-Se ha hecho un defensor de la vida rural.
-No, yo soy así. Cada vez me quiero parecer más a los animales, a la naturaleza, desculturizarme, y sacarme ese poso que tengo de hombre de mundo. Yo inventé la primera comuna de Galicia después de venir de la revolución portuguesa. Soy un francotirador que está metido en una topera, solo, con dos metros cuadrados de aire que le pertenecen y el resto, como dicen los clásicos, que cada can lamba a súa caralla.
-Pero esto está en decadencia.
-Yo tengo una solución fácil. Fácil y complicada, porque este es un país racista. Sería hablar con el gobierno chino, traerse unos cuatro millones en edad de trabajar y repoblar esto en condiciones. Habría que obligarles a que aprendieran la muiñeira de Chantada y a cultivar albariño y mejillones, eso sí. Ahora en serio. Nosotros somos tres hermanos y hay seis descendientes, ninguno de ellos sabe las propiedades que tenemos, ni los límites.
-¿Es verdad que asistió al parto de más de 700 vacas?
-Sí. Y a tres cesáreas. Han parido en mis brazos un par de gatas y sé muchísimo de patatas.
-Así que el sacho lo domina.
-Yo lo domino todo. No he cavado en el monte, pero estas espaldas las he echado segando hierba con guadaña.
-Hay mucho artista anónimo por ahí, jardines llenos de creatividad.
-Sí. Yo siempre he dicho que el gallego tiene el talento en la mano. Aquí las cosas tienen que ser tangibles, por eso se dan menos los filósofos y los poetas líricos. Yo hubiera querido ser el segundo premio Nobel gallego, pero no tengo ni el tiempo ni las ganas para meterme en la literatura. Lo que hay en muchos jardines son un carro, un cruceiro y un hórreo, señales indispensables de haber sido un gallego en la diáspora.
-¿Nunca le dio por el teatro?
-Sí, sí. Colaboré con el grupo Chévere y con Vidal Bolaño. Yo hago teatro desde que me levanto hasta que me acuesto. Aunque sea impagado.
-¿Qué tal duerme?
-Resisto muchísimo en la cama. Tengo varios poemas hechos a las patatas y a la cama. Para mí es el gran invento del hombre.
-¿Prefiere comer o cocinar?
-Ambas cosas. Soy generoso y cuido a mis amigos. Disfruto muchísimo con las dos cosas.
-¿Celta o Dépor?.
-¡Ay el fútbol! Hubo épocas en que dormía abrazado un balón. Fui feliz jugando, pero preguntarme eso es como preguntar si quieres más a papá o a mamá.
-¿Se definiría en pocas palabras?
-Se me queda pequeño el diccionario. Hay días en que soy un animal, otros días un místico, otros un león, otros un sicario... Yo soy un vago hedonista. He disfrutado y disfruto tanto de la vida que estoy aquí para gozar como un perro español.
-¿Mejor pedir perdón o pedir permiso?
-Yo no pido perdón ni pido permiso.
-¿Piensa en la muerte?
-Todos los días. Pero al mismo tiempo tengo la sensación de ser eterno. Estuve al borde de la muerte dos o tres veces. Una de ellas por no saber nadar. Tenía el agua al cuello y [Francisco] Leiro no me quiso salvar porque le debía diez mil pesetas (somos muy amigos). Me tuvo que sacar Manolo Paz.
-Dígame una canción.
-La mala reputación, de Georges Brassens.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-Vivir largo y tendido, sin prisas y en paz.