El duelo tras la muerte de una mascota: «Tendrían que dar días de baja, mi perro es uno más en mi familia»

SALUD MENTAL

Casi la mitad de los hogares españoles comparten la vida con un animal, cuya muerte puede llegar a sentirse, según estudios científicos, como la de un ser querido más
19 may 2025 . Actualizado a las 10:32 h.Paloma Parga es dueña de una perra mestiza de tamaño grande. La comparte, por así decirlo, con su hermana. Conoce de sobra cómo se siente la pérdida de un animal, el anterior can que tenían ya falleció. «Es algo que se lleva fatal. De hecho, dan días de baja para las personas, y tenían que dar también para las mascotas, porque el día que ocurre estás hecha polvo. Son parte de la familia», dice.
Una muerte, un dolor, una pérdida que, para ella, no se entiende a nivel social, especialmente, entre aquellos que no comparten la vida con un animal. El número de quienes lo hacen cada vez crece más. Según datos recientes, que hacen referencia al 2021, en España hay 9,3 millones de perros y el 43 % de los hogares tienen una mascota.
Prueba de ello es, también, cómo crece el sector. Galimascota fue el primer tanatorio de animales de compañía en Galicia. Abrió las puertas de su primer centro hace unos once años y, desde entonces, ya suman cuatro más. «Antes había menos incineraciones individuales y más colectivas, que son más económicas. Pero en la actualidad tenemos más clientes que nos piden la primera opción», comenta Rosa Guerra, gerente de Galimascotas. Ofrecen servicio de recogida «casi inmediato» tras la muerte, tienen un espacio para despedirse del animal y pueden estar presentes hasta la cremación. Después, la familia puede recoger las cenizas o dejar que el centro se deshaga de ellas.
Aunque hay muchos casos que emocionan, Rosa todavía recuerda el primero que recibieron. Era un señor mayor, de Santa Cruz (Oleiros), que vivía solo con su perro. «Era un festivo, el 25 de julio, y cuando nos llamó, acudimos bastante rápido porque era la primera persona que nos requería», recuerda ella, que reconoce que jamás podrá olvidar esta historia. «El señor viajaba mucho a Madrid, porque tenía negocios allí, y siempre lo hacía con su perrito. No tenía más familia. Estaba roto de dolor, llorando, y mientras lo veía, pensaba que podía ser mi padre», precisa.
Para él, el animal era su mejor amigo. Lo había sido durante 17 años y allí estaba despidiéndose de él antes de la cremación. «Él sentía que se cerraba una etapa de su vida, porque al final, los perros te acompañan durante una época concreta y aunque tengas otro, nunca será el mismo», comenta la gerente, que a veces se enfrenta a historias más trágicas y otras, por suerte, que son más alegres.
El funeral de un animal no tiene nada que ver con el de una persona. La despedida no dura más de diez minutos, pero desde esta compañía ofrecen un ritual que, en ocasiones, puede ayudar: «Tenemos una iniciativa que se llama Momentos compartidos, que es una pulsera de hilo que tiene un papel pequeñito. En ese trozo de papel, las familias o el dueño pueden escribir unas palabras de despedida, para que luego la mascota se incinere con él, y la persona se quede con la pulsera». Sin ser nada rimbombante, es algo simbólico que ayuda a que cada uno, si lo desea, lo tenga presente.
Perros, gatos y otros animales, figuras de apego
El vínculo entre una mascota y una persona se consolida de una forma muy similar a cómo sucede entre humano y humano. «Las mascotas se convierten en figuras de apego y comparten con nosotros y con nosotras espacios cotidianos, experiencias vitales y terminan por convertirse, en muchos casos, en un miembro más de la familia, sea como sea ese tipo de familia», apunta Silvia Berdullas, doctora en psicología, psicóloga sanitaria y coordinadora intracolegial del Consejo General de la Psicología, quien además, explica que por la propia naturaleza de los animales, se puede hablar de un apego muy seguro y confiable.
Así, de igual forma que ocurre con un ser querido humano, la psicóloga cuenta que ese perro o gato —o el animal que sea— ofrece a sus tutores «consuelo, seguridad y compañía». Una idea que se resume en una creencia popular, que el perro es el mejor amigo del hombre.

