Así cambiará tu cuerpo si dejas de fumar ahora: en una semana mejorará tu piel, en febrero respirarás mejor y en un año disminuirá el riesgo de infarto

VIDA SALUDABLE

Te contamos todos los beneficios que supondrá cumplir este famoso propósito de Año Nuevo
20 ene 2025 . Actualizado a las 14:37 h.Si se ha propuesto dejar de fumar en este 2025, quizá le ayude saber que podría estar sumando minutos de vida. Cada cigarrillo fumado puede restar unos veinte minutos, según un estudio realizado por la University College de Londres. Concretamente, los investigadores apuntan que, por sexos, las mujeres pierden 22 minutos y los hombres 17 con cada cigarro. Eso significa que, si una persona fuma una cajetilla de veinte, a veinte minutos por cada uno suponen casi siete horas de vida perdidas. Si bien no hace falta poner la vista tan a largo plazo para vivir de primera mano todos los beneficios que supone dejar el hábito. Le contamos todos los cambios que experimentará su cuerpo a lo largo de las horas, los días, las semanas y los años.
Dejar el hábito en enero, ¿una buena decisión?
«Está claro que cualquier fecha es buena para dejar de fumar», avanza Carlos Rábade, neumólogo del Hospital Clínico de Santiago de Compostela (CHUS). «Pero sí que es verdad que para dejarlo, lo importante es que sigan la recomendación de un profesional sanitario. Que cuenten con una serie de herramientas que les pueden ser útiles. El tabaquismo es una enfermedad adictiva y, por lo tanto, en muchos casos se requiere tratamiento farmacológico. En este caso, las posibilidades de que lo consiga son de tres a cuatro veces superiores», añade el especialista.
Rábade remarca en varias ocasiones que lo primordial es intentarlo y que no conseguirlo no es un fracaso, sino un escalón más. «La recaída es un proceso normal del abandono, la clave es la perseverancia». En ese sentido, propone seguir un plan de acción realista. «Establecerse un día en el que vas a dejar de fumar y decir: ''No sé que va a pasar mañana, pero hoy no voy a fumar''. Y repetirlo cada día». Asimismo, propone escribir en una libreta los momentos que más se asocian al tabaco, para intentar cambiar rutinas. «Costumbres que tiene el fumador que le llevan a querer fumar: ir a un determinado local, estar en un determinado entorno o cerca de estímulos como el café o el alcohol. Por eso lo fundamental es el compromiso con querer dejarlo».
El quién es quién de un cigarro
Durante la combustión de tabaco se originan más de 4.000 productos tóxicos diferentes. Entre ellos, destacan por su peligrosidad:
- Los alquitranes, responsables de distintos tipos de cáncer.
- El monóxido de carbono, que favorece las enfermedades cardiovasculares.
- Los irritantes como los fenoles, los amoníacos y el ácido cianhídrico, responsables de enfermedades respiratorias como la bronquitis crónica y el enfisema pulmonar.
- La nicotina, que causa la dependencia al tabaco. Aunque tiene una vida media de dos horas, a medida que disminuye su concentración en sangre, aumenta el deseo de fumar.
- También pueden existir otros componentes como el arsénico, el cadmio, el níquel, polonio, acetona o metanol.
Fuente: Ministerio de Sanidad
A las horas: el monóxido de carbono baja a la normalidad
El monóxido de carbono que hay en el tabaco pasa a la sangre a través de los pulmones. Es el responsable del daño en el sistema vascular, aumenta la frecuencia cardíaca y la posibilidad de arritmias. También produce la disminución del transporte de oxígeno a los tejidos de nuestro organismo. Produce fatiga, tos y expectoración. A la larga, el consumo de tabaco incrementa en un 70 % el riesgo de morir prematuramente por diversas enfermedades. Además, provoca alteraciones en el aspecto físico, problemas de fertilidad e incluso un debilitamiento del propio sistema inmunitario. La buena noticia: todo se revierte en el momento en el que se apaga el último cigarrillo.
Alrededor de los veinte minutos posteriores de la última calada, la presión arterial y el ritmo del pulso bajan a la normalidad. Sobre las doce horas de dejarlo, también se rebajan los niveles de monóxido de carbono. «Además, a las horas de esa última calada también mejoran dos sentidos: el gusto y el olfato. Se empiezan a saborear mejor los alimentos», resalta Rábade.
A la semana: los cambios son perceptibles en la piel
«Solo por el hecho de dejar el tabaco, esa persona va a estar más joven y va a tener mejor aspecto», avanza Rafael Vázquez, coordinador del grupo de trabajo de Tabaquismo de la Sociedad Gallega de Patología Respiratoria (Sogapar). La piel está expuesta a los efectos del cigarrillo por dos vías: por contacto del humo ambiental con la piel y por vía sanguínea, con la llegada de sustancias tóxicas procedentes del humo del tabaco inhalado. La nicotina también daña las células de la piel: disminuye su activación, capacidad de migración, proliferación y remodelación. Así, se producen arrugas prematuras y tanto el cabello como la piel están más secas. Pero una vez dejado el hábito, son perceptibles los cambios.
