El sacrificio de los animales daba lugar a reuniones y comidas con allegados
27 dic 2007 . Actualizado a las 10:48 h.Atrás quedan las épocas en las que el día de la matanza del cerdo se convertía en una fiesta familiar. Matar el sagrado animal de los chairegos era todo un ritual en el que ningún miembro de la familia quedaba al margen. Así, los varones, entre ellos el matachín, se ocupaban del sacrificio de tan noble animal. Eran ellos también los que se encargaban de prepararlo con la extracción de las vísceras para el día siguiente, en el que se ocupaban de despedazarlo y salar sus ricas partes para conservarlas a lo largo de todo el año.
Pero las mujeres no quedaban al margen. Ellas se ocupaban de ir al río o a cualquier regato por el que discurriese agua cristalina para limpiarles las vísceras que se comerían al día siguiente. Su función no concluía con este último aspecto, ya que a ellas también se les encargaba hacer los freixós , muchos de los cuales llevaban entre sus componentes la sangre procedente del cerdo.
Papel del matachín
Entre los personajes que destaca a lo largo de estas fechas se encuentra el tradicional matachín, un consumado experto que se encargaba de poner fin a su vida de la forma menos dramática posible. Un buen matador de cerdos colocaba a la primera el cuchillo sobre el corazón del animal sin que este sufriese. A todo ello se añaden las condiciones climáticas.
Aunque estemos en épocas de matanza, no se deben hacer cuando las temperaturas superen los cinco grados. La noche anterior a llevarla a cabo debe de haber helada, de lo ?contrario jamones, tocinos y cacheiras corren el riesgo de pudrirse.
En la matanza del cerdo tampoco se ausentan los buenos vecinos a los que se les solía obsequiar con la prueba del hígado o los bistés y costilletas, para luego ser correspondidos. El ritual concluía con un gran banquete conocido como os roxós en los que familiares y amigos se sentaban a una misma mesa para degustar las carnes porcinas, así como la zorza y otros derivados que proceden del animal más exquisito de todos cuantos pueblan la geografía chairega.
Elemento doméstico
El cerdo ha representado siempre un inexorable elemento en cualquier casa de la comarca chairega que se preciase.
Gracias a este noble animal, los chairegos de antaño saciaban su hambre y sus necesidades básicas durante bastante tiempo.