En este sentido, María del Carmen González, miembro del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG), recuerda que el duelo no depende de un lazo de sangre, sino del amor que haya entre los dos extremos que lo forman. Para la experta, el duelo duele «porque había amor, ya sea con personas, animales o proyectos», responde.
Algunos estudios abordaron el dolor emocional que produce la muerte del animal de la familia y encontraron que este puede ser tan intenso como el que se siente al perder a otro miembro de la familia. Una investigación del hospital Mass General, de Massachusetts, encontró que la pérdida de una mascota puede desencadenar problemas de salud mental en los infantes. Y una encuesta de Wamiz International, realizada a más de 10.000 personas a nivel mundial, concluyó que el 90 % de los españoles participantes reconocían que perder a su perro o gato había dolido tanto como perder a un ser humano.
Así es el duelo tras perder a un animal
Las emociones no entienden de especies. Los psicólogos apuntan que la muerte de una mascota, como difícil y dolorosa que es, desencadena un proceso de duelo, algo que sucede también en el resto de pérdidas. Este puede ser más o menos difícil, complicado o traumático «en función tanto del reconocimiento que haya, o no, a nivel individual y social de esa pérdida, como de las circunstancias en las que se produzca el fallecimiento», señala Berdullas.
González tuvo que trabajar duelos de animales en consulta. En algunas ocasiones, cuenta, la muerte se produce de forma traumática y nada esperadas, algo que puede dificultar, todavía más, el proceso de asimilación. «Por ejemplo, hay veces en las que a los dueños les corresponde la decisión de ayudarle a morir o no. Y aunque siempre se hace por su bien, a veces queda la duda de si era lo correcto y eso hace que se sientan responsables de ellos», precisa. Lo mismo sucede si, por ejemplo, el animal muere en un accidente.
Y aquí, al igual que ocurriría con otra muerte, mantenerlo en secreto o silenciar las emociones es contraproducente. «Es necesario normalizar el dolor que aparece en este tipo de pérdidas y dar el espacio que corresponde a las vivencias y emociones que se desencadenan al perder a una mascota», señala la psicóloga sanitaria del COP, además de poner sobre la mesa la posibilidad de recibir atención y apoyo psicológico cuando sea necesario.
Todo aquel que haya llegado a casa por primera vez después de la muerte de su animal ha sentido el vacío que supone que nadie le vaya a recibir. Una experiencia que no está exenta de un dolor que, aunque molesto, es necesario. «La persona va a necesitar enfrentarse al vacío que supone no compartir más la cotidianidad, tomar decisiones sobre los objetos que pertenecían a su mascota, como juguetes, la “mantita”, la cama o el comedero, y sobre los restos de su animal», detalla la doctora en psicología. En definitiva, aprender a «caminar la vida sin la presencia de ese compañero o compañera que compartía y llenaba sus días, las relaciones y sus rutinas», añade.
El duelo no es igual para todos, sino que cada individuo lo podrá vivir de una manera u otra, y sentir un sinfín de emociones: desde tristeza, culpa o dolor, hasta conmoción, alivio o reorganización de prioridades. «Es necesario tener en cuenta que este proceso no es lineal y que, a lo largo del tiempo, pueden producirse cambios y fluctuaciones en las emociones, pensamientos y comportamientos a la hora de afrontar la pérdida», cuenta la coordinadora intracolegial del COP.
Un duelo no reconocido

Pese a que cada vez tenga más reconocimiento y comprensión a nivel social, todavía en la actualidad la pérdida de una mascota entra en la categoría de los duelos no reconocidos o autorizados. «Se caracterizan, entre otras cuestiones, por la falta de validación social, una mayor probabilidad de aislamiento y mayor probabilidad de riesgo de duelo complicado como consecuencia de la ausencia de apoyo y rituales», indica Berdullas. Rasgos, todos ellos, que pueden hacer que la persona transite esta experiencia en soledad.
Para superarlo no hay fórmulas mágicas ni píldoras que lo aceleren, sino que hay todo un conjunto de reacciones que no tienen por qué parecerse entre sí, y que todas son aceptables y entendibles. Con todo, desde la psicología se conocen elementos comunes que pueden ayudar a llevar la pérdida: «Hablar de mi mascota con otras personas cercanas, realizar rituales de despedida, dar el espacio que necesite a mis emociones (sean las que sean), saber que todas son normales y darme tiempo», apunta la miembro del COP. De igual forma, si alguien es acompañante durante este proceso debe escuchar sin juicios, entender qué significa la pérdida para la otra persona y validar sus emociones.
Algo que puede suceder es que el tutor del animal decida, sin demasiado espacio de por medio, adoptar a un nuevo. Eso de que un clavo saca otro clavo. Desde una perspectiva estrictamente emocional, Berdullas explica que cada uno debe comprobar si esta decisión puede tener sentido o no, si hacerlo es una vía para tratar de evitar el dolor de la pérdida y si eso, en último caso, puede ayudarle o tendrá el resultado contrario.