El Camino de Santiago desde Francia, corriendo y en nueve días: «Hice una media de 85 kilómetros por etapa»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Sergio Turull mientras realiza el Camino de Santiago desde Francia. Es conocido en redes como @pitufollow
Sergio Turull mientras realiza el Camino de Santiago desde Francia. Es conocido en redes como @pitufollow

El catalán Sergio Turull, asiduo a las pruebas de fondo, lo hizo para recaudar fondos para el autismo; un cardiólogo observó los cambios que se producían en su corazón durante la prueba

03 ago 2023 . Actualizado a las 12:10 h.

La distancia que separa Barcelona de París. 170 kilómetros de carrera en el Mont Blanc. 32 horas corriendo seguidas o el Camí de Cavalls que rodea la isla de Menorca. Una retahíla de pruebas que solo unos pocos, afortunados o desafortunados (según se mire), han podido conquistar. No son, ni de cerca, todas las que Sergio Turull, también conocido en redes como @pitufollow, un catalán de 34 años, ha completado desde que empezó a correr hace diez años. En julio, sumó otra. Realizó el Camino de Santiago, desde Francia, en nueve días. Lógicamente, corriendo; esta no iba a hacer la vez que anduviese. Tampoco fue su primera vez viviendo la experiencia. «Lo había hecho en dos ocasiones previas. En el 2017, que tardé 15 días, y en el 2019, que fueron trece. Nunca lo había hecho en menos de diez días y con tanto kilometraje por jornada», reconoce. De sábado a sábado fue alternando entre los 80 y los 90 kilómetros diarios. «Unas diez o doce horas en movimiento», apunta.

Precisamente, por este alto nivel de actividad, su capacidad cardiovascular fue motivo de estudio. El doctor Juan Carlos Portugal le propuso estudiar su corazón para conocer cuánto se habría dañado y cúanto tiempo tardaría en recuperarse después del reto. Para ello, realizaron una prueba de esfuerzo antes y después. Eso sí, el experto no recomienda este tipo de pruebas a nadie: «Como profesional no puedo hacerlo, pero escogí estudiar a Sergio porque él la iba a hacer sí o sí», indica. 

No estuvo solo, sino que le acompañó su hermana Ana en bicicleta. «Desde hacía tiempo, teníamos ganas de hacer algo juntos». Y esta fue una oportunidad perfecta: «El camino siempre ha sido muy especial para mí, es un momento muy reparador que utilizo para reflexionar y estar conmigo mismo. Además, como en verano hay menos carreras, siempre trato de buscar algún reto por mi cuenta y hacerlo solidario», precisa. 

En esta ocasión, corrió por el Autismo. «Tengo a personas muy cercanas que trabajan con niños con autismo. He podido conocerlo un poco más desde dentro y ese fue el motivo por el cual lo elegí. Los familiares reclaman que todavía hay poca comprensión y visibilidad», precisa Turull, que añade: «La confederación española de autismo puso el objetivo de reunir 2.000 euros y, al final, llegamos a 3.000». 

Más de 3.000 kilómetros acumulados 

Por mucho que sorprenda, no hubo preparación. Básicamente porque Turull no suele parar de entrenar. «Llegué al camino con más de 3.000 kilómetros en la primera mitad del año acumulados», apunta. Y sí, corriendo. Cuando no hace un ultramaratón, hace una maratón; cuando no hace una maratón, se pasa a la media; si esto no es posible, se conforma con una de cinco kilómetros. «Yo siempre digo que la preparación empezó hace diez años. Para llegar a este nivel tienes que llevar muchos años corriendo. Esta prueba (el Camino) no es algo que puedas preparar en seis meses o un año», advierte.

Es más, reconoce que es «bastante joven» para competiciones de ultrafondo (superior a 42 kilómetros). «Lo habitual es que compita con gente de 50 años para arriba, que son los que lideran este tipo de pruebas», precisa. En este deporte, la experiencia siempre ocupa el primer puesto. 

Primer día: un golpe de calor y más de 80 kilómetros

La experiencia comenzó en Saint Jean Pied de Port. Lejos de lo que se pueda pensar, este día fue el más duro. Las emociones de ver a gente animando, las altas temperaturas —en su paso por Pamplona el termómetro rondaba los 40 grados— y la adrenalina del momento le jugaron una mala pasada: «Puede que mi cabeza se evadiese del reto y, en ocasiones, no nos hidratamos tan bien como deberíamos o no cuidamos la suplementación como el resto de días», explica.

¿El resultado? Un golpe de calor que lo dejó «en jaque» y por el que tuvo que parar a descansar una hora. «Luego, ya pudimos retomar y seguir los siete kilómetros que nos quedaban hasta terminar». La experiencia fue mejorando. Aunque en la segunda etapa todavía arrastró problemas estomacales, en el resto solo tuvo buenas sensaciones. 

