Ramón Bataller, hepatólogo: «Bastantes estudios muestran que hay una predisposición genética a que el alcohol te siente mal»
ENFERMEDADES
El jefe de la Unidad de Hepatología en el Hospital Clínic de Barcelona no está de acuerdo con la recomendación de dejar pasar tres días entre ingestas de alcohol, pues tanto beber a diario como el consumo por atracón es perjudicial
14 jun 2023 . Actualizado a las 17:16 h.Ramón Bataller es uno de los mayores expertos mundiales sobre los efectos del alcohol en la salud. Desde pequeño, tenía muy claro que quería ser hepatólogo: «Nunca tuve dudas», confiesa. La razón es de peso: su padre también lo era. Parte de su carrera la vivió en Estados Unidos, en concreto, en la Universidad de Pittsburgh (en Pensilvania), un centro pionero en el trasplante de hígado. Desde su regreso ejerce en el Hospital Clínic de Barcelona donde es jefe de Hepatología.
Echa la vista atrás y reconoce que su especialidad ha progresado a pasos de gigante. Para él, el protagonismo se centra en la Hepatitis C. «Cuando yo era residente, la mitad de una consulta estaba ocupada por personas con virus C, la otra, era patología asociada al alcohol». Hoy en día, la primera ya tiene una cura; mientras que la comunidad médica mira de frente a la segunda: «En Estados Unidos, entre el 80 y el 90 % de los ingresos de hepatopatía se relaciona con el alcohol, en España, es el 70 %», apunta.
—El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en España, con un 93,2 % de la población, de entre 15 y 64 años, que dice haber consumido alguna vez en su vida, mientras que el 64,5 % dice haberlo tomado en los últimos 30 días. Además, un 9 % reconoce hacerlo todos los días. Estos son datos extraídos de la encuesta EDADES 2022, que publica el Ministerio de Sanidad. ¿Son cifras alarmantes?
—Si yo dijera que menos de una persona de cada diez toma alcohol cada día, me parecería algo falso. Creo que estos datos infravaloran mucho la realidad española. Sucede porque no se usan biomarcadores de alcohol, que los hay pero son caros. Entonces, si yo cojo a cien españoles y les hago un biomarcador que desvele un consumo potente, para nada me saldrán esa cifras. En España se bebe mucho culturalmente, aunque sí que es cierto que hay gente que lo hace de forma moderada. Pero para mí, lo preocupante no son las cifras en general, sino las relativas a los jóvenes, porque significan que alguien ha hecho algo ilegal porque han vendido o dado alcohol a menores. Esto es lo que preocupa, el trastorno por consumo de alcohol en niños y adolescentes, literalmente. Ahora también estamos empezando a ver un aumento de mujeres jóvenes con consumo de riesgo, que lleva a que la epidemiología del este trastorno esté cambiado del varón mayor a la mujer joven en todo el mundo.
—¿Encuentran razones para explicar ese incremento?
—Estamos haciendo un estudio al respecto, pero las razones son difíciles de demostrar. Hemos visto que esto sucede en mayor medida en países más ricos, como por ejemplo, Estados Unidos, Inglaterra o Canadá. Es un estudio que lo estamos llevando al anglosphere, que son los países anglosajones en los que más se ve este aumento de hepatitis relacionada con el alcohol o abuso de alcohol en mujeres jóvenes. Hay una clara tendencia a que el consumidor sea más joven y mujer.
—¿También se observa en España?
—Sí, aquí ha comenzado, pero no estamos al mismo nivel que otros países anglosajones.
—Precisamente, a colación de su preocupación sobre el consumo en adolescentes, en el 2021 se registró la cifra más alta de intoxicaciones etílicas en estos menores. ¿Esto indica un consumo perjudicial a la vez que de atracón?
—Por definición es perjudicial, porque esta sustancia altera la mente y eso lleva a más violencia, a accidentes, abuso sexual o peleas. En segundo lugar, si una persona tiene otros cofactores, como obesidad, el consumo de atracón, aunque solo sea los fines de semana, puede acelerar la enfermedad hepática. El bebedor intenso de sábado y domingo no es tan sano o inocuo como parece, pues tiene sus riesgos inherentes y su salud, a la larga, se puede ver perjudicada. Hay estudios que dicen que este tipo de consumidor joven tiene más predisposición a cirrosis en la adultez, a tener alzhéimer u otros problemas mentales. Por eso, esta práctica es algo que me chocó cuando volví a España. Aquí se bebe alcohol con una absoluta impunidad.
—Aquí está muy arraigado a la cultura.
