«Pasamos medo, estaba claro que nos podían arder as casas»

Carlos Cortés
carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

ALBERTO LÓPEZ

Los vecinos desalojados en el incendio de Chavaga todavía tienen el susto en el cuerpo

18 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Amalia López Fernández es una mujer de armas tomar, pero literalmente. A esta vecina de Chavaga le ardió la casa una noche hace catorce años. Ella oyó el crepitar de las llamas y lo interpretó mal. Pensó que unos ladrones intentaban entrar a golpes a través de una ventana, así que cogió el hacha que tiene siempre al lado de la cama y se puso en guardia. Los gritos de alerta de unos vecinos la sacaron de su error. De aquella noche le queda el alivio de no haber tenido que darle un hachazo a nadie y una insuperable aversión al fuego. Esta viuda de 84 años es uno de los vecinos de Chavaga que en la madrugada del lunes tuvieron que dejar sus casas cercadas por las llamas. Chavaga, Bascós y Cereixa, las tres parroquias de Monforte y A Pobra do Brollón tocadas por este gran incendio, se despertaban ayer con el aire transparente. La lluvia que cayó durante la noche los libró a ellos y al resto del valle de Lemos de la molesta nube de humo que un día antes lo cubría todo.

El primer incendio del domingo, el de las ocho de la tarde en Bascós, puso en alerta a todos los vecinos, comunicados entre ellos a través del teléfono mediante grupos de mensajería móvil. Amalia decidió irse a dormir cuando su hijo la llamó para decirle que ese fuego estaba ya apagado. Pero con los nervios del fuego tardó en conciliar el sueño. Tanto que apenas había empezado y ya se despertó sobresaltada. Olía mucho a humo, así que se levantó y abrió la ventana. «Virgen querida, non se vía nada», recordaba ayer.

Su vecino Javier Casanova llevaba un rato llamándola a gritos, pero Amalia está un poco sorda y no lo oía. Eran las tres de la mañana y las llamas se habían acercado peligrosamente a las tres casas del barrio de Ríos en las que viven Amalia, Javier y su madre y un matrimonio de edad avanzada con su hijo. La madre de Javier fue la única que discutió la orden desalojo. «Que máis dá -decía la mujer-, se ardo pouco se perde». Javier tuvo que enfadarse con ella para que la mujer aceptase levantarse y salir de casa.

No creen que fuese exagerado

Aquella noche, el alcalde de Monforte, José Tomé, ordenó sobre el terreno esos tres desalojos y uno más de una casa junto a la iglesia parroquial de Chavaga. Los afectados no creen que la decisión de sacarlos de sus viviendas fuese exagerada. «A verdade é que pasamos medo -admite Javier-, estaba claro que nos podían arder as casas».

Durante las tres horas siguientes, bomberos, brigadistas, vecinos e integrantes de las fuerzas de seguridad se batieron a fondo contra el fuego para impedirlo. Cuando Javier sacaba ropa y otros enseres para ponerlos a salvo en el coche, alguien le dijo que no se preocupase, que los bomberos no iban a dejar que ardiese ninguna casa. «E efectivamente, non deixaron que pasase, merecen un dez», decía ayer, agradecido.

Las parroquias monfortinas de Chavaga y Bascós y la de Cereixa, en el vecino municipio de A Pobra do Brollón, recuperaban ayer la normalidad. El peligro real solo duró unas horas de madrugada, pero durante toda la jornada del lunes el trasiego de bomberos fue constante en la zona para tratar de contener los tres incendios que la mayor parte del día ardieron sin control, aunque ya lejos de las casas. La lluvia de la madrugada del martes acabó de frenar el avance de las llamas, que al acabar el lunes ya estaban muy mermadas en casi todos los frentes menos en el de Cereixa.

De todas formas y a pesar de que en algún momento llovió con fuerza, de las cenizas seguían saliendo algunas pequeñas columnas de humo aquí y allá. Por la tarde la Consellería de Medio Rural todavía se resistía a dar este incendio por técnicamente controlado y lo consideraba solo estabilizado.