¿Y si la solución fuera el hidrógeno?

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto REDACCIÓN / LA VOZ

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Hyundai se convierte en el primer fabricante que matricula en España un coche con pila de hidrógeno; la huella de carbono es la gran asignatura pendiente de esta tecnología

15 oct 2018 . Actualizado a las 00:46 h.

Hyundai ha sido la primera marca en matricular un coche con pila de combustible de hidrógeno en España. El Nexo, que empezará a comercializarse antes de final de año, cuenta con la mayor eficiencia en este tipo de vehículos a nivel mundial, con un tiempo de carga de solo 5 minutos y una autonomía máxima estimada de 666 kilómetros (según el nuevo ciclo de homologación WLTP, más ajustado a la realidad que el NEDC que regía hasta ahora). Diseñado específicamente con un claro objetivo de rendimiento (con una arquitectura que proporciona una mejora en la relación potencia-peso, aceleración más rápida y mayor espacio en el habitáculo), el Nexo tiene un diseño futurista estilo SUV y lo único que sale por su tubo de escape es agua. Incluye los últimos asistentes de ayuda a la conducción y una gran pantalla digital recorre todo el salpicadero, al estilo de las que utiliza Mercedes en sus últimos modelos.

Hyundai lleva años investigando para liderar la industria de la tecnología ambiental regenerativa. Tras el éxito del ix35 de pila de combustible, que fue el primer vehículo de este tipo fabricado en serie a nivel mundial, en el Nexo se han mejorado aspectos como aceleración, potencia, rendimiento y autonomía.

Los coches con pila de hidrógeno ofrecen muchas ventajas respecto a los automóviles basados en baterías de iones de litio (Li-ion). Al igual que estos, lo que mueve las ruedas es un motor eléctrico, pero en la pila se produce una reacción denominada electrólisis inversa (al juntarse hidrógeno con oxígeno) que genera energía. El combustible (hidrógeno) consumido se convierte en agua, que al no ser contaminante se desecha sin provocar efectos nocivos en el medio ambiente.

Mientras los coches eléctricos convencionales no superan los 500 kilómetros de autonomía, en el caso de los que utilizan la tecnología de la pila de combustible ya hay modelos en el mercado que pueden recorrer el doble. El tiempo de carga de los primeros oscila entre una hora y más de diez, dependiendo del tipo de cargador utilizado y la potencia contratada, mientras que la recarga de hidrógeno comprimido apenas lleva 5 minutos. Se realiza, además, a través de una manguera, aunque algo diferente a las tradicionales de gasolina.

En contrapartida, el tanque de hidrógeno resta espacio al maletero y, por otra parte, el precio de estos vehículos es considerablemente mayor al de los eléctricos de ión-litio: alrededor de 60.000 euros los modelos que ya están en el mercado (en Japón, Estados Unidos y algunos países europeos como Alemania), como el Toyota Mirai. Además, actualmente la infraestructura de puntos de recarga de hidrógeno es prácticamente inexistente en España, lo que limita mucho las posibilidades de utilización de unidades de este tipo.

Cambio climático

El hidrógeno es un medio limpio y eficiente para producir electricidad, no vulnerable a las fluctuaciones en la oferta de suministro como el petróleo. Además de no generar emisiones de CO2 al utilizarse, presenta también mayor densidad de potencia que las baterías eléctricas, y es fácil de transportar y almacenar. Se puede utilizar no solo para proporcionar energía a los vehículos -particulares y también autobuses, taxis, carretillas elevadoras y otros-, sino también a los hogares. No es una tecnología nueva y basta recordar que la misión del Apolo XI que llevó al hombre a la Luna incluía pilas de combustible para generar agua.

Con el cambio climático como una de las mayores amenazas que se ciernen sobre el planeta -esta misma semana el panel intergubernamental de la ONU alertaba de que estamos alcanzando la fecha límite o de no retorno para evitar la catástrofe e instaba a «cambios sin precedentes» para limitar el calentamiento global a 1,5 grados- y el sector del transporte como principal responsable, el hidrógeno aparece como una solución esperanzadora para conseguir un mundo más limpio.

Sin embargo, al igual que la generación de la energía eléctrica y de otras alternativas a los combustibles fósiles (GNC, GLP) no es totalmente limpia, sino que lleva aparejada una importante huella de carbono, la fabricación de hidrógeno tampoco es verde cien por cien. El hidrógeno se obtiene principalmente del gas natural, y lógicamente su extracción y procesado implican liberar ingentes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. Si todo el parque automovilístico europeo utilizase hidrógeno, las emisiones se reducirían un 45 %, pero todavía seguiría habiendo contaminación.

La solución es lo que se denomina «hidrógeno verde», es decir, aquel en cuya fabricación intervienen fuentes de energía renovables, como la eólica o la solar. Es la reacción química más sencilla, aplicar electricidad al agua para separar el oxígeno del hidrógeno (electrólisis). Pero aquí entran muchos factores que tienen que ver con los intereses de las grandes petroleras, que también son superproductoras de gas natural y podrían preferir este hidrocarburo como método para conseguir hidrógeno. O de las eléctricas, que de momento ganan la carrera de la era de la movilidad alternativa con las baterías Li-ion.