Moure Bourio: «En el Círculo conocí a mi esposa y allí tengo mi tertulia»

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OSCAR CELA

«En el Breogán no cobrábamos pero teníamos ilusión y ganas», recuerda de los inicios

19 dic 2023 . Actualizado a las 13:00 h.

Miguel Moure Bourio (Lugo, 1945) realizó sus primeros estudios de bachillerato en Los Maristas. En cuarto se fue al Instituto Masculino, en donde finalizó el bachiller para, a continuación, ponerse a trabajar en la empresa familiar en la Armería Deportes Bourio. Pronto la empresa incluyó la sección de deportes, desde el momento en que empezó a jugar al baloncesto aunque también tenían caza y pesca, que era lo fuerte en aquel momento.

Destaca que su padre era un visionario para los negocios y así montó una tienda de deportes en la rúa Doutor Castro, Bourio 2000, dedicada a la práctica de esquí y tenis, quizás influido por su hijo. Años después se independiza de la empresa familiar montando Miguel Sport en Obispo Aguirre y, entremedias, un local de cámping y caravanas en la Ronda do Carme, además de otra tienda en Monforte hasta su jubilación, que coincidió con el inicio de la crisis.

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Al margen de su actividad empresarial, Miguel fue un deportista de élite, comenzando como jugador-fundador del Breogán. Recuerda cómo liaron a los hermanos Varela Portas para una nueva formación, cuando desapareció el equipo de baloncesto RTR, en 1987, y cómo algunos de aquel equipo se fueron al Breo.

Recuerda que el trabajo fue duro, empezaron por abajo, en Tercera División, luego a Segunda y el ascenso a Primera División. Jugó solo cinco años en el equipo puntero porque se le juntaba el trabajo con el deporte, se casó y como además no cobraban por jugar, se dio cuenta que de esta forma no podía seguir.

Entre sus aficiones anteriores, que tuvo que dejar por problemas en una rodilla, recuerdos del baloncesto, estaban el tenis y esquiar, ahora le gusta andar, reunirse con sus amigos diariamente en el Círculo de las Artes y ver todo el básket que puede en la tele. Destaca como sus tres lugares favoritos el propio Círculo de las Artes, la muralla y la catedral.

«Soy socio del Círculo desde los 16 años y allí conocí a mi esposa, pero además recuerdo gratamente los bailes de juventud como aquellos asalto baile para los más jóvenes o los bailes de noche y de carnaval. Ahora me junto allí diariamente con mis amigos de ocho a diez de la tarde para hacer tertulia o ver algún partido en la tele y así se nos va pasando el tiempo, amigablemente», explica Bourio.

La Muralla, lo representativo

Miguel es además un gran admirador de la Muralla porque considera que es lo más representativo de la ciudad. Además, la tiene a la vista desde su casa. «En donde vivo», comenta, «la tengo cercana pero es que además diariamente paso por dentro o por fuera de ella al ir a casa. Sobre todo cuando está de noche iluminada es una preciosidad, al igual que los días claros. Es un monumento que tenemos que tener en gran estima los lucenses porque, en cierta medida, nos identifica con nuestro presente pero también con nuestro pasado».

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El tercer lugar escogido por Miguel Moure Bourio es la catedral lucense porque considera que debe ser más valorada. «Para los que somos católicos practicantes», dice, «es un edificio de culto y recogimiento en el que se encuentra uno muy a gusto, pero es que además es un edificio precioso, una joya que los lucenses debemos valorar en su justa medida y no quedarnos con la muralla como ejemplo solamente de lo bueno que aquí tenemos». Miguel se queda en el Círculo, a la espera de sus amigos que están a llegar. Ese día había partido en la tele así que la tertulia, seguro, va a ser larga.