Su día comenzaba a las seis de la mañana. Turull y su hermana salían sin desayunar, «con energía de la cena y completando los primeros kilómetros hasta hacer la primera comida», precisa. Después, ella se iba adelantando para comprar bebida y comida, que él tomaba en carrera. «Cada hora comía algo» indica. Eso sí, sin parar. 

Debido a la alta demanda energética que suponen las pruebas de este tipo, es habitual que los participantes recurran a ultraprocesados que no suelen estar en una dieta saludable. Con ellos, la digestión suele ser más fácil, las calorías se ponen antes a funcionar y, por su buen sabor, suelen animar al que corre: «Hay un componente muy psicológico, así que al final, cuando estás sufriendo a nivel físico y mental, el cuerpo te dice si necesita dulce o salado. Solía tirar de bocadillos, empanadas, bollería u otro tipo de pastelería, porque eran fácil de consumir y me interesaba meter mucho glucógeno», indica. En resumidas cuentas, mordisco y zancada, y vuelta a empezar. 

La jornada sin descansos

En el transcurso del reto, tampoco paraban, salvo que fuesen muy bien de tiempo. «En ese caso, nos permitíamos unos cinco o diez minutos. Pero prefería no hacerlo, porque mi idea era sacarme la etapa, terminar pronto, cenar y meterme en cama», detalla. Eso sí, en la última comida se sentaba y comía en abundancia. 

El sueño y el descanso, fundamentales para el rendimiento, se vieron ligeramente afectados por el dolor de las articulaciones: «No tuve agujetas a nivel muscular. El mayor impacto fue el dolor articular, el de los tobillos, rodillas y cadera. Cuando terminaba la etapa y me tumbaba en cama, era lo peor», recuerda ya recuperado. 

La llegada a la Catedral de Santiago no tuvo precio. Aun después de hacer dos maratones al día durante una semana, de sentir una fatiga extrema o de notar dolores y rozaduras en cada parte del cuerpo, lo define como una de las mayores hazañas de su vida. «Era un reto que nos asustaba y emocionaba a partes iguales», apunta. 

Sergio y su hermana Ana, en la llegada a la Catedral de Santiago.
Sergio y su hermana Ana, en la llegada a la Catedral de Santiago.

«Lo que te hace seguir o abandonar es la cabeza»

Le preguntamos si esta prueba requiere más fuerza física o mental. «Pienso que lo que te hace seguir o abandonar es la cabeza, la parte mental en este tipo de carreras es vital», indica. Precisamente, es algo que disfruta. «Me gusta mucho el juego psicológico y creo que todos los que nos dedicamos al ultrafondo nos parecemos en ese aspecto», se describe. Una mente muy dura y «muy hecha».

Nunca se ha lesionado. Eso sí, sabe que acumular todas las pruebas que acumula «no es lo recomendable». Por el momento, no puedo evitarlo. Es más, si alguien tenía dudas después de todo esto, ya está pensando en lo siguiente. Su cuerpo se lo puede permitir, aunque no sea la regla común. Tiene un corazón hecho de otra pasta. 

Un corazón sin lesiones

Medir el corazón en un reto de este tipo no suele ser factible. En primer lugar, porque no es ético someter a alguien a este esfuerzo con el fin de estudiarlo, y en segundo, porque encontrar a gente que lo haga no es tarea fácil.

La hipótesis de la que partía el doctor Portugal era la siguiente: «En todos los deportes de resistencia, cuando se hace un sobreentrenamiento, hay una pérdida de la función ventricular. Sobre todo, el más afectado es el ventrículo derecho. Además, cuando sobreentrenas mucho, tu capacidad, lejos de progresar, se ve mermada. Así que quería estudiar, también, la pérdida de capacidad que él iba a tener», explica el doctor Portugal. 

Para ello, Turull se sometió a un chequeo de actitud deportiva antes y después del camino. «Incluía una ecografía del corazón con tecnología avanzada, que nos permitía medir el daño subclínico, una prueba de esfuerzo con gases, para analizar el esfuerzo cardiovascular y la capacidad que tiene. Y además, un holter». Esto último, se lo debía poner una noche antes de comenzar la prueba y una noche después de terminarla, lo que permitiría ver si mientras dormía sufría pequeñas arritmias a causa de la fatiga. 

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¿El resultado? Ni un solo cambio. No era lo que se esperaba. «No encontramos ningún tipo de deterioro de función», precisa el doctor Portugal, que añade: «Pienso que esto fue en parte, gracias a su buena genética, y en parte, fruto de los diez años que lleva entrenando a este nivel», detalla. 

Así las cosas, un cheque deportivo resulta especialmente útil en aquellas personas «sin una base deportiva previa», que a partir de los 35 años deciden empezar a hacer deporte. «Al final, se va a someter al cuerpo a un cierto estrés», explica el doctor. Este tipo de pruebas permiten encontrar obstrucciones a nivel de las coronarias, hipertensión arterial y arritmias.

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.