Todo cambia

Venancio Salcines
Venancio Salcines PRESIDENTE DE EF BUSINESS SCHOOL

MERCADOS

26 may 2019 . Actualizado a las 05:04 h.

Esta columna vuelve a caer en día electoral, así que va a tener que permitirme que evite hablar de Galicia o de España. Lo que sí toca es hablar de China. Alguno pensará: ‘¿Y de Estados Unidos?’ Bueno, pudiera ser, pero mucho más de China. ¿Por qué? Porque entendiendo qué es lo que está pasando en Pekín podremos comprender qué es lo que ocurre en Washington. Y lo primero es que no estamos ante una guerra comercial, nos encontramos ante algo mucho más profundo, una redefinición del tablero mundial.

«Todo cambia. Cambia lo superficial. Cambia también lo profundo. Cambia el modo de pensar. Cambia todo en este mundo. Cambia el clima con los años. Cambia el pastor su rebaño», cantaba la argentina Mercedes Sosa por los teatros de América. Y así como todo cambia, que cambie la política exterior de Estados Unidos tampoco debe ser extraño. Nos han vendido que el discurso de Trump es para contentar a los votantes blancos del cinturón de óxido, ese conjunto de doce estados industriales que tuvieron su apogeo hace cuatro décadas. Y es cierto. Este ataque a China le aportará más popularidad, más votos, pero dudo que más bienestar.

Trump ha ubicado la tasa de paro en su posición más baja en cincuenta años y a esa situación de pleno empleo no se escapan los viejos estados industriales. Por tanto, olvídese de algunos conceptos. No estamos ante una guerra tarifaria, ni ante un intento de reequilibrar el déficit comercial norteamericano. Lo que menos desean en estos momentos es un exceso de demanda interior; no olvidemos que están al borde de una inflación incomoda. Por tanto, una vez más, nada es lo que parece o nos quieren hacer ver. ¿De qué hablamos entonces? De un cambio en las reglas de juego internacionales.

Washington ya asume el peso económico de China, lo que no está dispuesto a permitir es que el león de Pekín camine por el mundo como si fuera una oveja despistada. Toca sacar caretas, opinan, y exigirle que se comporte como lo que realmente es, una economía al borde del pleno desarrollo. Tan al borde que un chino tiene hoy la misma renta per cápita que un español en el año noventa. ¿En aquel momento pensaba que España aún estaba en vías de desarrollo? Pues eso, de eso hablamos. Otro dato, en 1994, España y China tenían prácticamente el mismo PIB. Nosotros, superada la crisis de ese año, empezamos al siguiente una estela de máximo crecimiento, que nos llevó a las altas cotas de bienestar del año 2007 u 2008. Fuimos un galgo entre las economías desarrolladas. Pues, con todo, China es hoy diez Españas.

En muchos aspectos, aún seguimos pensando que son lo que eran hace treinta años: la fábrica del norte desarrollado. Ignoramos que, entre las quince empresas de mayor facturación del mundo, trece son estadounidenses y las otras dos chinas. Pero, vayamos al talento. Si consultamos el ránking de las universidades jóvenes (las que tienen menos de cincuenta años, la mayoría de las españolas) y observamos las diez mejor situadas, veremos que seis son asiáticas y dos de China. La segunda mejor del mundo, entre las jóvenes, es la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong. Por cierto, se creó en las mismas fechas que las universidades de Vigo o de A Coruña. La española mejor posicionada es la Pompeu Fabra de Cataluña, número diecisiete. Lógicamente, ninguna institución académica puede estar en esa posición de prestigio si detrás no hay una apuesta titánica por la ciencia y la innovación. China hoy es conocimiento, tecnología, mercado, producción, líder militar, es la otra potencia, es el dragón volador, el que se come a las águilas dormidas.