El veterano del cielo lucense

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Crónica | La aviación deportiva en Lugo cumplió cuarenta años Luis Abelleira Pacios, que empezó a volar con un aparato de madera y tela, acumula más de 2.500 horas. Fue fundador del Real Aeroclub y su primer piloto

02 ago 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

?sta semana estuvo de cumpleaños. Cumplió cuarenta como piloto privado de aviación. El 29 de julio de 1963 despegaba del aeródromo de Rozas una Jodel, de madera y tela. A los mandos iba Luis Abelleira Pacios que, con el paso del tiempo, se convertiría en uno de los aviadores lucenses más destacados. Ese fue el primer vuelo deportivo auspiciado por el Real Aeroclub de Lugo que había sido creado un año antes. Abelleira Pacios, con 78 años, sigue volando. Las avionetas, el vuelo y los motores son su pasión. Para quienes tengan un mínimo interés por la aviación, conversar con este veterano piloto es una verdadera delicia porque va acompañando la conversación con curiosas anécdotas. Cuando en 1962 fue creado el Aeroclub era imprescindible que tuviese una escuela de pilotos. «Nadie se quería apuntar y a mí, sinceramente, no me apetecía mucho pero pensé que no iba a ser por mi culpa que la sociedad no saliese para delante. Realmente volar no me hacía ninguna gracia», explicó Abelleira Pacios. Finalmente fueron seis los valientes. Entre ellos estaban, según recordó Luis Abelleira, su hermano José, Germán Álvarez Carballo, Vicente Latorre y Cela. Los primeros en hacer el examen fueron los hermanos Abelleira. Uno de los causantes de que este piloto se enganchase al mundo de la aviación fue su instructor Ángel Campoy García. «Siento una gran satisfacción de haber aprendido con él. Era un verdadero fuera de serie volando especialmente en aquellas épocas en la que los aparatos tenían como instrumentación la estima del piloto y la brújula», explicó Abelleira. Con Campos volaría muchas horas, haciendo fotografía e, incluso, yendo a buscar aparatos a Santander. De no querer volar pasó a cogerle el gusto. «Campos me sugirió dar doble mando (instruir a futuros pilotos) y es lo que estuve haciendo hasta hace unos cuatro o cinco años que dejé la instrucción», expresó. Fue el monitor de por lo menos medio ciento de pilotos que pasaron por los hangares del Aeroclub. En sus libros de vuelo aparecen anotadas 2.500 horas. No llegó a contabilizar nunca las de doble mando que hizo con los aprendices. «Hubo días, sobre todo en verano, que subía a las diez de la mañana, bajaba para comer y volvía a estar arriba hasta las diez de la noche», explicó. Asegura no saber nada de volar pero dice que el doble mando se le daba muy bien porque él tuvo un buen maestro. La Jodel fue su niña mimada. Con ella empezó a volar. Llegó a conocerle absolutamente todos sus secretos. «Sé todas sus reacciones. Hay que andar más ligero de pies para su manejo. No hace falta ser ningún héroe ni nada parecido para manejar esta verdadera reliquia», explicó. Este aparato protagonizaría años después una sonada incidencia. «Se fue sola al aire», recordó Luis Abelleira Pacios. Aunque parezca increíble el aparato volvió a ponerse en tierra sin desperfecto alguno. El veterano piloto contó que uno de sus colegas estaba poniendo en marcha las hélices y, en un momento dado, el aparato comenzó a despegar. Otras personas trataron de agarrarlo pero lo cierto es que la Jodel subió a los aires y se puso a volar en dirección a Castro. Finalmente acabó posándose sin mayores problemas. «Si se hubiese filmado es posible que nadie lo creyese pero fue verídico. Se fue al aire por una ráfaga de viento», explicó el veterano piloto. En los cuarenta años de vuelos de Abelleira Pacios hay más anécdotas. Todos los meses acompañaba a Campoy García a Burela para hacer fotografías de las obras de construcción del muelle. «Llegamos al campo y arrancamos el avión, un Auster al que habíamos hecho un agujero en la panza para poder hacer fotos. Empezó a salir el sol y también a subir la humedad. Resulta que se puso la niebla y, pese ello, nos pusimos a rodar por la pista y, al poco rato, sentimos un golpe muy fuerte. Una de las alas chocó contra el fungueiro de un carro que atravesaba la pista. Iba para la feria de Castro y el paisano pretendía atajar atravesando por el campo de aviación», comentó Abelleira. Piloto y copiloto, después de comprobar que los desperfectos en la nave tras el percance no eran muchos se preguntaron qué hacer. «Por mí seguimos. El problema hubiese sido haber pillado otro carro», explicó este veterano aviador. En la historia de este hombre del aire hay también momentos tristes, trágicos. El Domingo das Mozas del año 1966 su hermano José murió en un accidente aéreo ocurrido en el mismo aeródromo de Rozas. «El hecho me había impresionado y también la familia presionó para que yo no continuase volando pero sentía que Ángel Campoy seguía siendo mi ídolo, tanto es así que siguió saliendo a los aires», expresó el aviador lucense. Por las veces que le recuerda, no cabe duda de que Campoy marcó su carrera como piloto. Recuerda que, en cierta ocasión, haciendo doble mando en una Buker resulta que en una toma, debido al mal estado del campo, el tren de aterrizaje se partió y el aparato acabó capotando. «Campoy, que vio el percance, me mandó meter el avión en el hangar y, como coincidía que había otro del mismo modelo, con base en Santiago me dijo: coge esa Buker y sigue volando», recordó Abelleira. Pese a todos los percances, este fundador del Aeroclub (tiene el carné de socio número 17) y es el primer piloto de la sociedad, asegura que los aviones son nobles y apenas se les puede atribuir a ellos accidentes.