«A cabeza pedíanos facela no sur, o corazón aquí»

F. Fernández REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Santi M. Amil

El ingeniero lucense Fernando Pereira está detrás de la mayor planta fotovoltaica de Galicia, en Vilardevós

18 nov 2018 . Actualizado a las 16:43 h.

El ingeniero lucense Fernando Pereira se hizo medio famoso a finales del 2015 cuando apareció en este periódico como ejemplo de autoconsumidor doméstico. Su casa de piedra y tejado de pizarra, a las afueras de Lugo, tiene luz gracias a los paneles que transforman los rayos del sol en energía eléctrica, y explicaba entonces qué tal le iba en el mundo renovable. Estaba encantado, pese al impuesto al sol.

Pereira, que también se dedica a diseñar y montar instalaciones de autoconsumo en viviendas y empresas, reaparece ahora, pero como promotor, junto a otro socio emprendedor, de la mayor planta fotovoltaica de Galicia, que está cobrando forma en el concello ourensano de Vilardevós. Contará con 5.550 paneles, que sumarán 1,5 megavatios de potencia, capaces de producir 3.000 megavatios hora al año. Se venderán todos al mercado, es decir, no será de autoconsumo. Tal cantidad de electricidad podrá alimentar a los habitantes de un millar de viviendas.

Suena bien, pero ¿una planta fotovoltaica tan grande en Galicia, en el país -cada vez menos, la verdad- del orballo y la niebla? «A nosa cabeza pedíanos que a fixésemos no sur, pero o corazón (e a Consellería de Industria) dicíanos que non, que tiña que estar aquí, en Galicia», confiesa Pereira. El emprendedor explica que si los paneles lucieran en las comunidades más soleadas producirían un 30 % más de energía. Pero se han quedado en Galicia. Y no en cualquier parte elegida al azar. La empresa Raiola Future eligió la zona cero solar, con un índice de radiación similar al que registra el centro de la península. Y está situada en la esquina sureste, delimitada por Zamora y Portugal. Ahí está Vilardevós.

El impulso definitivo al proyecto que le rondaba a Pereira y a su socio desde hacía tiempo se produjo el año pasado, cuando consiguieron triunfar en una de las dos subastas de renovables organizadas entonces por el Gobierno. La empresa consiguió en ella incentivos económicos para producir energía fotovoltaica con 1,5 megavatios instalados. Ese apoyo les garantiza una retribución mínima en caso de que el precio de mercado baje de un suelo. «A poxa deunos a oportunidade de demostrar que somos capaces de facer o proxecto», celebra el emprendedor.

Los beneficiarios de la subasta están obligados por el Gobierno a que las instalaciones entren en funcionamiento antes del 2020. La planta de Vilardevós lo hará mucho antes, a tenor de las previsiones de su propietario: las obras arrancaron en septiembre y finalizarán en diciembre. A partir de ahí, verterá energía a la red en cualquier momento del 2019.

Hablando de dineros: la planta precisará una inversión que va de 1,2 millones de euros a 1,5 y que les prestará un banco. Fernando Pereira asegura que no tienen subvenciones, pero sí mucho apoyo, no solo moral: el de la Consellería de Industria, que les ha tendido una alfombra para facilitar los trámites administrativos; el de la entidad financiera que les presta el dinero en condiciones asumibles; y el de los vecinos de Vilardevós, que están encantados con la iniciativa.

El empresario no dice cuánto dinero ganarán con la producción de energía de la instalación, pero sí aclara que, si todo va como tiene que ir, en diez años habrán amortizado la inversión.

La cosa pinta tan bien, que la cabeza de este ingeniero no para. Ya está pensando en la siguiente aventura: otra planta fotovoltaica en Vilalba, que suministrará electricidad a un solo cliente, sin que la producción pase antes por el mercado. Esta modalidad es lo que se conoce como contrato bilateral de compra venta de energía (Power Purchase Agreement (PPA), para los más entendidos). Fernando Pereira no quiere desvelar todavía quién será su cliente: «Dígocho nunha semana», promete. A ver.

El autoconsumo y los PPA acabarán revolucionando el mercado, pues son las vías de escape para liberarse poco a poco de las garras de las grandes empresas que generan, distribuyen y comercializan los preciados kilovatios.