«A los siete días, ya va a haber una mejoría en la piel, está más hidratada», asegura Rábade. «Cuando uno deja de fumar aumenta el flujo sanguíneo a todos los tejidos y a la piel también, por supuesto. Aumenta el aporte de oxígeno, de nutrientes y deja de destruirse el colágeno. Con lo cual, es como una crema antiedad maravillosa», añade Vázquez. En un plazo más largo, seguirán notándose más cambios dermatológicos. «Como la desaparición de manchas que aparecen en la piel en relación al consumo de tabaco», comenta el miembro de Sogapar.
A las tres semanas de dejarlo, aumenta la función pulmonar (aunque también aparece la ansiedad)
«El monóxido de carbono es un gas tóxico que tiene el tabaco que provoca que llegue menos sangre a los tejidos y que, por lo tanto, la vascularización periférica sea menor. Cuando la presencia de este se reduce en el organismo, disminuye el cansancio y esa sensación de debilidad generalizada; ese malestar que suele tener el fumador», explica Rábade. En esas primeras semanas, también mejora la tos. «El fumador se acostumbra a tenerla de forma matutina, e incluso persistente. Pero en el momento en el que se deja el hábito, esta, mejora», indica Rábade.
Sin embargo, a nivel de salud mental, estos días resultan críticos. Puede haber nerviosismo e irritabilidad. El síndrome de abstinencia dura unas dos o tres semanas y suele ser un período complicado para el fumador porque aumentan sus ganas de volver al hábito. «Puede darse insomnio, más ganas de comer —por eso se puede aumentar de peso, aunque es reversible—. Las familias incluso dicen: ‘‘Por favor, que vuelva a fumar porque no hay quien lo aguante», comenta Rábade. Este síndrome se puede prolongar durante los primeros tres meses, debido a esa dependencia que genera la nicotina y otros componentes del tabaco en el sistema nervioso», afirma Rábade. La buena noticia, la proporciona él mismo: «Todo ese conjunto de síntomas son evitables con el tratamiento farmacológico o el apoyo psicológico adecuado».
De febrero a octubre: la dificultad para respirar mejora
En un tiempo de uno a nueve meses, la función pulmonar sigue mejorando. Los pulmones y las vías respiratorias tendrán más capacidad de manejar las mucosidad, limpiar los pulmones y reducir el riesgo de infección. «Más del 60 % de las patologías respiratorias, más del 60 % de las cardiovasculares y más del 60 al 70 % de todos los cánceres que se producen en nuestro medio son producidos por el tabaquismo. Con lo cual, las posibilidades de evitar todas esas enfermedades van a ser enormes», resalta Rábade.
También mejora la tolerancia a hacer ejercicio: «Van a notar que pueden someterse a cargas de esfuerzo mayores. Y en el fondo, te sientes más libre y empieza a mejorar tu autoestima».
En enero de 2026, el riesgo de enfermedad cardíaca se reduce a la mitad
Después de cerca de doce meses sin un cigarrillo en la mano, el riesgo de enfermedad cardíaca es la mitad que el de alguien que sigue consumiendo tabaco. Y continúa descendiendo con el paso del tiempo. «A medio plazo, el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares como un infarto de miocardio disminuye de tres a cuatro veces», confirma el doctor. Después de dos a cinco años de dejarlo, el riesgo de sufrir un ictus puede reducirse al mismo nivel de una persona que no fuma.
En enero de 2026, aproximadamente, también serán perceptibles los cambios en la salud dental. Sobre todo, en las encías. «Adquieren un mejor aspecto porque tenemos menos placa bacteriana, se desarrollan menos infecciones periodontales e incluso mejoran los labios, ya que se ven mucho más hidratados», explica Vázquez.
En 2030, el riesgo de padecer cáncer disminuye a la mitad
La lista de cánceres que se relaciona con el tabaquismo es extensa: de esófago, páncreas, vejiga urinaria, cavidad bucal y laringe, de mama, hígado, estómago, cérvix, colon y recto e incluso se ha relacionado con leucemia mieloide aguda. «Las sustancias disueltas en el humo pasan al torrente sanguíneo. Por eso el pulmón es el primer órgano afectado directamente, pero después esto componentes tóxicos se distribuyen por todo el organismo y pueden ir a otros órganos», explica Ángel Esteve Fernández Muñoz, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública, en este artículo. Pero a los cinco años de dejar el hábito —en el 2030 si se empieza este enero—, el riesgo de padecer cáncer de boca, garganta, esófago y vejiga se reduce a la mitad. El riesgo del cáncer de cérvix se reduce al mismo nivel que una persona que no fuma.
En 2035, el riesgo de morir por cáncer pulmonar disminuye a la mitad
A los diez años de dejar el hábito, los riesgos de morir por cáncer pulmonar son cerca de la mitad en comparación con aquellas personas que todavía fuman. Y a los quince, en 2040, el riesgo de enfermedad cardíaca es el mismo que el de una persona que no fuma.
«Todos los fumadores lo pueden conseguir. Lo que tienen que saber es que disponen de una serie de herramientas que les van a ayudar a dejar de fumar y que, si recae, no pasa nada. Analizar cuál ha sido la causa y volver a intentarlo», expresa Rábade. Es decir, esta entra dentro del proceso normal de abandono del hábito. «Y si se consigue, tampoco se debe bajar la guardia. Que uno lleve unos años sin fumar y, por cualquier circunstancia fumarse un cigarro y volver a recaer en el hábito», añade Vázquez.