La imagen de marca, ese ente abstracto al que las empresas dedican cantidades ingentes de dinero, la tiene Cachaldora desde siempre. Todavía hoy, con las grandes áreas comerciales y cadenas imponiendo su ley, a los vecinos de Monforte y de su amplia comarca no es necesario aclararles que se trata de una veteranísima ferretería de la ciudad del Cabe, con más de 130 años de historia. Pero Cachaldora, como algunos otros antiguos comercios, fue también el precedente de las grandes áreas, porque en sus 800 metros cuadrados de tienda y estanterías se almacenaba la solución a todo tipo de necesidades del campo, del hogar y de los oficios. El comercio presenta el aspecto de siempre, pero los dueños supieron adaptarse a las necesidades actuales y, con la ayuda de una nave en el polígono industrial, orientaron una parte importante del negocio al suministro de herramientas a profesionales.
Según explica su responsable, Suso Veloso, que pertenece a la cuarta generación de ferreteros, tienen constancia de que alrededor de 1880, o incluso antes, fue fundado el establecimiento bajo el nombre de Ferretería de Figueiras y Cachaldora, porque inicialmente eran dos socios. En la familia conocían al fundador como «el tío Juan», que se hizo cargo de un sobrino, Martín, que quedó huérfano de niño y fue el heredero. El representante de la tercera generación es Berto, que se jubiló con 72 años y sigue frecuentando a diario el establecimiento básicamente para charlar con los clientes. El sobrino, Suso, a sus 45 años lleva 28 detrás del mostrador, con lo que, siguiendo con la tradición, probablemente alcanzará la veteranía de sus predecesores. También trabaja su mujer, Emilia, y un empleado, Javier.
Sin ningún cambio
Suso es consciente de que un lavado de cara le vendría bien a la tienda pero, por otra parte, también perdería parte de su añejo encanto. Desde 1930 ocupa el mismo bajo y durante el medio siglo anterior había estado en otro edificio casi frente al actual emplazamiento.
En sus estanterías sigue habiendo algo de todo, inventariado únicamente en su cabeza. Sabe a dónde tiene que ir a buscar cada cosa, pero asegura que nunca hicieron inventario ni tiene previsto hacerlo porque sería un trabajo de chinos, que de momento se dedican a fabricarlas y a venderlas en sus propias tiendas.
A propósito, a Veloso Cachaldora no le preocupan especialmente la proliferación de tiendas especializadas ni las que abren los asiáticos. Dice que las áreas comerciales se quedan con el mercado de artículos de temporada, como hamacas, y tienen unas ofertas muy concretas que utilizan de gancho, pero en lo demás incluso pueden vender más caro.
Para el actual responsable de la ferretería Cachaldora la mejor época desde el punto de vista comercial coincidió con el auge de la construcción, desde 1985 hasta el 2005. Ahora las ventas se resienten como en cualquier otro sector; sin embargo, mantiene un importante nivel de optimismo y asegura que trabajando siempre se mantiene una persona a flote, que en estos tiempos ya no es poco. Incide en que ya hubo más crisis y siempre fueron superadas. En su caso, las obras de restauración de viviendas, las relacionadas con el turismo rural y la demanda para los servicios de mantenimiento de instalaciones, están siendo la alternativa al parón de la construcción.
A su tienda siguen acudiendo clientes que ya lo hacían décadas atrás. Suso afirma que los particulares que siguen siendo fieles y en general todos los que van a comprar algo buscan artículos de calidad, independientemente de dónde fuesen fabricados. Él también conserva proveedores de toda la vida, incluida la fábrica de Sober.