 fueron 15.160, y en el 2022 ya bajamos de las 15.000. Una caída libre que plantea el interrogante necesario de cómo pararla. Hablando con mi nuevo amigo de cabecera, la inteligencia artificial de ChatGP, me ha confirmado lo que para todos es obvio: que la imagen de Galicia se asocia a la catedral de Santiago o a paisajes naturales, como la Costa da Morte o las islas Cíes, entre otras; y si pensamos en ideas en lugar de imágenes, pasamos a visualizar el Camino de Santiago, la gastronomía, la cultura celta o la lengua gallega. Esta misma pregunta hecha para Madrid nos lleva a cultura de renombre mundial, vida nocturna y diversión, arquitectura singular, equipos deportivos de referencia internacional y, por último, negocios y finanzas.

Todo aquello que se vincula a Galicia es rural o religioso, todo lo referente a Madrid es urbano, vanguardista y con atractivo mundial. ¿Dónde querría vivir usted? ¿Yo? En Galicia. Pero en otra, en la que veo día a día y que, aunque me seduce y enamora, solo la observamos algunos. En esa identidad de modernidad y libertad que no acaba de despuntar, que queriendo desbordar sus burbujas de buen cava se encuentra con un tapón que le resulta imposible descorchar. Un trozo de corcho que domina — bien seduciendo, bien acobardando— a los diferentes poderes, que trabaja para convertirnos en una tierra de mojones, de esto para ti y esto para mí. Hoy hay 110.000 personas menos que en 1990. Ahí nace la cantera de nuestro talento, ahí están las generaciones que han de heredar, ahí está el futuro. Ante esta realidad, nuestras ciudades solo tienen una respuesta: crear su relato y que sea veraz y atractivo. Hoy elegimos a los que han de liderarlo. Que la suerte nos acompañe.