El textil afronta una nueva revolución

MERCADOS

FRANCIS KOKOROKO | REUTERS

Los grandes del sector empiezan a buscar alternativas para tratar de poner coto al desperdicio de prendas que se genera cada año, que supera los 5,8 millones de toneladas solo en Europa

09 abr 2023 . Actualizado a las 17:47 h.

El desierto de Atacama fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000. Y a pesar del reconocimiento que han logrado sus espectaculares dunas, los humanos también han logrado ensuciar la imagen natural que regala a los viajeros este maravilloso paraje. Las imágenes cortan el aliento. En Alto Hospicio, un municipio de la región de Iquique, las dunas de arena han dado paso a otras mucho menos esplendorosas. Toneladas de ropa procedentes de todo el planeta se acumulan allí sin remedio, provocando un paisaje que provoca sonrojo a todos los consumidores que cada día viven inmersos en la tendencia de la moda fast fashion. Ese mantra basado en el comprar, usar y tirar. Una y otra vez.

Chile se ha convertido en uno de los mayores países importadores de desechos textiles de toda Sudamérica. Por el puerto de Iquique entran cada año 39.000 toneladas de ropa usada. Los lugareños tratan de buscar una segunda vida a la mercancía, comprándola y vendiéndola luego en mercados de segunda mano. Pero esta solución permite dar salida a un minúsculo porcentaje. El resto, se acumula sin remedio en vertederos ilegales en los que los tintes y tratamientos que portan la ropa pueden acabar provocando un desastre natural sin precedentes.

El mundo entero lleva inmerso en una espiral vertiginosa de consumo de ropa. Según un estudio de la ONU, los ciudadanos compran un 60 % más de ropa que hace una década. Y la demanda, como no, empuja también a la oferta. Entre los años 2000 y 2015, la producción de prendas se duplicó en el mundo. Lo que es sorprendente es que, mientras que la fabricación crecía, el uso de las mismas se reducía de manera importante.

Los números pueden dar cuenta del problema. De media, una prenda es utilizada únicamente entre siete y ocho veces antes de ser pasto del desecho. Y en el Viejo Continente la cosa se pone seria. Porque cada europeo consume 26 kilos de ropa al año y tira nada más y nada menos que 11. Traducido en macrocifras, esto supone que solo los consumidores de este territorio generan cada año 5,8 millones de toneladas de residuos textiles.

Este rápido consumo supone todo un reto para la gestión de residuos. Un informe de la Fundación Ellen MacArthur apuntaba a que menos del 1 % de la ropa se recicla para hacer artículos nuevos. Casi nueve de cada diez prendas se incineran —con la emisión de gases tóxicos que esto conlleva— o directamente acaba alimentando enormes vertederos como el de Chile.

Pero esta fórmula de consumo empieza a tener los días contados. El textil europeo debe ponerse las pilas y afrontar una de sus mayores transformaciones. Bruselas apremia. La Comisión Europea quiere poner coto al desperdicio de textil y empezará a exigir a las compañías un porcentaje de fibras recicladas, además de prohibir destruir ropa y exigir un aumento de la transparencia. Los dirigentes europeos han puesto ya algunas fechas en el calendario y a partir del 2030 quieren que toda cuanta prenda se ponga en el circuito de comercialización sea duradera y sostenible.

Los grandes han tomado buena nota y quieren convertirse en el ejemplo a seguir. Inditex lleva ya unos años trabajando por la sostenibilidad, un objetivo que, si cabe, se ha intensificado en los últimos meses. En julio del año pasado, el gigante textil gallego anunciaba una importante inversión en Circ, una empresa emergente estadounidense que ha conseguido patentar un revolucionario sistema para reciclar las fibras que componen la mayoría de las prendas que visten los armarios del mundo.

No es la única medida que han puesto en marcha. Las clientas de Zara ya pueden acceder desde las plataformas de la empresa a un mercado de segunda mano en el que pueden tanto vender esas prendas que ya no usan como adquirir las de otras clientas y alargar así su vida útil.

Mango también se ha sumado a esta ola. Hace unos meses decidía invertir en Recovo, otra empresa emergente especializada en la reventa de excedentes de tejidos. Y la sueca H&M creaba hace unos días una joint venture con Remondis para gestionar residuos. El proyecto de ambas compañías ha sido bautizado como Looper Textile y tendrá como objetivo la recogida, clasificación y reventa de ropa y artículos usados. Según informaron los dos socios, Looper comenzará a operar en Europa y el primer año de vida espera ya recoger unas cuarenta millones de prendas.

El modelo Shein

A pesar de que los ciudadanos son cada vez más conscientes de la importancia de poner coto al desperdicio textil, todavía queda mucho camino por hacer. Son muchos los consumidores que siguen prefiriendo un modelo de negocio basado en prendas con una vida útil más limitada y precios muy económicos que les permitan estrenar cada mes. Y dentro de este modelo hay un gigante que va ganando la partida: Shein. Este coloso chino envía ya sus productos a alrededor de 250 países de todo el mundo y las cifras que sostienen su negocio quitan el hipo. Según Bloomberg, en el año 2020 sus ingresos ascendieron a los 10.000 millones de dólares. ¿Cuál es la fórmula del éxito? Tal y como explica Neus Soler, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, la fórmula radica «en la relación entre la calidad (muy aceptable) y el precio (muy económico) de un producto que está al día de las tendencias más actuales que marcan los líderes del sector». Shein se ha convertido en uno de los actores del textil más rentables del mundo, pero es un modelo de negocio que los expertos reconocen que es enormemente contaminante. La cuestión, recuerda Soler, es que la sociedad «todavía no está preparada para dejar de comprar moda low cost». Vaticina esta experta que, hasta que los gigantes del sector y los gobiernos no se impliquen más en sostenibilidad «fenómenos como el de Shein no se terminarán».