Paco Pestana: «Soy un francotirador»

CASTROVERDE

MIGUEL VILLAR

Polémico y divertido, el artista de Castroverde recuerda su etapa de legionario, su paso por comunas y, aunque admite que piensa en la muerte, asegura sentirse eterno

08 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pueden creerme, todo lo que se dice en esta entrevista es cierto. Es cierto que se dijo, solo de eso doy fe. De eso y de que es un verdadero placer platicar con Paco Pestana (Castroverde, 1949). Bienvenidos a otro mundo. [Omito las risas, muy numerosas, para ahorrar espacio]

-¿Vive usted aquí, en la aldea?

-No. Aquí vengo a recuperar la infancia, a bañarme desnudo y volver a la tierra. Como una especie de Robinson Crusoe animalizado mientras me vegetalizo. Yo pasé aquí mi infancia, cuando no había luz eléctrica ni cuartos de baño, cuando no se podía barrer por la noche.

-¿Por qué?

-Porque las ánimas rondaban a ras de suelo. Yo vivía en una familia de caciques catolicones y me crie entre criados y mendigos que se habían trastornado. Luego me llevaron a Madrid y puedo decir que soy de los pocos gallegos que ha hecho el paseíllo en Las Ventas.

-¡Qué me dice!

-Sí, a los 7 años. Los toreros eran clientes de mis tíos y de mí decían que iba a ser matador. Así que me llevaron. Fue una de las grandes emociones de mi vida. Yo creo que aquel día decidí hacerme poeta.

-Es usted un poco provocador.

-Por el hastío del mundo, de una sociedad absurda y poco seria. Estamos en una sociedad de cantamañanas y me fastidia que mi patria tenga tan pocos arrestos. De todos modos yo ya provocaba desde niño.

-Estoy seguro.

-Antes del movimiento hippy yo ya tuve melena y luego me corté el pelo al cero. Las chicas no querían bailar conmigo en las fiestas porque decían que era un terrorista de ETA... Yo tengo un pasado de francotirador. Estuve en la legión y volví sin un tatuaje y ahora ya ve.

-¿Guarda recuerdos de su época de legionario?

-Pocos. No soy fetichista. Quería, como decía D. H. Lawrence, cagar plomo. Por eso fui legionario, minero, lavacoches, hice la vendimia...

-Los artistas nunca se jubilan.

-No, no hay posibilidad. Estos días, que ha habido tantos niños por aquí, me he sentido como el flautista de Hamelin. Los niños, hasta que no crecen, tienen el arte metido en su cuerpo. Y les enseñé a coger saltamontes, a hacer la perdiz [aquí emite unos extraños sonidos con la ayuda de sus manos imitando a una perdiz], la curuxa [ídem]... Es la infancia. Y los que no salimos de la infancia no nos queda más remedio que ser artistas.

-¿Se siente cómodo con el calificativo de artista?

-Mire, yo soy como esos defensas que rompen piernas, solo que yo rompo de una manera implacable aquello que me acosa. Y utilizo todos los argumentos de los que dispongo. En este caso, el fin siempre justifica los medios. Salvo el asesinato, claro. Yo creo que soy una persona bondadosa, pero por deducción, porque yo iba para ser un mercenario o un revolucionario con causa.

-Es hijo predilecto de Castroverde.

-Sí, desde hace tres meses. Dicen que trabajamos para ser queridos en el comedor de casa. Para mí ha sido como que me dijeran: «Te quiero». Es muy hermoso. Y eso que a veces he sido duro, iconoclasta...

-Hombre, iconoclasta sí.

-Pero le quiero a mi país. Galicia se me ha metido en las entrañas. Y encima nací el día de Santiago.

-Se ha hecho un defensor de la vida rural.

-No, yo soy así. Cada vez me quiero parecer más a los animales, a la naturaleza, desculturizarme, y sacarme ese poso que tengo de hombre de mundo. Yo inventé la primera comuna de Galicia después de venir de la revolución portuguesa. Soy un francotirador que está metido en una topera, solo, con dos metros cuadrados de aire que le pertenecen y el resto, como dicen los clásicos, que cada can lamba a súa caralla.

-Pero esto está en decadencia.

-Yo tengo una solución fácil. Fácil y complicada, porque este es un país racista. Sería hablar con el gobierno chino, traerse unos cuatro millones en edad de trabajar y repoblar esto en condiciones. Habría que obligarles a que aprendieran la muiñeira de Chantada y a cultivar albariño y mejillones, eso sí. Ahora en serio. Nosotros somos tres hermanos y hay seis descendientes, ninguno de ellos sabe las propiedades que tenemos, ni los límites.

-¿Es verdad que asistió al parto de más de 700 vacas?

-Sí. Y a tres cesáreas. Han parido en mis brazos un par de gatas y sé muchísimo de patatas.

-Así que el sacho lo domina.

-Yo lo domino todo. No he cavado en el monte, pero estas espaldas las he echado segando hierba con guadaña.

-Hay mucho artista anónimo por ahí, jardines llenos de creatividad.

-Sí. Yo siempre he dicho que el gallego tiene el talento en la mano. Aquí las cosas tienen que ser tangibles, por eso se dan menos los filósofos y los poetas líricos. Yo hubiera querido ser el segundo premio Nobel gallego, pero no tengo ni el tiempo ni las ganas para meterme en la literatura. Lo que hay en muchos jardines son un carro, un cruceiro y un hórreo, señales indispensables de haber sido un gallego en la diáspora.

-¿Nunca le dio por el teatro?

-Sí, sí. Colaboré con el grupo Chévere y con Vidal Bolaño. Yo hago teatro desde que me levanto hasta que me acuesto. Aunque sea impagado.

-¿Qué tal duerme?

-Resisto muchísimo en la cama. Tengo varios poemas hechos a las patatas y a la cama. Para mí es el gran invento del hombre.

-¿Prefiere comer o cocinar?

-Ambas cosas. Soy generoso y cuido a mis amigos. Disfruto muchísimo con las dos cosas.

-¿Celta o Dépor?.

-¡Ay el fútbol! Hubo épocas en que dormía abrazado un balón. Fui feliz jugando, pero preguntarme eso es como preguntar si quieres más a papá o a mamá.

-¿Se definiría en pocas palabras?

-Se me queda pequeño el diccionario. Hay días en que soy un animal, otros días un místico, otros un león, otros un sicario... Yo soy un vago hedonista. He disfrutado y disfruto tanto de la vida que estoy aquí para gozar como un perro español.

-¿Mejor pedir perdón o pedir permiso?

-Yo no pido perdón ni pido permiso.

-¿Piensa en la muerte?

-Todos los días. Pero al mismo tiempo tengo la sensación de ser eterno. Estuve al borde de la muerte dos o tres veces. Una de ellas por no saber nadar. Tenía el agua al cuello y [Francisco] Leiro no me quiso salvar porque le debía diez mil pesetas (somos muy amigos). Me tuvo que sacar Manolo Paz.

-Dígame una canción.

-La mala reputación, de Georges Brassens.

-¿Qué es lo más importante en la vida?

-Vivir largo y tendido, sin prisas y en paz.