De «fish», «chips» and «ships»

Álvaro Galiñanes

MERCADOS

Barco cargado de contenedores en la ría de Vigo.
Barco cargado de contenedores en la ría de Vigo. M.MORALEJO

Las razones de por qué no vamos a un escenario de estanflación, como temen algunos

21 nov 2021 . Actualizado a las 12:04 h.

Fish and chips es el nombre con el que se conoce a un plato a base de pescado, normalmente bacalao y patatas fritas, que durante décadas ha sido uno de los iconos de la comida rápida inglesa. No hay mucho consenso sobre cuándo se empezó a popularizar, pero es tan antiguo que hasta Charles Dickens menciona una casa de «freír pescado» a mediados del siglo XIX y ha sido exportado a medio mundo anglosajón durante años. Allí donde se instaura, se mantiene en su versión más original o se sustituye el pescado por alguna variante local y se sigue sirviendo con una salsa salada y, para mi gusto, demasiado avinagrada. Lo que nadie duda es que ha sido uno de los iconos de la comida británica, como lo es el solomillo Wellington o el té de las cinco acompañado de sándwiches de pepino.

Empiezo hablando del Reino Unido porque es donde se ha hecho muy patente la carestía de muchos productos. Fenómeno que se ha producido en muchas cadenas de supermercados con lineales vacíos de muchos bienes de primera necesidad o colas interminables de gente intentando repostar sus vehículos en estaciones de servicio. Cierto es que, en el caso del Reino Unido, se trata de algo amplificado por el brexit, por la escasez de conductores cualificados en protesta por las condiciones de trabajo y bajos salarios o por nuevos rebrotes de la variante delta que invitaban a quedarse en casa de nuevo. Sea como sea, lo sucedido es más propio de mundos distópicos y no de una economía de mercado que sobre el papel cuenta con recursos infinitos, bajos costes de producción, mercados casi autorregulados y, sobre todo, bajísimos precios.

¿Es esto un fenómeno solo de la gasolina o el papel higiénico? Claramente, no. Hablando de chips electrónicos me sirve como ejemplo de lo que está pasando la rueda de prensa de una compañía europea «de bandera», de esas de las que todos tenemos algún producto en casa. En la última presentación de resultados, el consejero delegado de la empresa anuncia un recorte de sus perspectivas de crecimiento de ventas y beneficios para este año y ve como una dificultad de primera línea los problemas de la cadena de suministro mundial. Concretamente, y a pesar de la recuperación del consumo pospandemia, las ventas de la compañía entre los meses de julio y septiembre cayeron por la escasez de componentes electrónicos, y reconocen que no van a poder hacer frente a los pedidos de productos que van desde cepillos de dientes eléctricos hasta sistemas de monitorización de pacientes de última generación porque no hay suficientes chips. Y porque los pocos que llegan, llegan tarde y a precios caros.

 Aquí es donde aparece otro foco de problemas, los barcos (ships en inglés). Si hacen un poco de memoria recordarán que a causa de la pandemia tuvieron que echar el cierre varios puertos de contenedores y entre ellos uno de los tres mayores de China. Si esta situación ya dificultaba el tránsito marítimo, uno de los mayores buques de contenedores del mundo, de pabellón panameño, encalló en el Canal de Suez a finales del mes de marzo y provocó una situación de colapso inimaginable, con colas de más de 500 embarcaciones sin poder llegar a su destino. Además de que hay retrasos de semanas o meses, el coste del transporte se ha multiplicado exponencialmente, de tal manera que el coste para un container estándar ha pasado de costar unos 1.400 dólares en enero de 2020 a los más de 10.000 dólares del mes de octubre de este año.

Ralentización de la producción y aumento de los precios es lo que muchos están aprovechando para hablar de un fenómeno del que no habíamos hablado en años y es el de la estanflación. Situación en la economía que se caracteriza por un estancamiento económico a la vez que persiste el alza de los precios y, como consecuencia de ello, normalmente, un aumento del desempleo, escenario que ya les adelanto que creo que no se va a producir. Este término que mezcla «inflación» y «estancamiento» fue acuñado por Ian Macleod ante la Cámara de los Comunes a mediados de los años sesenta, cuando la economía mundial estaba atravesando uno de los momentos más críticos e hizo mención expresa a la concurrencia de ambos fenómenos. Eso era en los años 70, cuando las cosas, seamos sinceros, eran radicalmente diferentes a como son ahora. Ahí van algunas cifras: tomando como referencia datos norteamericanos, en esa década nos encontramos con una economía con un desempleo persistentemente por encima del 5 % y con períodos sobrepasando tasas del 10 %. Con una inflación promedio de la década por encima del 7 %, marcando máximos del 15 % en abril de 1980. Con caídas de los salarios en términos reales y, seamos sinceros, con la productividad empresarial por los suelos en la antesala de la era digital.

En el 2020, las principales variables son distintas. El desempleo es verdad que ha repuntado hasta tasas del 15 % en el peor mes de la pandemia, pero venía de una media por debajo del 4 % y bajó rápidamente de nuevo hasta tasas del 4,8 %. Durante la última década, la inflación ha estado más tiempo por debajo del objetivo del 2 % marcado por la Reserva Federal y solo en los últimos meses ha empezado a escalar hasta el 5,4 % el pasado septiembre. Los salarios en términos reales no han dejado de subir desde principios de los 80 y, lo más importante, un aumento de la productividad real como nunca en la historia habíamos visto debido a la computación en la nube, a las aplicaciones de los móviles, al Big Data, a la Inteligencia Artificial, a Internet de las Cosas y todo lo que está haciendo que estos años sean tan diferentes, sobre todo, en el comportamiento de los precios.

Nunca uno puede aseverar que algo no va a pasar en economía. El precio del transporte y de las materias primas ha subido como lo ha hecho en otros momentos de la historia y luego se ha relajado conforme la oferta y la demanda se han ajustado y eso no implica que vayamos a tener desabastecimiento. Es más probable que tengamos escenarios de crecimiento más o menos moderados que no de estancamiento y, además, con inflaciones algo más altas de las que hemos visto hasta ahora, pero lejos de ser preocupantes. Recuerden además que venimos de años de inflaciones muy bajas y de estar muy preocupados por lo contrario, porque la economía no tiraba y los precios anticipaban deflación.

Como les decía al principio, fish and chips era un plato más común hace unos años y venido a menos hoy en día, que tuve la oportunidad de probar siendo muy adolescente y que, ya por entonces, me resultó igual de desabrido de lo que me resulta hoy en día, sobre todo cuando aquí tenemos nuestros soldaditos de Pavía que tantas veces he disfrutado, entre otros muchos templos del buen pescado, en tierras viguesas.

 Álvaro Galiñanes es director de Inversiones de Santander Private Banking Gestion