Con todo lo que está cayendo, las bombas sobre Ucrania, los precios de los alimentos y de la energía, la inseguridad en los bancos, etcétera, podemos decir que los datos de empleo van bien, y ni siquiera hace falta mirar los datos, porque si fueran mal, en esta época preelectoral se estarían usando como misiles contra la cabeza de Pedro Sánchez y su Gobierno. Sin embargo, algunos estudiosos nos advierten de que hay que mirar con cuidado esas cifras; incluso, más que las cifras, el concepto mismo de desempleo.
Porque el mercado laboral se complica; tras el parón de la pandemia se ha asentado más de lo que era habitual el trabajo a tiempo parcial, el que se desarrolla en casa, el subempleo, la situación de limbo de los nuevos fijos discontinuos cuando no están en la empresa y otras situaciones que ni las oficinas de empleo ni la Encuesta de Población Activa son capaces de cuantificar ni menos de incluir en la contabilidad del paro. Eurostat, la oficina estadística de la Comisión Europea, ha empezado a contabilizar lo que llama «fuerza laboral infrautilizada», esos empleados que trabajan unas pocas horas al día y que desearían trabajar más. En su opinión, estos nuevos colectivos podrían elevar la cifra del paro real otro 4 % de la población activa.
Llevando estos conceptos a datos, Eurostat ha publicado gráficos, que recogemos de El Economista, en los que España aparece con una cifra de paro del 12,4 % de la población activa, más otro 4,5 % de subempleados, un 1 % de parados que no pueden trabajar porque tienen que cuidar de alguien, y, lo más novedoso, un 3,3 % de desanimados. Más sorprendente aún: Italia casi iguala su paro con el español porque su porcentaje de desanimados sube hasta el 8,7 % de la población que podría trabajar. En Suecia serían un 4,1 %. El desánimo se produce por haber buscado muchas veces un trabajo y no encontrar ofertas dignas. Habrá que vigilar esto. El desánimo laboral es, seguramente, un síntoma de la civilización, como diría el querido psicólogo Manuel Fernández Blanco, para quien «este modelo de civilización produce un efecto de fatiga crónica».