El «milagro» de la comunicación

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Oscar Vázquez

Los graduados en la Facultade de Traducción de Vigo optan por oposiciones, de enseñanza o a organismos oficiales, o hacerse autónomos; el decano sueña con incorporar chino a la oferta

25 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ser traductor o intérprete es más que pasar palabras de un idioma a otro. Es permitir que dos personas que no se pueden comunicar, lo hagan». Así de difícil es la profesión que define Luis Alonso Bacigalupe, decano de la Facultade de Traducción e Interpretación de la Universidade de Vigo, la única de su perfil en Galicia y una de las más cotizadas en las notas de corte.

Con 1.600 alumnos de grado (tiene tres) y posgrado (cuatro, dos másteres, como el de traducción multimedia, de enorme éxito, o el clásico de comunicación internacional) y unos 175 profesores, en la facultad se enseñan Linguas Extranxeiras (la antigua filología inglesa), Ciencias das Linguas (heredera de filología pero con ramas tan alternativas como estudios lusófonos o escritura creativa) y por supuesto la joya de la corona, Traducción e interpretación. Se llama así, explica Alonso, porque traducir es la versión escrita e interpretar, la oral; son la misma cosa pero requieren capacidades diferentes. En este grado hay cuatro combinaciones de lenguas: a partir del gallego o del castellano se aprende a traducir en francés o inglés; además, se debe estudiar un segundo idioma, alemán (para los de inglés) o portugués (para la rama francesa). A medio plazo, el objetivo es conseguir integrar otros idiomas, como el chino.

Hay un secreto para acceder, que no lo es tanto porque el decano lo repite adónde va: la nota de corte de castellano-inglés, que está en 11,8, se puede soslayar eligiendo otros idiomas, porque «lo que importa son las técnicas de trabajo». Así, si uno va por la rama de gallego-inglés el acceso es de 6,5, y menos si entra por francés. Una persona para que tenga futuro en la traducción tiene que dominar tres idiomas o más; saber castellano e inglés es, en este mundo, insuficiente. Por eso estudian alemán o portugués.

Alonso Bacigalupe reconoce que ahora los estudiantes vienen mejor preparados. «Estoy en clase y a veces le digo a un alumno ‘¡qué acento tan bonito tienes!’, pensando que ha pasado un curso en algún lugar del extranjero, y resulta que tiene ese inglés porque ve series en versión original». Además, «muchos tienen nociones de un segundo idioma extranjero», añade. No es de extrañar, porque si a un joven se le dan bien los idiomas, es probable que vea en ese talento un futuro profesional.

El programa de estudios se divide en dos partes: los dos primeros años se incide en el dominio de los idiomas, y no solo la gramática, sino su uso como herramienta de comunicación -«vivimos en la época de los tuits, no están acostumbrados al desarrollo de las ideas»-; y los otros dos se centran en las técnicas, que no son iguales si la comunicación es oral o escrita. En ambas, Internet y las bases de datos han cambiado las herramientas con las que se aprende.

Los alumnos tienen un gran campo de trabajo. Hay dos caminos principales: unas oposiciones (ya sean a la enseñanza, ya a organismos internacionales) o trabajo como autónomo. Este último «es más irregular, pero en Galicia hay mucho trabajo». Pueden ser desde conferencias de expertos o congresos hasta reuniones internacionales en empresas como Inditex o Citroën. También les requieren a veces como traductores oficiales (hospitales, juzgados o policía), aunque reconoce el decano de la facultad que «las autoridades entienden nuestro trabajo, pero los servicios públicos son un desastre en ese campo». La falta de dinero, recalca, es la clave.

Ante la pregunta de si las máquinas sustituirán a los intérpretes, Luis Alonso lo tiene claro: «Todavía está muy lejos una máquina tipo R2D2, que traduzca lo que hay en el mundo. Una cosa es el botón turista, que está muy bien, y otra muy diferente que esa máquina te permita entender una conferencia sobre la membrana plasmática».

En el centro hay una ratio muy baja de alumnos por profesor, y eso encarece la titulación. | óscar Vázquez

«Tienes que ser curioso y con cultura general»»

Mónica Varela (Alemania, 1973) lleva 17 años trabajando para la ONU como intérprete de la «cabina» de español. Es una de las primeras licenciadas por la UVigo, estudios que completó con un máster en Ginebra becada por la Fundación Barrié. Desde el 2005 reside en esta ciudad. Allí, en la sala de la ONU decorada por Barceló, Varela es feliz: «Conoces de cerca a gente interesantísima», y es un privilegio permitir la comunicación entre personas, aunque es duro «si tienes que traducir la historia de un padre que perdió a su familia en un bombardeo».

El trabajo es estresante, con períodos de tres horas y siempre en parejas: «Estás media hora y después se encarga tu compañero. Aprovechas para salir a estirar las piernas, tomar un café o escuchar la conferencia sin tener que traducir». Y eso que ella, dice, no tiene problema en pasar de un idioma a otro, como tampoco se encuentra ya con gente demasiado difícil de entender: «Lo más complicado es el que habla inglés pero no como lengua materna y tiene mucho acento. Pero te acostumbras».

Uno de los aspectos que más le gusta de su profesión es, además del ambiente internacional de la ONU, las misiones: «A veces tenemos que viajar sobre el terreno», como cuando fueron a la Mongolia interior y en los restaurantes tenían que pedir señalando platos ajenos. Tal vez por eso tenga pendiente estudiar chino, que sumaría al inglés, francés, alemán y ruso que ya domina.

El consejo que Monica Varela da a quienes empiezan es triple: «Esta profesión necesita un buen manejo del estrés, pero además mucha curiosidad y cultura general» porque «aquí vienen a hablar expertos» y hay que saber en qué contexto se mueven.

«Me sé discursos de Obama casi enteros»

A Víctor Barbosa (Ourense, 1995) siempre se le dieron bien los idiomas. Cuando acabó el instituto no sabía qué hacer. Le hubiera gustado estudiar Historia, pero buscó una carrera que tuviese una buena salida laboral. Tenía claro a qué quería dedicarse: «Quería ser profesor». Por eso se decantó por Traducción, donde encontró «materias en las que se aprende mucho y profesores muy buenos en la facultad», aunque eso no ocurre con todas las asignaturas y maestros, claro. Desde su perspectiva, los dos primeros años deberían aprovecharse algo mejor: «Cuando más se aprende es en los dos últimos, y nos quedamos un poco cortos», aunque sí se cumplieron sus expectativas. En la carrera aprendió en qué consiste la labor de traductor e intérprete («en la sociedad siguen siendo profesiones muy poco visibles y valoradas, cuando son imprescindibles») y recuerda especialmente «las clases de interpretación, que son muy duras pero divertidas, se aprende muchísimo. Nos sabemos fragmentos de discursos de Obama casi de memoria».