Quien mal anda, mal acaba

La Voz X. C.| LUGO

LUGO

ÓSCAR CELA

Despliegue policial en el traslado de El Fitipaldi de Rubiás a los juzgados para evitar que repitiese la sonada fuga que protagonizó en octubre del año 1996

24 abr 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

?uien mal anda, mal acaba. Ese es el refrán que le viene al pelo a Marcos Fernández Pena, el Fitipaldi de Rubiás, que vuelve a estar en la cárcel, esta vez acusado de haber matado a Manolo el Carnicero. Ni sus amistades directas se esperaban que este ladrón de coches fuese capaz de matar a alguien. Pero ocurrió para sorpresa, incluso, de la propia policía. Marcos fue llevado ayer por la mañana al juzgado en medio de un fuerte despliegue de efectivos policiales que acudieron en varios vehículos. Bien es cierto que también llevaron al otro joven detenido en relación con los hechos del Campo Castelo, pero los mandos de la comisaría no querían que se repitiese una historia similar a la del 19 de octubre del 96 cuando el Fitipaldi saltó por el balcón de la comisaría y se fugó corriendo. Marcos Fernández Pena es de esos delincuentes sobrevalorados por los medios de comunicación. El hecho de que con 16 años robase un coche y escapase de los policías por unas pistas de su parroquia sirvió para que fuese bautizado como Fitipaldi. Después siguió con sus andanzas delictivas. El padre de Manuel Vázquez Vázquez, la víctima mortal, fue testigo de la presencia del presunto homicida de su hijo en el juzgado. Señaló que, a pesar de ser de una parroquia no muy lejana a la suya, no conocía al autor de la mortífera puñalada, aunque sí a su madre. El progenitor del fallecido también aclaró que su hijo en ninguna ocasión había sido detenido por la policía por robar becerros en algunos pueblos para, luego, sacrificarlos y venderlos en su carnicería. Negó taxativamente esta cuestión e hizo referencia únicamente a que los únicos problemas policiales y judiciales que había tenido fueron por culpa de las drogas. También dijo que Manuel llevaba rehabilitado desde hacía diez años. Su vida había cambiado y era una persona muy apreciada en Santa María de Bóveda, «e proba delo foi a grande cantidade de xente que tivemos no enterro». Un jurado popular enjuiciará a El Fitipaldi por el homicidio del Campo Castelo. Pero antes tendrá que pasar por el banquillo de los juzgados de lo penal para responder por el robo de un coche fúnebre. El fiscal pide que le impongan siete meses de prisión.