Descifrando el etiquetado de los huevos, el pollo o el pan: ¿cómo saber cuál es la opción más saludable?
VIDA SALUDABLE
El «pollo de corral» no es una denominación legal, los huevos ecológicos no siempre son mejores a nivel nutricional en comparación a los camperos, y un pan más oscuro no siempre es integral
02 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Las etiquetas de los productos de un supermercado ayudan a saber qué se está comprando, su valor nutricional y cómo se debe conservar una vez que se llega a casa. Pero para ello, es necesario entenderlas. Sobre todo si hablamos de algunos productos concretos, como los huevos, donde un dígito representa la forma en la que han sido criadas esas gallinas. O el pan, que según Ana Cristina Pérez, miembro del Consejo General de Dietistas y Nutricionistas de España, «no es tan importante que ponga que es de masa madre, sino que la harina sea integral».
Los huevos
El primer dígito del código de los huevos identifica en qué condiciones se ha criado esa gallina. «No se refiere al valor nutricional», matiza la dietista-nutricionista. Los que proceden de aves criadas en el suelo, un sistema donde las aves no tienen acceso al aire libre, pero pueden moverse libremente dentro de las naves cerradas, se corresponde con el código 2. «Hay menos de nueve por metro cuadrado», describe Pérez. Cuando la gallina es criada en una jaula, los huevos tienen el número 3. «La densidad es de trece gallinas por metro cuadrado, aunque sí que es verdad que su alimentación ha sido enriquecida desde el 2012».
Cuando los huevos son camperos, el código es el 1. «Se caracterizan porque, además de las características anteriores, pueden moverse libremente sin jaulas, tienen acceso a corrales, vegetación, y en su alimentación puede haber piensos convencionales, pero también de lo que picotean por ahí», explica Pérez. Son las conocidas como gallinas camperas.
Por último, el código 0 corresponde con los huevos ecológicos. «Además de tener acceso al exterior, su alimentación procede de la agricultura ecológica, correspondiendo, como mínimo, al 95 % de lo que comen estas aves. No se les suministra antibióticos de manera preventiva y tienen un mayor espacio: menos gallinas por metro cuadrado».
Con todo, la dietista-nutricionista remarca que, aún existiendo estas diferencias entre un código y otro, «desde el punto de vista nutricional, la composición es prácticamente idéntica; la elección entre uno y otro dependerá de una decisión en sostenibilidad». Asimismo, subraya que «lo importante es el que los huevos estén frescos. Cuando llegamos a casa, hay que meterlos en la nevera. Y se deben cocinar de la forma adecuada. De hecho, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición aconseja consumirlos antes de los 28 días desde la puesta».
Coincide Alén Daniel Porto, miembro del Colexio Oficial de Dietistas e Nutricionistas de Galicia (Codinugal). «Si tuviese que elegir unos, serían los de código 1, porque que sean ecológicos no quiere decir que sean mejores. Por supuesto, las gallinas tienen mejor calidad de vida, pero comer es muy caro y, muchas veces, la categoría campero es prácticamente igual que la ecológica, pero mucho más barata», expone.
El pollo
Con la carne de pollo sucede algo parecido a los huevos. Según cómo haya sido criada esa ave, se clasificará diferente. «Se tiene en cuenta si tiene acceso al aire libre y puede caminar, porque va a tener mayor contenido de músculo y menos de grasa», sostiene Pérez.
El pollo convencional, también llamado industrial, proviene de granjas de cría intensiva, en grandes naves con condiciones ambientales controladas. «La densidad suele ser de unas 15 a 20 aves por metro cuadrado y según las normativas, son 42 días de vida, aproximadamente. Es la opción más económica, pero no la mejor nutricionalmente desde el punto de vista de la grasa, porque es saturada», indica la dietista-nutricionista.
En caso de que se trate de un pollo campero, los cuales requieren un mínimo de 55 días de crianza, cuentan con acceso al exterior. «Durante todo el día, aunque no lo usen, disponen de él. Y la densidad es bastante menor, de once aves por metro cuadrado. Su carne suele tener menos grasa porque el músculo es más firme al tener mayor espacio para caminar».
Además, en los supermercados puede verse en etiquetas «pollo de corral», pero la realidad, alerta Porto, es que esa denominación no es legal. «El pollo campero sí lo es y tiene un reglamento que especifica las condiciones de cría, pero este, no», indica. Así, la etiqueta no proporciona información sobre su origen, cría, y alimentación, simplemente es un reclamo comercial.
¿Y si se compra al corte? Aunque puede parecer más difícil disponer de esta información en la carnicería de un supermercado, no lo es tanto. «Siempre se lo podemos preguntar al profesional porque ellos sí deben tenerla, es obligatorio», asegura Pérez. Asimismo, en los carteles en los que aparece el precio del producto también se da alguna información. «Siempre debería aparecer el nombre del alimento, el origen de la cría y el de sacrificio, porque son dos cosas diferentes y, aunque puede parecer que no tiene importancia, nos ayuda a hacernos una idea de la cadena de producción que ha tenido ese alimento».
El pan
A la hora de comprar pan, Pérez dice que se deben de tener en cuenta varias consideraciones. «Se suele asociar el color oscuro del pan con que es integral y no siempre sucede, hay que leer la etiqueta». El primer ingrediente que debe aparecer para considerarlo «nutricionalmente bueno» es harina integral de trigo, «y si pone harina de trigo salvado, ya no es integral completo, es más bien un pan blanco al que se le añadió salvado de trigo», matiza.
Otra de las confusiones recae sobre el término «masa madre»: «La fermentación con ella es un proceso más lento, de 12 a 48 horas, que predigiere el almidón y mejora la biodisponibilidad de minerales». ¿Cuál es el problema? «Que aquí en España no existe una regulación sobre qué porcentaje de masa madre debe contener. Así, un pan puede llevar un 5 % de masa madre y un 95 % de levadura industrial y, aún así, promocionarse como de masa madre», responde Pérez. Porto, amplía: «Pueden llevar esa etiqueta y que la que se utilice sea una masa madre industrial, un producto que para nada se asemeja al de tu panadero de confianza ni al que podrías hacer tú en casa».
Cuando el pan es de masa madre, las diferencias también se dan desde el punto de vista organoléptico. «Tanto el sabor, como el aroma y la consistencia. Cuenta con una corteza gruesa y crujiente, se conserva más tierno durante un mayor número de días y su sabor es ligeramente ácido. Por supuesto, también es caro, pero porque requiere más tiempo para su elaboración», explica Pérez.
Además, «desde el 2019, el único pan que puede poner ‘‘integral'' a secas, es el que lo es al 100 %», confirma Porto. Por lo tanto, si no llega a ese porcentaje, debe especificarlo. «Si se trata de una mezcla, debe indicar cuánto, sea del cereal que sea. Puede ser un 30 % integral, un 50 %, etcétera. Cuanto mayor sea el porcentaje, mejor, en general». Sin embargo, remarca: «Esto no quiere decir que el pan blanco sea malo. De hecho, en determinadas circunstancias, puede ser más interesante. Por ejemplo, para deportistas, antes o durante el deporte, porque en este caso lo que necesitas no es tener una glucemia más moderada, necesitas más energía rápido. En ese caso, es una buena opción».