«Un carpinteiro morre coas botas postas»

lucía blanco / m. c. LUGO / LA VOZ

LUGO

LAURA SAAVEDRA

Francisco Vázquez, conocido como el Carpintero de la Milagrosa, abrió su taller en la década de los 50 y ejerció más de 40 años. El viernes recibirá un homenaje

14 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Se queres un traballo de garantía, fala co Paco da Cañería», así es como los vecinos del barrio de A Milagrosa recuerdan los tiempos en los que Francisco Vázquez se dedicaba a tallar madera. La Cañería, actual calle de la Milagrosa, es donde este lucense abrió su taller en la década de los 50 que, a día de hoy, sigue lleno de virutas.

Aunque mantiene su humor, la vida de Paco de 88 años no fue fácil. Empezó ejerciendo de casero en Porto Meilán (Adai), «ao outro lado do río», junto a sus padres y a sus tres hermanos. Despúes de trabajar como mozo de los recados en la droguería Sanal, los que lo empleaban pronto se dieron cuenta de que Paco podía hacer mucho más y le recomendaron aprender un oficio. Tras cumplir el servicio militar, empezó a hacer muebles por las casas y reparaciones en distintas iglesias aunque, al principio, «ganaba máis de propinas que de soldo», cuenta.

Como no tuvo maquinaria propia hasta el año 1966, se tenía que desplazar, siempre en bici porque nunca tuvo coche, a otros talleres para elaborar los encargos. Pero finalmente el boca a boca hizo que se convirtiera en uno de los carpinteros más solicitados de Lugo, aunque no presume de ello. Poco a poco, fue teniendo cada vez más trabajo y así podía juntar dinero para «cando viña o San Froilán».

Tuvo 10 hijos

Tuvo que sacar adelante junto a su mujer Carmen, a la que recuerda con nostalgia, a sus 10 hijos, 8 mujeres y 2 varones. De ellos, solo uno, Gerardo, siguió con la profesión de su padre. Pero a pesar de las dificultades y los golpes, como fue la pérdida de su hermano Manolo, sus allegados reconocen que nunca pierde la sonrisa y que «sabe moi ben como levar a vida».

Escaleras, mesillas, armarios y atriles son algunos de los objetos que Paco elaboró durante décadas y de los que guarda fotografías. La catedral de Lugo o la Iglesia de Santalla de Paradela son algunos de los lugares que guardan las reliquias creadas por este artesano.

Francisco Vázquez cuenta que no puede quedarse con tan solo una de sus obras porque asegura que disfrutaba haciendo «calquera cousa coa madeira», pero el atril que aún se conserva en la Iglesia de su barrio de la Milagrosa es uno de los trabajos que recuerda con más cariño. Mediante sus creaciones también espera dejar su pegada ya que dice que «O Paco irase pero non marchará de todo porque quedan as cousas que fixen».

LAURA SAAVEDRA

Una memoria prodigiosa, ya que es capaz de recordar cada uno de los nombres de los clientes que tuvo a la largo de los años y una sonrisa pícara caracterizan a este lucense que reconoce con la boca pequeña que tuvo «algo de éxito».

«El abuelo de la Milagrosa»

Paco y su taller se convirtieron en un auténtico emblema del barrio, lo que explicaría que este artesano sea considerado «El abuelo de la Milagrosa». A pesar de que lamenta una falta de estudios, que no de experiencia, realizó labores propias de arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero y albañil, como recoge la canción «Creo en vós» de Elsa Baeza, que asegura que resume muy bien toda su vida profesional.

Su trayectoria le permite conocer muy bien el oficio, sobre el que opina que ya no se trabaja como antes. Después de más de 40 años de profesión, Francisco Vázquez, al que no le faltan ganas de seguir «argallando», manifiesta que deberían «terme de profesor nun taller».

El taller, emblema del barrio

El día a día de este veterano carpintero no cambió tanto tras jubilarse a los 65 años. Sus mañanas las dedica a pasear y a tomar un café con su inseparable amigo Leonardo. Por las tardes, el taller se convierte en un punto de encuentro para los vecinos de la zona que se acercan a charlar con él y verlo colgarse el mono porque «algo teño que facer».

El trabajo de la madera es uno de los oficios más antiguos que existe y en el que tienes que «ter moita paciencia», reconoce. Pero al Carpintero de la Milagrosa pasión nunca le faltó, entusiasmo que a día de hoy sigue mostrando porque como él bien dice: «Un carpinteiro morre coas botas postas».