Ignacio Novo, médico internista: «Beber seis cervezas en dos horas tiene mucho más riesgo que beberlas a lo largo de una semana»
VIDA SALUDABLE
El coordinador del Grupo de alcohol y otras drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna analiza la nueva propuesta del Ministerio de Sanidad para regular el acceso a este tóxico entre los menores
07 ago 2024 . Actualizado a las 18:50 h.El consumo de alcohol se relaciona con la muerte de más de tres millones de personas a nivel mundial. El doctor Ignacio Novo, coordinador del Grupo de alcohol y otras drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna y médico internista en el Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS), explica que la ingesta de joven puede dejar huella en el adulto.
—¿Cómo afecta este tóxico a edades tempranas?
—El efecto es distinto al del adulto. Las encuestas de consumo suelen tomar como grupo de referencia desde los 14 hasta los 18 años. Son personas que están en desarrollo. El alcohol no solo afecta al organismo a nivel general, sino también a su desarrollo cerebral y neuronal. Desde el grupo de trabajo de la SEMI hicimos algún trabajo con estudiantes y vimos unos datos alarmantes, que en ocasiones se presentaba gente extremadamente joven con datos de inflamación en el hígado, de daño orgánico por el alcohol. Más allá de esto y del posible daño a nivel cerebral y neuronal, también está el riesgo de caer en una adicción. Al final, estamos hablando de niños prácticamente, que son muy vulnerables, y al igual que pueden desarrollar una adicción a juegos, puede ocurrir con los tóxicos. Tener un tóxico tan accesible, muchas veces favorece el desarrollo de adicciones desde edades muy tempranas, que pasan desapercibidas porque nadie se puede imaginar que un chico de 16 años pueda ser adicto a una sustancia, pero lo es. Y cuando uno se da cuenta a veces es tarde o más complicado para poner remedio.
—Si en adultos no existe un consumo libre de riesgo, en adolescentes mucho menos.
—Claro. Posiblemente, la percepción de riesgo del joven sea nula. Pero no es así. Sabemos que existe un daño orgánico que se puede acumular desde edades muy tempranas. Es decir, si una persona bebe mucho desde los 15 hasta los 35 años, y luego lo deja, el riesgo no desaparece nunca. Está ahí. La posibilidad de que una persona pueda desarrollar una enfermedad a lo largo de su vida por haber bebido en la juventud también existe, el riesgo no será cero, desgraciadamente.
—Entre el 2010 y el 2017, España registró unas 15.000 muertes por consumo de alcohol de las cuales casi un 60 % fueron prematuras. ¿Un adolescente que toma alcohol es un adulto con más riesgo no solo de enfermedad, sino también de adicción?
—Sí, la vulnerabilidad o la posibilidad de adicciones que se minimicen es muy alta. El alcohol es una de las principales causas a nivel mundial, o la primera en algunos grupos de edad, de muerte prematura por causa evitable. Pero aquí también hay que entender que estamos hablando de fallecimientos relacionados directamente con el consumo de alcohol, que no tienen que ser porque uno beba y tenga una enfermedad, sino que se incluye a accidentes de tráfico, laborales u de otro tipo, violencia de género u de otro tipo. Todo esto genera muertes, y muchas veces el alcohol, aunque no se diga, está detrás.
—A veces se habla de un consumo de bajo riesgo.
—Sí, pero el riesgo cero no existe. Las recomendaciones canadienses, que son las más estrictas del mundo, nos dicen que este consumo es de tres ingestas semanales, tres cañas a la semana, y a partir de ahí el daño sería más alto.
—¿Cómo beben los jóvenes?
—Su patrón suele ser de atracones, en forma de botellón, en una fiesta o en momentos puntuales. Tal vez no sea muy excesivo, pero es muy rápido. Si una persona se bebe seis cervezas en dos horas, en vez de hacerlo a lo largo de la semana, el riesgo es mucho mayor. Puede haber otras alteraciones en el organismo o una intoxicación aguda.
—¿Qué opina de las propuestas del Ministerio de Sanidad para la nueva ley del alcohol? Pone un gran foco en la prohibición de venta en lugares frecuentados por menores.
—En primer lugar, creo que reconocer que España ha fracasado en este aspecto es de alabar. Es decir, la venta de alcohol a menores está prohibida, pero resulta que un 75 % de los jóvenes de entre 14 y 18 años dicen que bebieron. Algo se está haciendo mal. El proyecto parece ambicioso, muy global, que quiere implicar a toda la sociedad. Todos deberíamos dar ejemplo y no lo damos, así que es posible que las leyes tengan que obligarnos. Que los referentes de alguien con 15 años, médicos o profesores, consuman alcohol puede hacerles pensar que tan malo no debe ser. Así que evitarlo es clave. Además, vi que el proyecto pretende actuar en diferentes puntos de la sociedad. Esperamos que vaya adelante.
—¿Cree que el alcohol forme parte de nuestra cultura es parte del problema? Los niños ven cómo sus familias lo toman.
—Ese es el quid de la cuestión. Y seguramente una ley, por muy ambiciosa que sea, no resulte suficiente y se encuentre con muchas trabas en el proceso. Imagino que habrá presiones e intereses comerciales, pero al menos intentar desvincular el consumo de alcohol de momentos de fiesta, de celebración, de momentos familiares, esa sensación de que todas las personas de éxito celebran su éxito en la vida con alcohol. No digo que haya que llegar a la prohibición del consumo, yo siempre digo que cada uno haga lo que quiera con su salud, pero que no piense que está haciendo algo positivo o que aporte beneficios a su bienestar.
—La propuesta hablar de incluir el consumo de alcohol en la historia clínica. ¿Sería útil?
—Sí. Desde la Sociedad de Medicina Interna, revisamos este aspecto hace poco para un trabajo en pacientes mayores de 80 años, y vimos que solo el 30 % de las historias clínicas lo tenían recogido. Es algo que los médicos deberíamos hacernos mirar. Si no le preguntamos a los mayores, seguramente a los de 14 mucho menos. Creo que debería formar parte de la historia clínica obligatoriamente. No tiene que dar ningún reparo ni vergüenza. La labor del médico debe ser preguntar no solo por el alcohol, sino por cualquier sustancia o conducta que pueda generar adicción. Nuestra labor ahí es fundamental para evitar problemas en el futuro.
—En una encuesta publicada en la Revista de Salud Pública Europea, menos de la mitad de los participantes era capaz de nombrar el alcohol como un factor de riesgo de cáncer. ¿Cree que falta conocimiento?
—Totalmente. Creo que tenemos mucha desinformación, informaciones confusas e incluso grupos de médicos que defienden posturas difícilmente explicables de vincular el alcohol con la salud de manera positiva o de minimizar el riesgo de desarrollo de enfermedades graves. Y después, creo que hay mucho interés económico y que el lobby del alcohol tiene mucho poder en el mundo. Ya no digamos la publicidad y de la presencia de marcas de alcohol en cosas tan típicas como el fútbol. Es difícil luchar contra eso.
—¿Cree que si en una botella pusiese: «Beber alcohol mata» disuadiría el consumo?
—Creo que a largo plazo, sí. Al menos, surgirían conversaciones y debates en la calle. ¿Qué forma de informarles hay mejor que poniéndolo en la propia etiqueta? Ninguna. Sería fundamental.