El repunte de precios confirma que la construcción se reactiva

S. Lorenzo

MERCADOS

Juan Salgado

Galicia se suma, con una subida media de 10 euros por metro cuadrado, a la recuperación que el conjunto de España había iniciado en el 2016. La vivienda usada ya copa el 90 % de las ventas del mercado gallego

05 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El ladrillo está de vuelta. Las grúas que pueblan el paisaje de las ciudades acreditan una reactivación del sector, que comenzó tímidamente en el 2014 y que ha ido consolidándose. La recuperación es real, aunque se sustenta en cifras tibias.

Suben tímidamente los precios. Repuntan sin alardes las ventas. Y el acceso al crédito sigue favorecido por unas condiciones ventajosas. Los cimientos son modestos, pero firmes, y la coyuntura en la que se mueve ahora la construcción nada tiene que ver con la que permitió inflar los precios y crear la burbuja cuyo estallido agravó en el 2007 la crisis económica más profunda de las últimas décadas. Con las transacciones de vivienda al alza desde hace un par de ejercicios, la nota más positiva que dejó el 2017 para el sector en Galicia fue el repunte de los precios. Pese a que el dato todavía resulta casi anecdótico, porque la subida se limita a 10 euros de media por metro cuadrado, sintetiza la participación de la comunidad de un cambio de tendencia que en el conjunto de España había comenzado un año antes.

Esa brecha entre el mercado gallego y el nacional sigue existiendo. De la misma manera que el hecho de estar sometido a menos fluctuaciones ayudó al gallego a atemperar la caída en los años más duros de la crisis, ahora ese menor dinamismo ralentiza la reanimación del sector. Mientras el metro cuadrado de una vivienda nueva en Galicia se pagaba en el primer trimestre de este año a 1.189 euros, la media española ascendía hasta 1.566 euros. Esto supone que los precios en Galicia son inferiores en un 21,6 % a la cotización cuando detonó la crisis (1.517 euros por metro cuadrado en los tres primeros meses del 2008). En cambio, en el conjunto del Estado esa diferencia respecto a diez años es del 25,5 %. Más claro todavía, un piso de cien metros cuadrados que al inicio de la crisis costaba 151.700 euros de media en Galicia sale ahora por 118.900. Obviamente, se trata de precios medios que no se corresponden con la realidad de ninguna de las siete principales ciudades ni de sus entornos metropolitanos.

La usada aplasta a la nueva

Suben los precios y también lo hacen las ventas. En el 2017 se incrementaron en esta comunidad un 9 %. Pero este repunte encierra un cambio de paradigma en el mercado inmobiliario que afecta a toda España. Porque la realidad es que ese aumento de las transacciones de vivienda nueva se nutre de la demanda de pisos de segunda mano, con una evolución tan espectacular que se basta para neutralizar el descenso de las ventas en edificios de nueva planta y arrojar un saldo positivo en el balance global. Así, mientras la adquisición de pisos nuevos retrocedió el año pasado un 11,5 % en Galicia (con 1.888 transacciones, frente a las 2.133 del 2016), la de vivienda usada escaló un 17,8 % (de 12.837 operaciones en el 2016 a 15.121 en el 2017). Esto arroja una fotografía que retrata la revolución que vive el sector. Aunque en Galicia todavía se venden 12.500 viviendas menos al año que al inicio de la crisis, las operaciones de pisos de segunda mano ya superan en 5.800 las cifras de entonces, mientras las transacciones de nueva planta han descendido de las 17.698 del 2008 a 1.888 en el 2017.

El segmento de segunda mano en Galicia representaba hace diez años el 31,4 % del mercado inmobiliario de la comunidad. Ahora supone el 89 %. En ese vuelco de la demanda parece haberse iniciado un camino sin retorno, aunque los técnicos argumentan que el desequilibrio volverá a nivelarse en la medida en que se inicie más promoción de obra nueva, para lo que demandan más agilidad a los concellos para tramitar las licencias.

La vuelta al ladrillo se nota también en el empleo, con 3.700 puestos en Galicia

La reactivación del mercado inmobiliario trae consigo una recuperación laboral en el sector, aunque el volumen de ocupados aún es la mitad que antes de la crisis

G. Lemos

El estirón del mercado de la vivienda no solo se nota en el crecimiento de las ventas y en los precios de los inmuebles. También tiene su impacto en el mercado laboral. Aunque el ladrillo está aún lejos de las cifras de los mejores años de la burbuja, en los últimos meses los sectores vinculados con la construcción y las actividades inmobiliarias crearon 88.100 nuevos puestos de trabajo en España. Es el dato que se puede extraer del último boletín del Observatorio de Vivienda y Suelo del Ministerio de Fomento, correspondiente al primer trimestre del año. Este, tomando como base los datos del INE, estima que la construcción daba empleo a 1.150.100 españoles en el primer cuarto del año, que se suman a otros 230.100 ocupados en actividades inmobiliarias.

En ambos sectores, el empleo creció en el último año a un ritmo que triplica el promedio del conjunto de la economía. Así, frente a un repunte del 2,3 % de la ocupación respecto al primer trimestre del 2017, en la construcción el incremento es del 6,95 %, siete décimas más que en el sector inmobiliario.

Cifras que, como recuerda el informe de Fomento, están todavía muy lejos de las que se registraron en los años anteriores al pinchazo de la burbuja. Entonces, el 14 % del empleo total en España estaba vinculado de uno u otro modo al ladrillo (un 13 % directamente al negocio constructor y otro 1 % en la actividad inmobiliaria), porcentaje que se ha reducido a la mitad en la actualidad: del total de empleos, el 5,8 % corresponden a la construcción, y el 1,2 % a actividades inmobiliarias.

