El cañón del Sil cruza el centro de París

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

P. RODRÍGUEZ

La imagen de referencia de la Ribeira Sacra ambientó desde en un gran mosaico uno de los principales salones de vinos de la capital francesa

11 nov 2019 . Actualizado a las 17:23 h.

Singuliers reúne cada año en París a bodegas de distintas procedencias emparentadas por situarse en las antípodas del vino del súper. Elaboradores que pisan las viñas y saben que de ellas no debe salir lo mismo cada cosecha. Los franceses eran mayoría en el salón que se celebró el primer fin de semana de noviembre, por el que desfilaron ochocientos profesionales del sector en busca de novedades. De 71 expositores, 62 venían de Alsacia, Burdeos, Borgoña, Champaña, Provenza, Loira y Ródano. Junto a ellos asomaban dos bodegueros de la Ribeira Sacra que vieron desvanecerse el tópico del chovinismo galo. Todo giraba allí en torno a un gran mural con una imagen del cañón del Sil sacada de Google Maps.

A los espacios de Singuliers reservados a las bodegas se accede por invitación. Si son de otros países, la originalidad del producto no basta. También deben disponer de distribución en Francia, un mercado que no parece precisamente fácil para el vino foráneo. «Vender en Borgoña o en Burdeos es complicado, pero en París tienes opciones. La restauración del País Vasco francés también es un cliente interesante», explica Pedro Rodríguez, de Adega Guímaro, uno de los participantes en el salón que organiza la agencia especializada Vinhop.

Singuliers busca siempre escenarios con cierto glamur. Este año el salón se desarrolló en el Pavillon de l’Arsenal, un centro de información, documentación y exposición sobre el urbanismo y la arquitectura situado en pleno corazón de París. El edificio consta de tres pisos y acoge habitualmente exposiciones, conferencias y coloquios. Un gran mosaico, a disposición de este tipo de eventos, ocupa la parte central de la planta baja. Mientras duró el salón de vinos, estuvo acaparado por una imagen de satélite del cañón del Sil.

A Pedro Rodríguez le tocó en suerte la planta baja y tardó en percatarse de que el público que se interesaba por el mosaico situado en la parte central podría estar observando sus viñas. «Desde el lateral en el que estaba no podía ver bien la imagen del panel sin acercarme. Tampoco lo esperaba. Curro [Bareño] estaba en la segunda planta y se dio cuenta enseguida. Fue el que me avisó», dice el bodeguero.

Curro Bareño es uno de los socios de Fedellos do Couto, bodega ubicada en A Abeleda, en la parte ourensana de la Ribeira Sacra, aunque actualmente elabora sus vinos al margen de la denominación de origen. La elección de la imagen del cañón del Sil, en su opinión, va más allá del atractivo paisajístico. Tiene que ver también con las condiciones de la zona para elaborar vinos que encajan con la filosofía del salón francés.

Diferentes a otras zonas

«Por Singuliers pasa gente de un nivel muy alto. Alguno conocía todas las añadas de Fedellos y ni yo sería capaz de describirlas con tanto detalle. En Francia se asocia el vino español con mucha madera, extracción y exceso de sol. Cuando catan otras cosas, más ligeras y con acidez, se sorprenden. Un sumiller que probó nuestros vinos dijo que le encantaban porque eran muy digestivos», apunta Bareño.

Fedellos do Couto está entrando en las cartas de restaurantes de Lyon y de la zona del Jura, famosa por sus vinos de trousseau, la misma variedad que se cultiva en la Ribeira Sacra con el nombre de merenzao. La bodega ourensana elabora con ella un tinto monovarietal con la etiqueta Bastarda, que es como se conoce en el norte de Portugal.

A Adega Guímaro tampoco le va mal en Francia. Tiene dos distribuidores y vende ya en torno a dos mil botellas al año, mayoritariamente tintos de finca. «Meixemán le gustó mucho a Paz Levinson», presume Pedro Rodríguez. Ella es la sumiller del restaurante parisino Anne-Sophie Pic, un tres estrellas Michelin en cuya carta la Ribeira Sacra se codea con la élite del vino.