Las vacaciones, en el monte para cuidar colmenas y preparar miel

Xosé María Palacios Muruais
xosé maría palacios LUGO / LA VOZ

CERVANTES

Ismael Cedrón, trabajando en colmenas de la parroquia de Cereixedo
Ismael Cedrón, trabajando en colmenas de la parroquia de Cereixedo ALBERTO LÓPEZ

Dos hermanos de Cervantes dedican su tiempo libre a la apicultura

25 oct 2020 . Actualizado a las 21:17 h.

«As vacacións pasámolas todas nas colmeas». Así se expresa Ismael Cedrón, que con el verbo en plural se refiere a dos personas: tanto él como Óscar, hermano suyo, dejaron su pueblo natal -Dumia, en el municipio de Cervantes-, pero conservan los vínculos. El primero, técnico de conservación de carreteras, y el segundo, guardia civil, son apicultores por tradición y por vocación; teniendo en cuenta el número de horas que dedican al cuidado de las colmenas y a la preparación de la miel, casi puede decirse que lo son también de profesión por más que tengan otros trabajos y solo ayuden a su madre, titular de la explotación.

Hace unos siete años que tomaron con ganas la vocación de apicultores. «Empezas pouco a pouco», afirma Ismael. Sin embargo, el resultado actual de su afición no parece precisamente modesto, puesto que cuentan con unas 300 colmenas, repartidas en varias parroquias. «Chega a fin de semana e vimos coidar as colmeas», cuenta Ismael, para quien no hay duda de que la afición merece la pena.

La manera de elaborar la miel es bastante tradicional. Solo un cuadro eléctrico para mover la miel supone una diferencia con los tiempos en los que el cuadro funcionaba de modo manual. De todos modos, el pasado no ha quedado olvidado, hasta el punto de que en un hórreo, precisa Óscar Cedrón, se conserva uno que recuerda otros tiempos en la apicultura.

Estando en la comarca de Os Ancares, en una zona de abundante y variada vegetación, la miel que se elabora en esta explotación tiene también diverso origen. Brezo, castaño y carballo son las plantas que la nutren, lo que le da al producto un tono oscuro. Óscar Cedrón considera que la miel de cada comarca, aunque tenga la misma vegetación, posee matices peculiares. En el caso de la que ellos producen, el sabor, que no dudan en definir como intenso, merece comentarios que les causan una evidente satisfacción.

Algunas personas de fuera de Galicia que probaron la miel confesaron que les recordaba a la de hace décadas. Para los dos hermanos, esas impresiones no se olvidan: «É unha cousa que che queda gravada», dice Óscar Cedrón. Por otro lado, interpretan esos comentarios como una señal de que el producto posee una calidad reconocida por quienes lo prueban.

La producción puede situarse en una media anual de 3.000 botes. El 2019 fue un año de buena cosecha; este 2020, sin envasarla del todo, no alcanzará ese nivel. Las razones por las que cambia de un año a otro son variadas, pero el tiempo siempre influye: una primavera más bien lluviosa y ventosa nunca ayuda. En cualquier caso, lo que no falla es la comercialización: clientes que compran directamente la miel suponen alrededor del 95 % de los destinatarios, mientras que el resto se distribuye a pequeñas tiendas de Lugo y de A Coruña.

La miel se envasa en botes de un kilo y de medio kilo. «Todo o que se produce véndese», afirma Óscar Cedrón, que explica que en junio de este año ya se había agotado toda la cosecha del 2019. La apicultura, dice, «quita moitísimo tempo»; el resultado, en cambio, parece satisfactorio.

Una oportunidad de futuro para las zonas rurales

Un municipio de una zona de montaña se enfrenta con aspectos como la pérdida de población o la dificultad de encontrar terreno para mantener grandes explotaciones ganaderas que sí pueden desarrollarse en otras comarcas. La apicultura, en cambio, parece una opción con posibilidades de éxito. Óscar Cedrón, hasta cierto punto sorprendido de las ventas de su miel, comenta que otras personas han tomado el mismo camino que él y su hermano.