Esa reducción del peso del sector de la construcción se nota también en el conjunto de la economía. Si hace diez años el negocio de la vivienda, en sus distintas variables, aportaba cerca de un 18 % del PIB español, esa cifra se redujo en los últimos cuatro ejercicios a valores cercanos al 10 % (10,6 en el primer trimestre del 2018).

La mejoría en Galicia

La recuperación del sector dela construcción también se nota en Galicia, aunque con menos fuerza que el conjunto del país. Así, en el último año el repunte de la afiliación en las ramas de actividad vinculadas al ladrillo rozó el 5 % en la comunidad, lo que se tradujo en la creación de 3.681 puestos de trabajo netos. El volumen total de afiliados en esta rama se situó en junio en 81.125, frente a los 77.444 del mismo mes del año anterior. Muy lejos, eso sí, de los más de 151.000 que se contabilizaban en el verano del 2007, justo antes del crac.

Aunque todas las ramas de actividad del sector están en positivo, el mayor crecimiento del empleo se da en las actividades de construcción especializada, esto es, no en la edificación pura, sino en empresas que se encargan de trabajos preparatorios (como la demolición y preparación de terrenos para nuevas construcciones) o auxiliares (instalaciones eléctricas o de fontanería).

Los sueldos, al alza

La mejoría del sector inmobiliario no se mide solo en el crecimiento del empleo, sino que también se traduce en una mejora de las condiciones laborales. Así, según la última encuesta de coste laboral publicada por el Instituto Nacional de Estadística y que recoge los datos del 2017, la nómina media de un empleado gallego de la construcción se incrementó en un 2,3 % el año pasado, hasta los 19.854 euros brutos por ejercicio.

Una situación que contrasta con la que las estadísticas dibujan en el conjunto de España, donde los sueldos en la construcción no solo no mejoraron, sino que cayeron un 0,7%. Pese a ese retroceso, el salario medio (de 22.108 euros) sigue estando sensiblemente por encima del gallego, con una brecha del 11%. 

Las asignaturas pendientes del urbanismo en Galicia

 Carlos Hernández López Abogado, socio de Antas Hernández Vento

La aprobación de un plan básico autonómico (PBA) es uno de los hitos que los medios y la propia Xunta han saludado como fundamental en el devenir del urbanismo en nuestra comunidad. A la espera de conocerlo en su integridad, y de un estudio más profundo del documento, no negaremos la utilidad que este PBA pueda tener como inventario de los núcleos de población y como marco normativo residual al que acudir en supuestos límite como son los de los de ausencia de planeamiento. Pero dejemos de prestar atención al dedo del sabio para fijar nuestra atención en lo que este señala: la luna.

El urbanismo no es una mera técnica regulatoria de la ocupación del suelo. Nunca lo ha sido, y menos lo será en las sociedades del futuro, cuyos ejes definitorios serán la movilidad, la interconexión y el conocimiento. Atrás han quedado las sociedades industriales con sus legiones de obreros vinculados a una fábrica de por vida, que demandaban servicios de proximidad y para siempre. El futuro será (lo es ya) el de sociedades abiertas y cambiantes (la «sociedad líquida» de Bauman), que nos sitúan ante problemas nuevos y complejos y que demandan soluciones también nuevas… y seguramente efímeras.

Si el urbanismo tradicional se fraguó desde y para la ciudad, el urbanismo del futuro (del presente ya) ha de fraguarse desde y para un espacio más extenso: el del hinterland; este es el marco al que referir el plan si quiere ser un instrumento útil o no lo será. Y la realidad es que lo que aporta el PBA en esta dirección no es mucho. A la par que se dedican esfuerzos regulatorios para dotar a todos los municipios de Galicia de planes de urbanismo (me temo que, en realidad, de ordenanzas edificatorias), nos encontramos con las áreas económicamente más dinámicas de Galicia (las nonatas áreas metropolitanas de A Coruña y Vigo) en una situación urbanística simplemente calamitosa, o con las tan celebradas regiones urbanas de las Directrices de Ordenación del Territorio (DOT) sin los planes territoriales integrados (PTI) que allí se contemplaban como necesarios y urgentes. Este es el paisaje lunar que se nos presenta si queremos mirar más allá del dedo del sabio.

Esta, la del planeamiento supramunicipal, es una de las asignaturas pendientes en nuestra comunidad, que no puede ser suplantada por unas renovadas normas provinciales que ponen el foco en el feísmo para recetar respuestas uniformes normalmente centradas en la edificación. El planeamiento territorial es algo más que eso: es la definición de las potencialidades económicas y productivas de grandes espacios; la implantación de equipamientos construidos desde la racionalidad y no desde la competencia y el localismo; el diseño de las redes y medios de comunicación (la imprescindible cobertura universal y eficaz de Internet)…. Es, en definitiva, el impulso que Galicia necesita para ilusionarse con su futuro y reconocerse como actor principal en la construcción de una comunidad avanzada.

Quedan no pocos aspectos sobre los que reflexionar y trabajar. La propia concepción del planeamiento general como enciclopedia que ha de resolver todos los problemas de la ciudad, como si esta fuera ya un cadáver incorrupto, o la trágica ausencia del sector público en el mercado de la vivienda que impide la realización de políticas activas en este mercado. No son cuestiones menores. Urge ponerse a ello.