Lo prometido es deuda

Guillermo A. Barral Varela

MERCADOS

María Pedreda

El documental «Pepsi, ¿dónde está mi avión? sirve de base al autor para reflexionar sobre la importancia que tiene para una organización empresarial el que todos sus departamentos actúen de manera coordinada para alcanzar los objetivos previstos. Incide en los errores que pueden repercutir en el negocio si las áreas empresariales actúan como reinos de taifas.

13 ene 2023 . Actualizado a las 18:15 h.

Hace un par de meses di con un documental, docuserie o como deseen llamarlo, detrás del que llevaba algún tiempo. Se titula Pepsi, ¿dónde está mi avión? y sin ánimo de spoilear (y mucho menos de espolear) a nadie, para poner en contexto a quienes no hayan tenido ocasión de verlo, resumo: Pepsi, en un anuncio de televisión de la década de los 90 en Estados Unidos, promocionaba su bebida ofreciendo distintos regalos que podían obtenerse con puntos adquiridos al consumir su cola; pues bien, el anuncio terminaba con la imagen de un avión de combate Harrier aterrizando junto a una escuela y bajo el que aparecía un rótulo en el que podía leerse: «Harrier, 7.000.000 de puntos Pepsi». El número de «Pepsi puntos» parecía inalcanzable, pero he aquí que un astuto joven se las ingenió y pensó sin duda que lo prometido era deuda, así que no dudó en reclamar su avión a Pepsi.

El documental es una estupenda fuente de ideas para todo aquél que busque enseñanzas aplicables a la empresa y en mi criterio pueden extraerse del mismo tres importantes a modo de lecciones aprendidas, como gusta decir ahora:

Primera: La empresa, como cualquier organización, es una suma de elementos que si no trabajan coordinados, difícilmente lograrán sus objetivos; o dicho de otro modo, si las distintas áreas o departamentos que componen una empresa se comunican entre sí, actúan de forma interactiva y tratan de aprender unos de otros, conseguirán mucho, mucho más, que si no lo hacen.

La excesiva especialización dentro de las propias empresas suele generar reinos de taifas: departamentos que solo se preocupan de sus propios objetivos sin importarles tiempos, problemas y tareas de otros y olvidando que la misión final de la empresa es única y que pésimo resulta, como suele decirse, que los árboles nos impidan ver el bosque.

Esta cultura miope de mirarse el ombligo constantemente a menudo provoca errores por falta de comunicación-coordinación o por ser esta deficiente. Un ejemplo: Como abogado de empresa, jamás podré preparar un buen contrato sobre un producto o servicio si no me reúno antes con mis colegas del área de negocio para que me expliquen en qué consiste aquél y cómo funciona, sencillamente porque resulta imposible regular aquello que se desconoce o se conoce a medias. Seguimos, si el producto o servicio a lanzar se publicita, ¿creen que puede revisarse jurídicamente una campaña promocional sin coordinarse con el área de Márketing? Les adelanto que no, pero si no se fían, vean el documental y luego le dan una vuelta.

Podríamos seguir con un montón de ejemplos (y con diferentes áreas funcionales), pero la conclusión final siempre sería la misma: Las empresas se crean para aprovechar sinergias; si cada individuo, área o departamento va por libre, las sinergias no existen, surgen los malentendidos, las rivalidades y al final, inevitablemente los errores. La comunicación y coordinación dentro de una empresa resulta esencial, es como el aceite en un coche, sin él no hay motor que resista por muy buenos que sean sus distintos componentes.

Segunda: Que la empresa tenga un buen asesor jurídico es indispensable, ya sea este interno o externo (esto último daría para otro artículo) y no solo eso, sino que ha de recurrirse al mismo antes de que se produzcan los problemas, no exclusivamente después; esta reflexión la compartí ya con ustedes en alguna ocasión y es la de que suele darse poca importancia en el mundo empresarial a la asesoría jurídica preventiva, de la que soy gran defensor. Los abogados estamos, qué duda cabe, para resolver problemas (algunos hasta para causarlos, perdónenme la maldad) pero el apoyo legal preventivo suele olvidarse y es un arma eficaz para reducir el número de riesgos y/o la gravedad de los mismos.

Ejemplo: Muchas empresas incorporan a los abogados a sus proyectos de forma tardía, cuando estos se encuentran en fases avanzadas, con casi todo hecho y poca posibilidad de modificación. En esta etapa tardía, si el abogado detecta un riesgo elevado, no es extraño que surja la tentación por parte de los demás de mirar hacia otro lado o de confiar en el tan gallego «don´t worry, que malo será» porque desandar lo andado a esas altura de la película (o sea, del proyecto) puede salir caro; sin embargo, si la función jurídica está presente desde las etapas iniciales de un proyecto empresarial, indudablemente resultará mucho más sencillo definir productos o servicios que cumplan con la normativa legal que les sea de aplicación y, en definitiva, rebajar de modo significativo el número de riesgos y su impacto. Moraleja: No recurran al arquitecto cuando la casa esté terminada ni al abogado cuando el bacalao esté partido, háganlo antes.

Tercera: El documental resulta también muy interesante porque nos permite apreciar un rico universo de comportamientos empresariales (y por tanto humanos). Por una parte John Leonard, el joven decidido a conseguir su Harrier, perseverante y, en terminología empresarial moderna, muy orientado a resultados, pero quizás con poca cintura. Ajeno a aquello que Stephen Covey llamaba la tercera alternativa, se la juega al todo o nada olvidando que siempre (casi siempre) hay terceras vías para solucionar un problema.

Por otra, Tod Hoffman, al que podríamos llamar el socio capitalista y en el que se aprecian cualidades de los buenos líderes y, por último, el abogado Michael Avenatti que por decirlo de algún modo, representa un poco un perfil empresarial más agresivo y directo, lo importante es conseguir el objetivo cueste lo que cueste.

Más modelos hay de comportamiento empresarial, pero los anteriores son un buen ejemplo de diversidad y dan pie además para reflexionar sobre otros aspectos, desde la ética empresarial a la importancia de las negociaciones, pasando por las habilidades directivas más codiciadas.

Las lecciones aprendidas de Pepsi, ¿dónde está mi avión no se agotan en las anteriores, pero las tres que he querido compartir en estas líneas me parecen de especial relevancia porque son de utilidad para cualquier empresa y a menudo se olvidan en la práctica. Los animo a que vean el documental y decidan si ustedes también habrían querido su avión o al menos, si son más de Pepsi o de Coca-Cola. Feliz Año.