Compuesto y sin furancho, la pesadilla administrativa de José Mazaira en Belesar

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

José Mazaira, junto a una de las viejas cubas con las que esperaba decorar el furancho
José Mazaira, junto a una de las viejas cubas con las que esperaba decorar el furancho CEDIDA

Dos años de papeleo no le sirvieron para lograr una licencia que depende de cuatro organismos y tres administraciones

28 mar 2023 . Actualizado a las 18:28 h.

Belesar es de los pueblos más singulares de la Ribeira Sacra. No solo por el atractivo paisajístico del paraje a pie de río en el que se ubica, entre viñas en bancales y viejos soutos en lo alto de la ladera. Cortado a la mitad por el cauce del Miño, aguas arriba del embalse de Os Peares, cada orilla tiene su parroquia y pertenece a un municipio diferente del sur lucense. Los vecinos de la ribera derecha votan en Chantada y los de la margen izquierda en O Saviñao. De este último lado vive José Mazaira, junto al puente que comunica ambas orillas. Desde hace dos años, pelea con las administraciones para poder abrir un furancho. «Xa non lle vexo moita saída», apunta resignado.

Trabajador del Ayuntamiento de Chantada, Mazaira se planteó abrir un negocio de esas características para despachar con unas tapas en los fines de semana los excedentes del vino de cosecha propia. Cultiva algo más de una hectárea de viñedo en esa ribera y su casa, como casi todas en Belesar, tuvo desde siempre bodega en la planta baja. Potenciales clientes no le faltan al pueblo, base del catamarán del Miño y encrucijada de uno de los tramos más espectaculares paisajísticamente del Camino de Invierno.

Durante estos dos años de papeleo peregrinó por las ventanillas de cuatro organismos que dependen, según los casos, de las administraciones local, autonómica y estatal. Por la proximidad al río de la vivienda en la que quiere abrir el furancho, necesita permiso de la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil.

Belesar, por otro lado, forma parte de la declaración del paisaje cultural de la Ribeira Sacra, por lo que precisa además del visto bueno de la Dirección Xeral de Patrimonio. «Os permisos da confederación e de Patrimonio —explica— xa os teño. Fáltame a licenza do Concello, pero dinme que non poden dala sen un informe da Deputación».

El pueblo es suelo rústico

La casa de José Mazaira está situada al pie de un vial cuya titularidad corresponde a la Diputación de Lugo. Un cambio de uso como el que solicita tiene que ser informado favorablemente por el organismo provincial si afecta a los siete metros inmediatamente contiguos desde el extremo de la carretera. El bajo de la casa en el que su ubica la bodega está a un metro y el documento que necesita resulta inviable en el anómalo contexto urbanístico actual del pueblo de Belesar, que por lo que parece está catalogado como suelo rústico.

El local iba a funcionar en el bajo de la vivienda, que sirvió tradicionalmente de vivienda
El local iba a funcionar en el bajo de la vivienda, que sirvió tradicionalmente de vivienda

«Nas actuais condicións, temos que aplicar o que establece a Lei de Estradas de Galicia. A solución máis factible sería delimitalo como núcleo rural, pero iso é algo que lle corresponde ao Concello», informan desde la Diputación.

El primer furancho de la Ribeira Sacra abrió el pasado año en la aldea de Trasmonte, en el municipio de A Pobra do Brollón, el único Ayuntamiento en toda la zona que dispone de una ordenanza local sobre el desarrollo de esta actividad. El alcalde de O Saviñao, Carlos Armesto, sostiene que solo con la normativa autonómica ya se puede autorizar el local de Belesar. Según su criterio, si no se hizo es porque falta «o informe de Vías e Obras da Deputación».

Lo cierto es que José Mazaira ve desfilar un turismo incipiente sin poder abrir el local. De llevarse a cabo, la delimitación de núcleo que propugna la Diputación para resolver el problema de su licencia tardaría por lo menos dos años en resolverse. Por no poder, ni siquiera está en condiciones de reciclar la bodega tradicional para poder darla de alta en la denominación de origen. Tiene al menos dos siglos a cuestas, pero el laberinto de las administraciones le niega por ahora la existencia.