Lecciones aprendidas

MERCADOS

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen JOHANNA GERON | Reuters

17 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Es tal el trastorno experimentado por la economía, tras la sucesión de golpes inesperados de los últimos años, que no es fácil llamar la atención sobre algunos fenómenos recientes que inducen algunas notas de optimismo en el complejo panorama. En el caso español, por ejemplo, siguen llegando buenas noticias del mercado de trabajo, con el paro por debajo de los niveles prepandemia y los contratos indefinidos en clara expansión. El déficit público se mantiene en niveles altos —6,7 % del PIB—, pero claramente por debajo de las predicciones. Y el turismo internacional se acerca ya al 80 % de las cotas del 2019, algo fundamental para un país como el nuestro.

También en el ámbito de la economía internacional se registran, junto a la conocida sucesión de desastres, algunas buenas noticias. Destacaré dos, con el elemento común de ser consecuencia de procesos de aprendizaje: la nueva actitud de la Unión Europea ante las crisis y la evolución reciente de las entidades financieras. Se supone que aprendemos de nuestros errores, lo que va depurando y haciendo más racionales nuestras decisiones. En la política económica y el comportamiento de las empresas muchas veces así ocurre; pero no siempre, pues en contra de ello juega el paso del tiempo y el factor de olvido.

Cabe recordar que hace más o menos una década —entre el 2008 y el 2013— nuestras grandes preocupaciones económicas tenían que ver con los dos fenómenos mencionados. La gran crisis financiera se originó en excesos como el de la «regulación de toque ligero», que se había impuesto en la fase previa. Y la UE se empeñó en afrontar la llamada Gran Recesión con las tristemente célebres recetas de austeridad (bajo la ilusoria idea de una «austeridad expansiva»), que no crearon sino más contracción económica, dolor y malestar social.

Ahora es distinto. Frente a la crisis pandémica, Europa dispuso una visión y un programa político muy diferente, levantando un macroprograma de inversiones dirigidas hacia la transformación productiva, abriéndose a la deuda mancomunada y posponiendo el cumplimiento de las reglas del Pacto de Estabilidad. La reforma de esas reglas es ahora mismo la gran cuestión a resolver en el continente, y todo indica que va por el buen camino: la prueba sería el plan hispano-holandés (un consenso entre las antiguas «cigarras y hormigas» de aquella historia que tanto mal hizo) dirigido a fijar unas normas rigurosas pero no asfixiantes y con un claro sentido anticíclico y de reciprocidad.

En cuanto a las finanzas, hay una novedad tan interesante como poco divulgada: un reciente documento del Fondo Monetario (The Global Bank Stress Test, abril 2022) revela los resultados de las pruebas de esfuerzo realizadas a 257 bancos en 29 países (representando el 70 % de los activos bancarios mundiales). La principal conclusión es que en su conjunto han fortalecido significativamente su capital y, en términos más generales, se han hecho mucho más resilientes. Es la consecuencia de las reformas llevadas a cabo en Europa y Estados Unidos, dirigidas a fortalecer la regulación para evitar nuevos colapsos como los del 2008. Algo de gran importancia, pues mejor no pensar qué hubiera ocurrido en el 2020 de haber sobrevenido una crisis financiera.

Parece que algo hemos aprendido. Con las lecciones aún recientes, parece que aún somos capaces de hacer que brillen en la oscuridad algunas potentes luces. Aunque a veces no las sepamos ver.