La reconstrucción

MERCADOS

04 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Millones de europeos, cuando hablan de su territorio, lo definen como su país. Pienso en escoceses, galeses, o en aquellos franceses que viven en sus regiones naturales, como los Países del Loira o los del País de Auge, entre otras. Todos ellos tienen un sentido de pertenencia a un grupo humano, a una cultura, a unas tradiciones compartidas. Algunos tienen una lengua que les diferencia, otros no, pero a todos les une el vínculo, la empatía social con el que tienen a su vera, sea cual sea su condición social o su ideología. Por ello, entiendan que cuando muchos hablamos de Galicia nos refiramos siempre a ella como nuestro país. No tiemblen por ello. España también es nuestro país, pero el core capital o el Tier 1, es Galicia.

A nadie se le escapa que toca reconstruirla, cuando no redefinirla, y en ese proceso, en el que estamos inmersos, lo primero es reafirmar nuestro contrato social. Al hacerlo, la apuntalamos como construto social, es decir, como sistema social, en donde los agentes, nosotros, accedemos a comportarnos como si existiera lo que no existe. Y con ello, conseguimos que lo que no existe, pase a existir. Esto es lo mágico de nuestro comportamiento.

Estrella Galicia podría hacer una nueva fábrica en Andalucía, sería lo natural para su logística en el sur, pero decide que su crecimiento será en Arteixo. Lo mismo Inditex. Todas las autonomías le harían la ola, y muchas hasta le regalarían el suelo, pero decide, pagándolo a precio de oro, comprar suelo industrial en Laracha. También podríamos hablar de Cortizo, Finsa, Losan, Aluman, Altia, Vegalsa, Gadisa, Egasa y muchas más. Galicia, para la mayoría de nuestros líderes empresariales, no es lo que no existe, todo lo contrario, es el core de su existencia. La primera verdad que debemos tener clara es que en este país existe un ejército de empresarios que nunca permitirá que su cuenta de resultados doblegue el vínculo que tienen con su país.

La segunda verdad es que Galicia ha sido durante mucho tiempo territorio hostil para la inversión privada. Hemos hecho grandes avances, pero el camino que nos queda es inmenso. Lo es por una razón que todavía no ha arraigado. Si deseamos que la administración no sea el freno de mano de la inversión privada debemos adelgazarla. Y no es tanto reducir el número de funcionarios como desmontar el ejército de normas que anulan al emprendedor más débil y ralentizan al asentado.

La tercera verdad es que el futuro necesita de todos sus factores básicos: tierra, talento y capital financiero. La regulación de los dos primeros pasa por el tamiz legislativo del Parlamento de Galicia. El tercero emana del Banco Central Europeo. Curiosamente, el factor sobre el que menos actuamos es el que mejor funciona. Feijoo ha de tener la valentía necesaria para ser disruptivo, tanto en el desarrollo de nuestra estructura territorial como en la creación del capital humano que necesitará Galicia. Existe un problema en la oferta y no alcanza a ver la gravedad del mismo. La cuarta verdad es que nadie alcanza la meta que no desea alcanzar ¿Sabe Feijoo hacia dónde queremos ir? Intuyo, solo intuyo, que tiene clara la meta. Aunque ignoro si es consciente de los peajes a pagar. De lo que tengo certeza es que Galicia no está preparada para rentabilizar la nueva agenda económica europea y sin ella, no habrá reconstrucción y mucho menos, redefinición.