En directo | Una noche de macrobotellón La lluvia obligó a una retirada forzosa en la Festa da Carballeira. El alcohol circuló sin parar durante 12 horas en el día más etílico del curso en el campus
06 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.?a carballeira del campus fue, durante doce horas, el territorio español y posiblemente europeo con mayor porcentaje de colocones. Los litros y litros de alcohol que circularon a lo largo del día comenzaron a pasar factura sobre las ocho de la tarde. Hasta la media noche del jueves hubo desfase absoluto pero. ¿Quién podía esperar que el agua acabase por imponerse al alcohol? Un chaparrón inesperado mandó a los más borrachos a dormir y a los (as) esponjas a privar a otro lado. Los carballos no hablan. Si lo hicieran contarían con todo lujo de detalles como fue la fiesta o el macrobotellón, como se quiera, más sonado de los campus universitarios de Galicia. Algunos posiblemente echarían chispas por las decenas de meones que les regaron su corteza a lo largo de todo el día. En plena oscuridad, fotógrafo y redactor planean encontrar algo de calimocho, del mucho calimocho que a lo largo del día se fabricó en el festejo. Objetivo fallido. A las doce de la noche, lo único que había era agua y no de Fontecelta precisamente, sino de la que venía de arriba. Aún así, sobrevivían los más resistentes. Las fotos son un buen puntillo para engancharse a un grupo en el que no quedaba nadie que no hubiese bebido lo suficiente. Ya no tenían una gota de alcohol y planeaban seguir pero ya en el centro en los pubs. «Por 12 euros colega nos pusimos las botas. Privamos un caldero de 20 litros de calimocho, además de no sé cuantas birras», dice Jaime, de Curtis. Por su estado bamboleante y los problemas para arrastrar la lengua en algunos momentos pocas cosas se le pueden creer. Un guardia de Tráfico hubiese rellenado todo un boletín explicando los síntomas que delataban a este borracho. Cuando parece que había trazas de conseguir beber gratis porque otro grupo se mostró muy aperturista a la hora de dejarse hacer fotos, resulta que de eso nada. Tanto buen rollito era para que les llevásemos en coche al centro para seguir de movida. «Tíos esperadnos que vamos avisar a unas pivas (chicas) y ya subimos», dijo uno de ellos. Érache boa. Aire. El que quiera subir al centro, ya sabe: en el coche de San Fernando. Mal pintaba la noche. Ni bebida, ni reportaje. Después de otro intento fallido con un pequeño grupo que estaba a su bola debatiendo de lo divino y lo humano en esos momentos en los que el alcohol empieza a hacer de las suyas, apareció por entre los carballos un tipo especial: Tito, de Ponteareas. Sin duda, el rey de la noche. Este «súper star» de la carballeira apareció de la siguiente guisa (pueden verle en la foto superior): un traje de aguas completo, un gorro de tela (si fuera una gorra de Piensos Biona sería ya lo máximo), una silla de playa, un hula hop, una bolsa térmica llena, unas tablas de parqué y una litrona. No pidan explicaciones de cómo se las arreglaba para llevar todo. A medio camino entre la borrachera y la serenidad, este estudiante de Agrónomos ofreció una verdadera clase de economía. «Mirade, eu gastei 10 euros en bebida. Emborracheime e disfrutei pero, claro, como non me sobran os cartos tiña que recuperalos que a vida esta fodida. Entón fun a casa puxen o traxe de augas e logo, a traballar. A remexer na carballeira», dijo. Chámalle tonto ao rapaz. Con apenas tres o cuatro vueltas por el campo de batalla consiguió llenar su bolsa térmica de litronas sin estrenar que otros habían dejado intactas como consecuencia de haber perdido el control. Cuando vio la cámara de fotos, Tito dudó en abrir una de las litronas pero se lo pensó y finalmente sólo hizo el paripé. «É que a cervexa perde o «jas» moi axiña», puso como disculpa. La táctica de adelantarse a los hombres verdes de Urbaser ya la puso en práctica en otras ediciones y le funcionó. Dice que puede conseguirse bebida gratis, sin abrir, para todo un mes. Todo un experto en buscarse la vida, sí señor. ¿Y el hula hop? Se lo dejó una amiga para que se lo cuidase y guardase. No le falló. ¿Las tablas de parqué? Las guardó del año pasado y las llevó para sentarse. La silla de playa, la encontró y quizás le sirva para el año que viene. Sin duda, el rey de la carballeira.