Los datos oficiales que permiten acercarse a la medición de este problema, tan debatido socialmente, revelan una pérdida neta moderada, y muy inferior a la de otras comunidades del ránking que salen perdedoras, como son Castilla y León, Extremadura o Asturias: así lo refleja un informe elaborado por el Foro Económico de Galicia
10 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Para poder aproximarse de forma correcta a este fenómeno tenemos que partir de la premisa de que no toda la movilidad de personas entre territorios es negativa. En efecto, la movilidad deseada o voluntaria genera externalidades positivas, potencia el flujo de ideas, conocimientos y posibilita un mejor ajuste del mercado laboral. El problema surge cuando la citada movilidad es forzada y afecta a la población de 19 a 34 años (o incluso hasta los 44 años) y con estudios universitarios, puesto que las posibilidades de retorno son muy limitadas. En este último caso deberíamos preguntarnos en que situación quedaría Galicia; una comunidad autónoma en la que esta emigración puede hacer más daño que a otras, debido a su envejecimiento poblacional, las bajas tasas de natalidad y un menor porcentaje de población con estudios superiores.
Una primera aproximación para conocer la incidencia real de este fenómeno sería a través del saldo migratorio neto, esto es, la diferencia entre inmigrantes e emigrantes para la cohorte señalada con estudios universitarios para los últimos veinte años en Galicia. No obstante, no hay información oficial que permitan responder a esta cuestión. Esto exige acercarnos a esta realidad a través de estadísticas y estudios indirectos para intentar dar respuesta a esta pregunta de la forma más ajustada posible.
La Estadística de Variaciones Residenciales del Instituto Nacional de Estadística permite señalar cómo Galicia, entre 2011 e 2019, presenta un saldo migratorio neto positivo, esto es, que las entradas superan a las salidas, pero negativo con el resto de España y positivo con el extranjero. A partir de la estadística de Movilidad del Mercado de Trabajo de Agencia Estatal de Administración Tributaria, se comprueba cómo entre 2016 y 2018 Galicia muestra un saldo migratorio neto negativo, puesto que llegaron a salir anualmente hasta más de 2.500 trabajadores que los que entraron, siendo Madrid y Cataluña su destino preferente.
Haciendo un cruce entre ambas estadísticas, con la debida cautela, se puede concluir que el 37 % de las salidas recogidas en las variaciones residenciales en Galicia se deben a cuestiones de naturaleza laboral, mientras que el 27 % de las entradas responderían a estos mismos motivos. Centrando nuestro análisis en los estudios previos, entre 2003 y 2010, un 47 % de las personas que salen de Galicia tienen menos de 29 años y un 12 % tienen estudios universitarios, focalizando la salida hacia Madrid y Cataluña. A partir de los Censos de Población de 2001 se puede obtener como en Galicia se produce una pérdida neta del 2 % respecto a la población nativa con estudios universitarios residente en Galicia. En 2011 la pérdida neta sería del 7 %. Aún con todo, Galicia está lejos de los resultados obtenidos en otras CCAA como Castilla y León (24 %), Extremadura (14 %) o Asturias (13%). Por lo tanto, en Galicia esta pérdida es moderada, puesto que dentro del ránking de CC.AA. que pierden, nuestra comunidad es la quinta que menos lo hace.
En consecuencia, no se puede responder con rotundidad a si en Galicia se produce una pérdida neta de universitarios, porque faltan estadísticas que recojan los datos referentes a los movimientos de población con el extranjero, donde Galicia reflejaba un saldo migratorio positivo. Sí se puede responder a esta cuestión para los movimientos con el resto de España, si bien las últimas cifras disponibles se refieren a 2011. En cualquier caso, esta salida neta de jóvenes universitarios supone para Galicia unos costes relevantes, como aquellos derivados de la formación universitaria de los egresados que emigran, los niños y niñas que dejan de nacer o las empresas que no se crean. Desde una perspectiva económica y social, desearíamos que el saldo neto arrojase un signo positivo. O, dicho de otra forma, que entrase más capital humano formado del que sale.
¿Qué recomendaciones podemos realizar? En primer lugar, es necesario contar con estadísticas oficiales que permitan una aproximación a la fuga de talento. Mientras no se cuente con ellas, no se podrá conocer la verdadera intensidad de este fenómeno. En segundo lugar, es preciso mejorar los hard factors, esto es, las posibilidades de empleo y las condiciones laborales, no solo salariales sino también de flexibilidad y conciliación o de proyección de la carrera profesional. Además, habría que trabajar para que los soft factors, especialmente aquellos derivados de la oferta de servicios públicos, como los educativos o los socio-sanitarios que oferte nuestra comunidad autónoma sean lo suficientemente atractivos como para retener y atraer a ese talento.
Alberto Vaquero García. Grupo GEN de investigación- Universidad de Vigo