—Claro. Por ejemplo, a mi nunca me han pedido el carné en España, ni cuando era joven. En cambio, cuando vivía en Estados Unidos me lo seguían pidiendo a los 57 años. Ojo, no quiero decir que Estados Unidos sea un paradigma de la salud pública, pero allí nadie puede entrar en un sitio y que le sirvan alcohol con menos de 21 años. Es más, si esto sucede, o si alguien se lo vende a un menor, le van a cerrar el local. En España tenemos un cartelito, al cual no le hacen caso. Por ejemplo, uno de los grandes shocks contraculturales que tuve fue ver cómo en los supermercados 24 horas, los adolescentes podían adquirir bebida con plena facilidad. Esto es un problema que se va a tener que solucionar.
—Mantener un consumo de fin de semana desde los 15 años hasta edades adultas, ¿con qué otros problemas se relaciona?
—El consumo diario es peor que el atracón. Aun así, los efectos en cualquier caso no solo se producen sobre el hígado, sino que aumentan muchísimos cánceres en la esfera digestiva, bocal, esofágica o de colon, aumentan las probabilidades de tener demencia y neuropatía. El alcohol llega a todas partes y por eso produce tantos efectos. Por ejemplo, en nuestros pacientes, vemos que no solo tienen enfermedad por hepatopatía relacionada con el alcohol, sino muchas otras alteraciones como anemias.
—¿Cuál es el perfil de su paciente? A nivel poblacional, se relacionan las enfermedades causadas por el alcohol con alguien que presente una adicción, pero no siempre es así.
—Claro. Es decir, no toda persona que tiene un consumo de alcohol alto tiene dependencia al alcohol. Es cierto que este problema hace que, aunque quiera dejarlo, no sea capaz, también provoca síndrome de abstinencia. De hecho, acabamos de publicar el primer estudio sobre este síndrome en hepatopatía alcohólica. Pero además de este grupo, hay otro conjunto de pacientes que llevan toda la vida tomando, no tienen dependencia pero tampoco son conscientes del daño, por lo que ni lo dejan, ni lo han intentado. Hace poco, en consulta, un señor me dijo que no bebía alcohol, que solo cerveza. Esto es un ejemplo práctico de la minimización que se hace en este país del consumo de alcohol. Cando preguntas en consulta sobre la ingesta, hay gente que pasa de decirte que solo toma una copa con la comida y cuando indagas, descubres que acaba tomando cuatro copas al día de vino. Digo esto para que seamos conscientes de que hay poca concienciación sobre su consumo y que, a la vez, es muy difícil captar y preguntar bien.
—¿Existe una mayor o menor predisposición genética a padecer hepatopatía relacionada con el alcohol?
—Sí, hay estudios que demuestran que hay predisposición genética a beber en exceso. Eso es muy genético, muchos de mis pacientes tienen una madre o un padre, o los dos, con hepatopatía relacionada con el alcohol previa. Esto es algo que estamos estudiando. También hay bastantes estudios que muestran una predisposición genética a que el alcohol te siente mal, y que hagas cirrosis y cáncer de hígado sobre todo. En cuanto a la hepatitis asociada al alcohol, ya hay menos investigaciones, aunque estamos haciendo una internacional muy grande. Creo que esta última es más epigenética que genética. El alcohol hace muchos cambios epigenéticos, los cuales no dependen de los genes que te han dado tus padres sino que nosotros los alteramos con la forma en que vivimos. Hay muchos datos que muestran que el alcohol provoca estas transformaciones, que hace envejecer muy rápido y daña genes que predisponen a la persona al cáncer. Se llaman mutaciones somáticas y no son hereditarias, sino que las propiciamos con el estilo de vida.
—¿Una mala alimentación se suma a la bebida en cuanto al efecto perjudicial sobre el hígado?
—Sí, ahora estamos haciendo bastantes estudios al respecto. Es lo que se conoce como enfermedad dual, que es la del síndrome metabólico y alcohol a la vez. Las dos causas más importantes de hepatopatía son la obesidad y el alcohol y no son excluyentes, sino que muchas veces se dan juntas, aunque algunos no se den cuenta.
—¿Cuál es el mecanismo por el cual el alcohol resulta tan perjudicial para el hígado?
—Hay dos razones fundamentales. En primer lugar, el hígado es el que detoxifica o metaboliza el alcohol, y al ser el mayor órgano que se encarga de esta labor, los metabolitos de la bebida, que son muy tóxicos, primero llegan al hígado. Además, el alcohol altera mucho la microbiota, todas las bacterias que tenemos en nuestro intestino, y hace que el intestino sea muy permeable ante ellos. Así, estos productos patológicos y bacterianos se absorben y, al ir por la vena porta, el primero que los recibe es el hígado.
—¿Está de acuerdo con la recomendación de dejar descansar al hígado tres días para su recuperación posterior a una ingesta?
—No, para nada. El binge drinking, el bebedor de fin de semana, tiene cofactores metabólicos conocidos, así que eso de que pueda ser bueno, para nada. Esta recomendación no se basa en ningún dato, porque no hay ningún estudio que lo demuestre, sino que fue especulación relativamente fácil. Me sorprendieron mucho estas declaraciones. Además, se habla de las personas como si todas fuesen iguales; hay mucha gente que es muy susceptible al alcohol, que tiene una adicción o que, si tiene síndrome metabólico y se tira cuatro días bebiendo muy intenso, le sentará fatal. Con lo cual, me parecieron unas desafortunadas declaraciones no basadas en la evidencias científica o médica, que además pueden tener un enorme impacto en la sociedad.
