El multimillonario que empezó con un muestrario y una maleta

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Rafael Domínguez de Gor, una de las grandes fortunas que se han forjado en la industria textil española, es el impulsor de Mayoral, la enseña de ropa infantil

05 dic 2021 . Actualizado a las 10:07 h.

Forma parte de ese puñado de grandes fortunas que se han forjado en el seno de la industria textil española. Toda una potencia. Al calor de la expansión de sus enseñas. En casa, y por el mundo adelante. Un selecto club en el que figuran Amancio Ortega, fundador de Inditex; Isak Andic, creador de Mango; Alberto Palatchi, de Pronovias; o Thomas Meyer, fundador de Desigual.

Puede que su nombre no les suene tanto como los anteriores. Sobre todo por estas latitudes del norte. Mucho más en las del sur, claro, su tierra natal. Hablamos de Rafael Domínguez de Gor (Málaga, 1937). Si les digo cómo se llama su empresa tampoco creo que los saque de dudas: Indumenta Pueri. Pero, si les desvelo el nombre de su marca comercial, ya es otra cosa: Mayoral, la enseña de ropa infantil.

Seguro que no hace falta que les relate los orígenes de Inditex. Aquello de los batas y de Confecciones GOA (las iniciales de Amancio Ortega Gaona, pero al revés), historia que han podido leer esta misma semana en las páginas de La Voz con motivo de la llegada de Marta Ortega a la presidencia de la multinacional gallega. Pero sí que les cuente que el germen de lo que hoy es Mayoral fue una pequeña fábrica de medias y calcetines —Domínguez Toledo, se llamaba— fundada por el abuelo de Rafael en 1941 en Yunquera, pueblo malagueño que ya en el siglo XVIII contaba con una industria pañera de cierto peso.

Fue su padre quien dio el siguiente paso, con las 7.000 pesetas que le dio su madre cuando dejó Yunquera para buscarse la vida en Málaga y continuar allí con el negocio junto a sus hermanos en una vieja factoría textil. Al frente estuvo hasta 1966, cuando Rafael, que siguiendo la tradición familiar estudió Ingeniería Industrial Textil en la Universidad Politécnica de Barcelona, dejó su trabajo en otra firma del sector, Intelhorce, y se hizo cargo del negocio. Facturaba entonces nueve millones de pesetas. No ganaba dinero, pero sí tenía clientes. Y a ellos se agarró Rafael para tirar del carro. A eso y a su ímpetu. Ese que lo llevó un buen día a meter un muestrario de ropa infantil en una maleta y plantarse en Alemania para recorrerse el país e intentar vender sus prendas. Y eso que no sabía hablar alemán. Ahora lo domina. Y otros cuatro idiomas más.

Hoy, ochenta años después de que la historia de Mayoral echara a andar en la pequeña localidad de Yunquera, las ventas de la compañía superan de lejos el listón de los 300 millones de euros, está presente en más de 100 países y tiene una plantilla que sobrepasa los 1.500 trabajadores. Y se han convertido, además, en uno de los inversores más activos de la Bolsa española, con participaciones de calado en varias empresas del Ibex que suman 400 millones.

Pero a él nunca le importó lo grandes que fueran, sino «hacer las cosas bien, porque así se puede luego crecer y ganar dinero. Si se lleva bien un negocio, todo lo demás llega por añadidura. Si solo se busca ser más grande o ganar más dinero, a medio plazo te estás equivocando. Hay que hacer las cosas bien», ha contado en más de una ocasión. Voraz lector y apasionado de la aviación —es piloto— es también un enamorado del tenis, Tanto que se hizo construir una pista en la terraza de su empresa para practicarlo. Es profeta en su tierra. Tiene hasta una glorieta con su nombre en Málaga. Dejó la primera línea hace ya tiempo, cediendo las riendas sus hijos. Pero es de los que no paran quietos.

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