El negocio del test de los idiotas

Patricia Baelo BERLÍN / LA VOZ

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Unos 90.000 alemanes deben pasar esta prueba cada año para recuperar el carné de conducir, lo que les cuesta unos 2.500 euros de media por intento, un dulce para decenas de firmas

30 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La pesadilla de cualquier conductor alemán tiene tres letras: MPU, la abreviatura de Medizinisch-Psychologische Untersuchung, que significa prueba médica-psicológica. Todo aquel que ha rebasado los dieciocho puntos en su carné, teniendo en cuenta que el sistema germano funciona al revés que el español y cada sanción te suma en lugar de restar, o que ha sido pillado conduciendo bajo los efectos del alcohol o las drogas, deberá pasar el popularmente bautizado como test de los idiotas si es que quiere volver a sentarse al volante.

La medida suele aplicarse cuando la persona es reincidente, salvo que supere los 1,6 gramos por litro de alcohol en sangre, en cuyo caso la retirada del permiso es inmediata. «Los estudios revelan que a partir de esa concentración las probabilidades de volver a conducir ebrio son muy altas», explica Hasso Suliak, miembro del Consejo alemán de Seguridad Viaria (DVR). La norma también afecta a los ciclistas. «El MPU sirve para comprobar que uno es apto para sentarse al volante y no hay dudas sobre sus capacidades físicas, mentales ni de personalidad», agrega.

El test de los idiotas, que hasta finales de los años 90 era obligatorio para todos aquellos que hubieran suspendido tres veces el examen para sacarse el carné, dura entre dos y cuatro horas y varía en función del perfil, es decir, que las preguntas son distintas para alguien que ha sido sancionado por circular de forma rápida y agresiva varias veces que para el que tiene problemas con la bebida. Consta de tres partes: análisis médico, prueba de reacción y concentración realizada por ordenador y, sobre todo, una exigente entrevista psicológica.

«Sin preparación es imposible pasarla», confiesa uno de los peritos de la ciudad de Friburgo, que critica el sistema actual y prefiere mantenerse en el anonimato. Ante preguntas del tipo «¿cómo valora su conducción de entonces?» o «¿cuáles son sus objetivos hoy y hasta qué punto ha cambiado?» no basta un simple deseo mejorar. Los terapeutas esperan respuestas honestas y elaboradas que uno no puede garantizar, a menos que esté convencido de que tenía un problema y esté dispuesto a cambiar su conducta.

En el 2016, 91.185 personas tuvieron que presentarse al test de los idiotas, el 47 % de ellas por consumo de alcohol, seguido muy de cerca por el de cannabis, especialmente creciente entre los jóvenes. Todo ello genera cada año beneficios que superan los cientos de millones de euros en un sector al alza. Aún más, en un país en el que, según cálculos de la Oficina Federal de Vehículos Motorizados, 54 millones de ciudadanos disponen de permiso de conducir, solo el 60 % de los que hicieron el MPU lo aprobaron.

Para prepararse existe una amplia gama de escuelas, instituciones y personas que ofrecen cursos impartidos por psicólogos especializados en tráfico. Algunas serias, homologadas e incluidas en un listado oficial, y otras que no, como las que se publicitan en combinación con programas de interpretación o las que garantizan que devuelven el 100 % del dinero si uno suspende. La competencia es brutal. Una sesión suele costar entre 50 y 100 euros. Teniendo en cuenta que se requiere una media de quince sesiones, la cifra alcanza los 1.500.

A ello hay que añadirle los análisis de orina o pelo que tienen que aportar cada tres meses aquellos con problemas de alcohol o drogas en institutos acreditados para demostrar su abstinencia, y que cuestan unos 200 euros. «Conviene presentarlos durante un año», asegura el psicólogo. Y en última instancia el MPU en sí mismo, con un precio fijo establecido en 402,22 euros, de los cuales el perito apenas recibe unos 90. Si le sumamos las tasas para solicitar la expedición del nuevo carné y, por supuesto, la multa que hay que abonar en tráfico, el coste total ronda los 2.500 euros. Eso sí, siempre y cuando uno apruebe el test de los idiotas a la primera.