Burela, en A Mariña, y Montmeló, en el Vallés Oriental, tienen pequeña extensión -7,8 y 4,1 kilómetros cuadrados-, pero notable vigor demográfico: 9.660 vecinos el primero y 8.863 habitantes el segundo. Hubo un momento en que las dos villas, cuando Burela aún pertenecía a Cervo, estaban emparentadas.
14 abr 2015 . Actualizado a las 13:09 h.Lo delatan sus respectivos callejeros: la rúa Leandro Cucurny, en el concello lucense, y la carrer Cucurny, en el municipio catalán. Ambas compartían una misma industria: la fabricación de gres marca Cucurny.
El 30 de diciembre de 1917 se inauguraba, entre los sones de la banda de música y desfile de niños y niñas que ondeaban banderas rojigualdas, el grupo escolar de Cervo. Lo habían financiado, con cerca de 20.000 pesetas, los emigrantes de Buenos Aires englobados en el Centro de Hijos del Partido de Vivero. Cuatro meses más tarde, el alcalde, el maestro Jesús Rey Bouza, inauguraba otro centro educativo en la parroquia más destacada del municipio: la escuela mixta de Burela. Esta vez el artífice tenía apellido catalán. Según proclamaron las autoridades en sus discursos y la prensa en letras de molde, la escuela era fruto de «los trabajos, sacrificios y desvelos» de Leandro Cucurny Sanmartí, propietario de la fábrica de cerámica establecida en la localidad.
Cucurny, que había contribuido a la obra educativa con dinero e influencias -era cuñado de Felipe Rodés, recién cesado en la cartera ministerial de Instrucción Pública-, no asistió a la bendición y apertura del colegio. Lo representó el director de su fábrica, el también catalán Ramón Alsina, quien «habló sobre lo útil que resulta la enseñanza, recomendando a los niños la asistencia y excitando a los padres de familia a que procuren mandar a sus hijos a la escuela».
EL LADRILLO REFRACTARIO
Leandro y su hermano Luis regentaban por entonces el grupo Cucurny, con fábricas en Montmeló y Burela. La compañía la había fundado en 1840 su abuelo Pau Cucurny Delahaye, un catalán de origen francés que está considerado el introductor del ladrillo refractario en España. La fábrica, emplazada inicialmente en Barcelona, fue trasladada después a Hospitalet de Llobregat, al tiempo que diversificaba su producción: materiales para la construcción -baldosas, azulejos, pavimentos...-, envases para licores o recipientes para la industria química. El gres Cucurny, denso, impermeable y de textura alisada, hace su aparición.
Al fundador lo sucedió, hasta principios del siglo pasado, su hijo Marius Cucurny Guiu. Y a este, sus tres hijos varones: Pau, Leandro y Luis. Pero Pau Cucurny Sanmartí fallece joven y soltero, no sin antes quedar inmortalizado en una acuarela de Pablo Picasso, con quien compartía horas de bohemia en la taberna barcelonesa Els Quatre Gats. Fallecido el primogénito, su hermano Leandro empuña las riendas de la empresa. Y a él corresponden dos decisiones relevantes: la inversión en Galicia, en 1908, y el traslado de la fábrica de Hospitalet a Montmeló, en 1915. Pero, ¿qué se le pierde a Cucurny en el extremo occidental de la península?
Leandro Cucurny llega al norte de Lugo atraído por el señuelo de un Sargadelos que ya era historia. Los hornos de las reales fábricas, creadas por Raimundo Ibáñez a finales del siglo XVIII, se habían apagado definitivamente en 1875. El último intento de reflotar la fábrica de loza, protagonizado por los once nietos del marqués, con Carlos Ibáñez al frente, se saldó con la ruina de la familia y el musgo y el óxido comenzaron de inmediato su acción corrosiva.
Veinticinco años después del cierre, en 1901, un grupo de asturianos, nucleados por los hermanos Guillermo y Ciriaco Guisasola, intentan resucitar las instalaciones y constituyen, con un capital inicial de 80.000 pesetas, la sociedad Cerámica de Sargadelos. Son ellos quienes, poco después, trasladan la factoría a Burela. La corta travesía de la nueva sociedad, descrita por la investigadora Elisa Pérez Vázquez, termina con un embargo. Los activos de la empresa -fábrica de Burela, terrenos e instalaciones hidráulicas de Sargadelos- son adjudicados en subasta a Francisco Argüelles y Sierra, uno de los accionistas, quien busca un socio con capacidad tecnológica para sacar la industria adelante.
EL HOMBRE PROVIDENCIAL
Y entonces sí, en 1908 aparece en escena el hombre providencial. Primero como partícipe de la sociedad Leandro Cucurny y Compañía. Después, a partir de 1917, a través de la sociedad colectiva Cucurny Hermanos, «de la cual son únicos socios y gerentes Leandro y Luis Curcuny». La empresa abandona la fabricación de loza y se centra en la producción de materiales de construcción. Adquiere 60 pertenencias mineras, con el título de La Gallega, que le proporcionan excelente materia prima: arcillas refractarias, caolín y feldespatos. Los mismos minerales que utilizarán Díaz Pardo y Luís Seoane en su Laboratorio de Formas.
Leonardo Cucurny viaja constantemente entre Montmeló y Burela. Su fábrica lucense prospera. En los años veinte, los periódicos informan de que «tiene vendida anticipadamente su producción». La plantilla, integrada por 47 operarios en 1930, alcanza los 260 en 1946. La superior calidad del gres Cucurny conformará, andado el tiempo, una auténtica denominación de origen: Gres Burela.
El 12 de julio de 1955 se produjo una rara conjunción: las campanas de dos iglesias parroquiales, separadas entre sí por mil kilómetros, tocaron a difuntos simultáneamente. Montmeló y Burela lloraban la muerte de Leonardo Cucurny Sanmartí.