Los vecinos de Río de Bois buscan salidas para que la aldea no desaparezca

C. R. / F. A. MONFORTE

LEMOS

Una de las dos familias que quedan en esta localidad de Brollón quiere abrir una casa de turismo rural En la zona montañosa del municipio de Pobra de Brollón, la pequeña localidad de Río de Bois se esfuerza por no desaparecer, aunque hoy sólo está habitada por dos familias. Los vecinos proyectan habilitar en una de las construcciones del pueblo un albergue de turismo rural y echar mano de las tradiciones locales para atraer visitantes, a los que también se ofrece una arquitectura popular de montaña bien conservada y un paisaje de marcada belleza, además de algunas singularidades que no pueden dejar de llamar la atención a cualquiera que se acerque por este lugar por vez primera.

23 oct 2000 . Actualizado a las 07:00 h.

La localidad de Río de Bois se encuentra a dos kilómetros de Parada de Montes, cerca de la carretera que conduce de Pobra do Brollón a Folgoso do Courel. Un desvío señalizado en esta ruta indica el camino que conduce hasta este pueblo habitado actualmente por dos familias. En otros tiempos, la población estuvo formada por unos quince grupos familiares que vivían principalmente del pastoreo del ganado lanar y vacuno. La recogida de la castaña también era una ayuda importante para la precaria economía local, destinándose tanto al consumo humano como a la ceba de animales. En la actualidad, la mayor parte de las castañas que se dan en los alrededores sirve de pasto a los jabalíes que abudan en la zona. Los vecinos no disponen de medios para evitar que perjudiquen sus cosechas de maíz, patatas y, sobre todo, de castañas. En la parte baja de la aldea se encuentra un excelente souto de castaños centenarios atravesado por el río Loureiro, cuyo nacimiento se encuentra cerca de la localidad. Marina Cortiñas, natural de Cortes, en O Courel, lleva viviendo 36 años en Río de Bois y recuerda bien los tiempos en que el pueblo contaba con un vecindario notablemente mayor que el actual. Señala que aunque la gente vivía en una situación más bien precaria, la convivencia era muy estrecha y el ambiente cordial. Las matanzas, las magostos, los carnavales, las partidas de cartas y otras muchas circunstancias daban ocasión a lo largo del año para que se reuniesen todos los vecinos. En el pueblo había varios telares y las mujeres solían compaginar esta labor artesanal con las tareas domésticas. Uno de ellos estaba en la casa de Marina Cortiñas, cuya abuela fue una consumada tecedeira. Como muestra de ello se conservan colchas y mandiles de magnífica factura, confeccionadas con lino y lana de oveja, en las que destacan unos complejos y laboriosos dibujos de varios colores. Del telar, no obstante, sólo queda el peine. En la actualidad, Marina Coriñas tiene la intención de abrir un albergue de turismo rural para contribuir a recuperar la economía del pueblo y tratar de impedir que un día quede totalmente despoblado. Para ello cuenta con una construcción de unos mil metros cuadrados y con la voluntad de recuperar un poco las antiguas tradiciones locales. Bodega de piedra En un extremo de la localidad llama fuertemente la atención la existencia de una bodega totalmente excavada en la roca viva. La cavidad, de unos veinte metros de largo y unos cuatro de alto, fue abierta a fuerza de brazos y picos. La bodega, a la que los vecinos llaman Casa San Antonio, tiene el techo un tragaluz de unos diez metros de altura que comunica con un ancho boquete abierto en el terreno situado sobre ella. Esta singular construcción se utilizaba únicamente para almacenar vino y podría ser sin duda uno de los principales atractivos de la localidad.