Cada vez hay más estudios que lo demuestran. Son estudios serios. Sesudos. No financiados por empresas que venden papel. O que todavía fabrican tinta. No están pagados por librerías o por bibliotecas. Uno de estos informes dice que la lectura en papel es mucho más provechosa para el cerebro. Trabaja con más detalle la memoria visual. Permite que visualicemos lo que queremos aprender. Es fundamental para recordar el texto que hemos leído. Uno de los mayores expertos mundiales en aprendizaje dice que, con el tiempo, habrá una diferencia fundamental en capacidades entre los que leen al menos una hora al día (o a la noche). Solo una hora. ¿Qué es una hora? ¿Cuánto tiempo perdemos en el guasap? ¿Escribiéndolos y contestándolos? Guasaps que la mayoría de las veces no van a ninguna parte. Todos esos minutos de la basura de las pantallas forma (y deforma) ya gran parte de nuestras vidas. Leer una hora, repite el sabio y repito yo aquí. Leer un libro. Avanzar en la lectura. Leer un ensayo. Lo que nos guste. Algo que nos complete como personas. Conocimientos, ficción, todo lo que necesitamos para seguir siendo auténticas esponjas, no solo pálidos reflejos de la actividad en pantallas. Dice el experto que, por esa hora de lectura, habrá una diferencia fundamental entre la mujer o el hombre que la practique con disciplina (como quien jamás se salta una hora de gimnasio) y quien no lo haga. Esa hora es la gimnasia clave para la mente. Para seguir regando nuestro cerebro con palabras. Palabras que son las que luego utilizamos para relacionarnos con los demás. Para ser personas. Ya saben. Abran un libro. Sientan las páginas. Una hora. ¿Qué es una hora cuando se trata de ganar el tiempo, no de perderlo en el océano de Internet?