Este veinteañero de Sober gana todos los desfiles: así trabaja un profesional del carnaval

Carlos Cortés
Carlos Cortés MONFORTE / LA VOZ

SOBER

Iván Armesto lleva años recorriendo desfiles con montajes sorprendentes. Este año consiguió cinco primeros premios con un león articulado

23 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Los carnavales se despiden ya hasta el año que viene, pero hay quienes no se los sacan nunca de la cabeza. Es el caso de Iván Armesto, un veinteañero de Sober que es todo un profesional de los desfiles de disfraces. Lleva siete años paseándose por los principales concursos que se celebran en Galicia. Y consiguiendo premios, porque se lo trabaja tanto que gana muchos. Por ejemplo, este año consiguió cinco primeros premios en Arzúa, Pontevedra, O Rosal, Poio y Lugo. Desfila él solo, pero abulta más que algunas comparsas. En su última propuesta va de domador de un gran león mecanizado cubierto de mazorcas de maíz. Lo suyo, dice, es «tratar sempre de sorprender».

Los suyos no son los típicos disfraces que uno improvisa la víspera de la fiesta. Tienen detrás mucho trabajo, porque se basan no solo en un argumento imaginativo, sino también en vestirlo tan espectacular como sea posible. Él lo consigue con montajes mecanizados. El domador de este año llama la atención por el acabado de su traje y de la «piel» del animal, tapizados de arriba a abajo con rodajas de mazorcas, pero sobre todo por el león. Se trata de un animal de dos metros de alto y cerca de tres de largo, con mecanismos electrónicos que le mueven las patas, la cabeza y la boca.

Dos años de trabajo

«Tanto este disfrace como todos os demais que facemos —cuenta Iván Armesto— teñen detrás dous anos de traballo». Ese trabajo empieza con una idea que después Iván plasma en un diseño que a continuación lleva a la práctica. Cuando habla del proceso utiliza el plural, porque tiene al lado a su familia y a su pareja, aunque ellos se encargan sobre todo de acompañarlo en los desplazamientos y ayudarlo a armar y desarmar sobre el terreno los artilugios con los que desfila. La realización del disfraz es fundamentalmente cosa suya.

Su afición por los carnavales le viene de niño, cuando participaba con sus padres en las fiestas de disfraces de Sober y de Monforte. «Engancheime —recuerda— cando me puxen a fixarme nos disfraces realmente bos, aí foi cando comezou todo». Eso fue en el 2016, cuando tenía 25 años. En aquellos carnavales se estrenó con un disfraz de hombre invisible. Después sorprendió con un transformer amarillo que se plegaba sobre sí mismo para pasar de robot a coche. Y a continuación se puso a fabricar un dragón con 2.300 latas de cocacola que echaba humo por la boca. Hasta este 2023, con el león de maíz y articulado.

Lo que intenta es llamar la atención del público, presentar en los desfiles propuestas que no suenen a ya vistas. Cada disfraz le lleva dos años de planificación y realización, y después le dura también dos años. El león que estrenó en este 2023 se verá también en los desfiles del 2024. Iván disfruta el proceso de pensar propuestas nuevas y discurrir las soluciones técnicas más apropiadas para cada caso. «Gústame —explica— inventar cousas que non estean feitas». Eso y la reacción del público, porque le hace ilusión «ver que á xente lle gusta».

Lo que gasta y lo que gana

De lo que desde luego no va esto es de dinero, aunque los premios que gana son en metálico. Siempre trata de tirar todo lo que puede de material reciclado, pero el león que estrenó estos carnavales le costó alrededor de 1.700 euros. Siempre recupera la inversión y saca algo más, pero no tanto como para que solo el dinero compense tanto esfuerzo.

Y todo esto también le sirve para aprender. Iván es electricista de formación y trabaja en una fábrica de maquinaria industrial de Monforte, pero en sus montajes de carnaval aplica sobre todo rudimentos de electrónica y robótica, unas disciplinas de las que sabía entre poco y nada, y sobre las que va aprendiendo sobre la marcha. Fundamentalmente, a base de buscar soluciones a través de internet. Más de una vez se le ha pasado por la cabeza estudiar robótica, pero le faltan horas. Su trabajo en la fábrica le ocupa las mañanas, así que el tiempo para los disfraces tiene que sacarlo de las tardes. «Se ademais me puxese a estudar —explica— non me darían os días».