—Hoy en día se sabe que la ingesta saludable de alcohol es cero, pero se sigue hablando de un consumo seguro. ¿Cuál es la diferencia entre ambos conceptos?
—Es un tema sobre el que siempre me preguntan. Intento no ser radical o decir que siempre, en toda situación, hay que beber cero cantidad y apoyar una ley seca. Si fuese así, sería un exagerado y un cínico. La ley de cero no sirve para nada. No hay muchos estudios que digan que un consumo ocasional y moderado, en personas sin enfermedad hepática, vaya a ser malo. No es una cuestión clara. Los estudios que son más conocidos, y que muestran un perjuicio, se refieren a una sola copa diaria todos los días. Eso es diferente, porque es un consumo diario. Hay estudios epidemiológicos recientes que sugieren que el bebedor diario de alcohol, a partir de una copa, ya podría tener efectos malos sobre la salud. Nosotros estamos haciendo uno, que todavía no hemos publicado, con gente que tiene síndrome metabólico. En ellos, se empieza a observar algo perjudicial cuando toman una sola ración, pero cuando toman dos esa observación ya se vuelve algo impepinable.
—Irlanda se ha convertido en el primer país que incluye advertencias para la salud en las etiquetas de las botellas.
—Estoy absolutamente de acuerdo. Teniendo en cuenta que es una de las mayores causas de mortalidad prevenibles en nuestro país, estoy de acuerdo con que cualquier bebida lleve una advertencia de este tipo y que, además, indique un teléfono de ayuda para quién lo necesite.
—¿Qué implica un consumo moderado de alcohol?
—No tengo una respuesta concreta, porque depende de la susceptibilidad individual, de la edad, de la persona, del sexo o de las comoborlidades. Para una persona que es resistente al alcohol y está absolutamente sana, no supondría tanto riesgo como alguien que tiene una enfermedad de hígado, obesidad o una susceptibilidad genética. Así que los números no son iguales para todos. Podría decir que un consumo ocasional es un día o dos a la semana, y moderado, un par de copas de vino. Pero digo esto por decir algo, porque no se puede recomendar esta cantidad a alguien con cirrosis, por ejemplo. Decir medidas que vayan bien para todos no es preciso porque creamos alarmismo en los que podrían beber esa cantidad sin problema y minimiza el riesgo a personas que no podrían.
—En la enfermedad hepática por alcohol, la abstinencia está en el primer nivel de actuación. ¿Con eso basta?
—El tratamiento más efectivo de cualquier enfermedad es tratar su causa, por lo tanto, lo mejor para la hepatopatía relacionada con el alcohol es dejar de tomarlo. Ahora bien, para la hepatitis asociada al alcohol hay dos cosas, la cortisona que mejora la mortalidad y ahora, desde hace poco en España se ha abierto la posibilidad de hacer un trasplante precoz. Llegamos con retraso a algo que se practicaba en el mundo desde hacía una década. Luego, también hay otros tratamientos experimentales. Con toda probabilidad, el que más prometedor se considera es el trasplante de microbiota, que es lo mismo que el de heces. Además de curar la enfermedad, podría curar el trastorno por uso de alcohol porque uno de los mecanismos de la enfermedad es el paso de productos bacterianos al hígado, precisamente, algunos de estos productos pasan al cerebro, lo inflaman y lo vuelven más adicto. Es decir, no solo mejora el hígado, sino que se consigue no volver a tomar alcohol.
—¿Existen casos en los que la cirrosis, el nivel más avanzado de la enfermedad, pueda ser reversible?
—Una fibrosis puede ser reversible si el paciente para de beber. Pero si la cirrosis está muy avanzada, no. Ahí lo que se podría hacer es recompensar para que no de problemas.
—¿Por qué el hígado es tan resistente?
—El hígado es el órgano que más se regenera, yo puedo donar medio hígado, pero no media pierna, o medio cerebro o medio corazón. Se regenera tanto porque lo necesita, porque es el órgano más expuesto a la toxinas, está abierto para que entre todo y se pueda “limpiar”. Imagínate un órgano que estuviese abierto a todas las toxinas que vienen del intestino, pero que no se pudiese regenerar. Duraría muy poco. Es lo contrario que sucede con el cerebro, que se encuentra muy bien protegido por la barrera hematoencefálica. La desventaja de esta capacidad del hígado es que hace mucho cáncer, es el precio a pagar por regenerarse tanto. De hecho, el cáncer de hígado es el segundo en mortalidad y cuarto de incidencia en el mundo. Crece a medida que se incrementa la obesidad y por el consumo del alcohol.