«Empezamos a pintar as frechas amarelas nos Pirineos e chegamos ata Compostela»

Dolores Cela Castro
dolores cela LUGO / LA VOZ

LUGO

Óscar Cela

«Non lle dabamos importancia o que faciamos e tampouco sabiamos que ía supoñer»

05 abr 2017 . Actualizado a las 13:38 h.

A finales de los años 70, principios de los 80, Elías Valiña Sampedro, cura de O Cebreiro, empezó a reclutar entre las personas más próximas -sobrinos, bisobrinos y vecinos- a voluntarios para pintar las primeras flechas amarillas del Camino de Santiago. El sacerdote, un visionario del fenómeno que se iba a producir años más tarde, buscó la pintura más barata del mercado. Localizó una partida que había sobrado de señalizar obras en carreteras y que era de un color que no pasaba desapercibido. La consiguió muy barata, según recuerda ahora su sobrina Pilar Valiña, quien acompañó a su tío en varias ocasiones a repasar las señales que empezaron a colocar en lugares visibles, como piedras estratégicamente situadas. Algunas las encontraban cambiadas de sitio en muchas ocasiones o simplemente habían desaparecido.

Cuando se les acabó la pintura y tuvieron que reponer existencias, Elías Valiña compró más de la misma para mantener el color, que ya constituye la seña de identidad del Camino. Empezaron a señalizar en Saint Pied de Port. En el primer viaje acompañó al sacerdote Luis López, el esposo de su sobrina Pilar. Iban en una furgoneta Citroën dos caballos, cargada con la pintura y con comida que llevaban de casa para no tener que perder tiempo y poder trabajar más rápido.

Identificación policial

Una de las anécdotas que recuerda Pilar Valiña la protagonizaron su tío y su marido en los Pirineos, cuando estaban señalizando el Camino. «Paráronnos os xendarmes. A furgoneta ía chea de caldeiros. Meteron os cans para revisala mellor e empezaron a estragar a tapicería. Elías preguntoulles onde estaba o taller máis próximo para levar o coche a reparar os danos despois do rexistro, e avisounos de que ía pasarlles a factura ». «Deberon pensar -añadió- que estaban marcando rutas de entrada de contrabando». «Requisáronlles un cadro que levaba meu tío e un radiocasete, que despois lles devolveron», dijo.

La sobrina de Elías Valiña se arrepiente de no haber ido en más ocasiones con su tío a repasar las flechas. «Daquela tiña moitas obrigacións e non podía faltar moito da casa. Pasabámolo moi ben e aprendiamos moito con Elías. Levabamos o coche cargado con comida da casa e para min era unha festa». «Coñecemos a moita xente e agora temos amigos en todos os lados. Porta na que petaba, sempre eramos benvidos».

Desde el primer viaje, todos los años, según recuerda su familiar, iban a repasar las señales y a volver a colocar aquellas que había retirado. «Había algunha xente que quitaba as pedras porque non quería que pasara o Camiño por diante, pensaban que os ía prexudicar. Agora todo o mundo quere levalo pola súa porta». Con las concentraciones parcelarias tenían muchos problemas para volver a colocar las flechas, recuerda Pilar Valiña.