Celtas, el «Chéster obrero»

MERCADOS

La factoría. La fábrica de tabacos de A Coruña fue la principal productora de Celtas: 25.000 cajetillas al mes en el año 1969
La factoría. La fábrica de tabacos de A Coruña fue la principal productora de Celtas: 25.000 cajetillas al mes en el año 1969

Los cigarrillos Celtas: el «Chéster obrero». Una marca que rezuma galleguidad. No en vano la creó el conde de Santa Marta de Babío, director de Tabacalera, y la producía la antigua fábrica de tabacos de A Coruña

03 mar 2015 . Actualizado a las 17:16 h.

Los españoles fumaban como carreteros en los años sesenta del siglo pasado. Los privilegiados de la cúspide social, tabaco rubio de importación como el Chesterfield. Y la mayoría, a la espera de que el desarrollismo los arrancase de la miseria de la posguerra y los enrolase en la emergente clase media, consumía los humildes cigarrillos Celtas: el «Chéster obrero». 

El conde e ingeniero José Moreno Torres trasladó a Tabacalera Española, de la que fue nombrado director gerente en 1956, el mito del origen celta de sus ancestros. Y a la primera oportunidad, concretamente en noviembre de 1957, lanzó al mercado los cigarrillos Celtas cortos y sin filtro, cuyas cajetillas llevaban estampado un guerrero bárbaro y bardado, espada en ristre.

Fue, posiblemente, la iniciativa más exitosa del oriundo gallego al frente del monopolio español del tabaco. Aunque nacido en Madrid, ciudad en la que ejerció de alcalde durante una década, el director de Tabacalera tenía su solar paterno en Bergondo. A su padre, el coruñés Alfredo Moreno Osorio, le otorgó Alfonso XIII el condado de Santa María de Babío. Y José Moreno Torres, el mayor de seis hermanos, heredó el título y los blasones familiares. A su boda con una hija del conde de Guadalhorce, celebrada en 1926, acudió una granada representación de la aristocracia española, incluido el jefe del Gobierno en aquel momento: el marqués de Estella, el dictador Primo de Rivera. Después, su carrera política transcurrió en el franquismo: director general de Regiones Devastadas, alcalde de Madrid, consejero de grandes empresas públicas y, durante dos decenios, director general de Tabacalera Española.


Producción en A Palloza

Los cigarrillos de marca gallega los fabricaron, fundamentalmente, las cigarreras del histórico establecimiento de A Coruña. La producción experimentó una expansión fulgurante: de 800.000 cajetillas al mes en 1958 se pasó a 25 millones diez años después. En 1969 salieron de la fábrica coruñesa 300 millones de paquetes de Celtas corrientes y selectos, suficientes para invitar -aún estaba bien visto- a dos cigarrillos a cada habitante del planeta, contabilizando, como escribía un periodista, a «señoras, ancianos e incluso niños de pecho». La planta de A Palloza  produjo también ese año 2,9 millones de cigarros Farias, 2,6 millones de Entrefinos, 93.000 paquetes de picadura para pipa Cibeles y 4.500 paquetes de picadura marca Neptuno. La fábrica, puesta en marcha en el reinado de Carlos IV, daba trabajo entonces a 420 mujeres y 260 hombres. Cifra de empleo muy alejada, a causa de la mecanización y automatización del proceso productivo, de los 4.000 operarios con que llegó a contar en los días de mayor esplendor.

El bajo precio de la nueva marca y la avidez de tabaco explican la acelerada propagación del Celtas. Las primeras cajetillas costaban 2,50 pesetas, después subieron a 4,50 pesetas y en este precio se mantuvieron varios lustros. El Ducados, que iría robándole adictos a medida que aumentaba la renta disponible de los españoles, costaba 10 pesetas a mediados de los años sesenta. Tampoco los Ideales al Cuadrado, el popular «caldo de gallina», podían competir en precio: el paquete costaba 9 pesetas.

Lejos del alcance de los bolsillos modestos se hallaba el tabaco rubio de origen estadounidense o inglés. Una cajetilla de Chesterfield, de Camel, de Lucky o de Craven salía por 22 pesetas: once para el monopolio y otras once de impuesto de lujo. Más prohibitivo aún, el precio del Winston, el Malboro o el Rothmans se disparaba a los cinco duros por paquete. A los fumadores compulsivos de esas marcas solo les quedaba una vía para esquivar el expolio: en 1967 se estimaba que el 40 % del tabaco rubio que fumaban los españoles procedía del contrabando.

«Fumamos siempre»

De la adicción al tabaco por esas fechas, cuando ya aparecían estudios fiables sobre sus efectos cancerígenos, da fe un periodista de El Pueblo Gallego que firmaba Gaytan: «Cuando estamos nerviosos, fumamos. Cuando estamos aburridos, fumamos. Cuando estamos inquietos, fumamos. Cuando estamos agobiados, fumamos. Cuando tenemos prisa, fumamos. Cuando tenemos miedo, fumamos. Cuando estamos acompañados, fumamos. ¿Para qué darle más vueltas a la noria? Fumamos siempre, y se acabó».

El propio creador de los Celtas era un fumador empedernido. En una entrevista de 1970, confiesa que fuma de 20 a 25 cigarrillos diariamente «y normalmente un cigarro puro después de almorzar». Siempre tabaco negro, porque el rubio le produce alergia. Asegura que la campaña contra el tabaco, «por aquello del cáncer», no le ha hecho mella alguna. Y aclara que, de sus catorce hijos -Moreno Torres era también presidente de la Asociación Española de Familias Numerosas-, fuman doce: «seis hijos y seis hijas». A juzgar por el dato que facilita, el hábito de su familia estaba muy extendido: en 1969 los españoles gastaron 25.000 millones de pesetas en tabaco.